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martes, 2 de abril de 2024

El esperpento nacional



Hace ya más de 100 años, en 1920, el escritor Ramón María del Valle Peña -más conocido por Valle Inclán- escribió el texto cumbre del esperpento, una obra teatral a la que puso por título “Luces de Bohemia”.

Se ha definido el esperpento como el examen de una deformación sistemática de la realidad, que acentúa los atributos grotescos e incoherentes que siempre se producen en cualesquiera acontecimientos. Era, poco más o menos, lo que describía el escritor de la luenga barba en el viaje nocturno de Max Estrella por la noche de Madrid y los variados protagonistas que encuentra en esa su última noche de vida.

Quizás no imaginara don Ramón que poco más de 100 años después, sus bohemias nocturnas fueran tan reales como la vida misma en una España que apenas si él distorsionaba en su texto teatral. El asombro preside la escena pública de nuestro país, de manera que los políticos dejan atrás las composiciones más elucubrantes de los escritores, y los periódicos y las pantallas de televisión eclipsan en sus informativos a los otrora seguidos reality shows.

El presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia, Fernando López Miras, parece emerger esta Semana Santa de una escena de Ben-Hur, conduciendo una cuadriga y seguido por unos escoltas que nadie sabe muy bien si le jalean o le protegen; un enfervorizado público parece surgir del circo romano, divertido ante las complicadas evoluciones del dignatario político.

Pero hubo un antes de ese espectáculo. No de otra cosa puede calificarse la negociación de la investidura de Pedro Sánchez, negociada lejos de España y con un prófugo de la justicia, y monitorizada y tutelada desde entonces por un mediador salvadoreño, el diplomático Francisco Galindo, que estuvo vinculado en su día a la intermediación entre el gobierno colombiano y el narcoterrorismo de las FARC. Abierto el proceso de campaña electoral de las autonómicas catalanas, ERC ha manifestado -ante el silencio del Gobierno- que ellos también están utilizando semejante procedimiento.

La utilización de la mediación como método de solución de las diferencias políticas forma parte, si no del esperpento nacional que nos preside -que también- de una connotación que remite a un país que carece de instituciones sólidas y fiables. Desmontados todos los niveles de confianza que presidía el consenso que dio lugar a la Constitución de 1978, el parlamento se ha convertido en una caja de resonancia de las diferencias irreconciliables entre los partidos mayoritarios que atizan la polarización como procedimiento más fácil para ocultar sus limitaciones dialécticas y de proyecto, a la vez que destruyen cualquier posibilidad de que algún criterio sensato aparezca más allá de los extremos que cada uno de ellos simboliza. No se trata aquí de adjudicar las diferentes responsabilidades que unos y otros tengan en este episodio de la división. Baste con decir que ambos obtienen provecho de esas actuaciones.

Por eso mismo, y una vez que criticara cumplidamente la figura del mediador entre el PSOE y Junts, el partido llamado -por lo visto- a ofrecer un mínimo de seriedad al panorama político español -no a regenerarlo, que es asunto muy distinto-, el PP, acepta que las conversaciones que mantiene con el Gobierno para la renovación del CGPJ se produzcan también fuera de nuestras fronteras y con un mediador que a su vez es responsable de la cartera de Justicia en la Comisión Europea. “¡Más madera -diría Groucho Marx- que es la guerra!”

Llevada de la mano de la comedia bufa en la que están convirtiendo a nuestro país, también la corrupción española merece un lugar de honor en el viaje a los submundos de un redivivo Max Estrella. El caso Koldo, sin ir más lejos, ilustra lo que afirmo: un portero de bar de alterne, rescatado por la cúpula del partido socialista como hombre de confianza del número dos de la organización, luego ministro de Transportes, y aún del mismo presidente del Gobierno, cuando éste recorrió España allegando voluntades para no sucumbir ante las presiones del aparato socialista.

“Dios los crea… y ellos se juntan”, afirma nuestro refranero popular. Se juntan, por lo que se ha informado, en el aeropuerto de Barajas para recibir a una de las dirigentes más venales que conoce la actualidad política, la actual ministra de Economía, Finanzas y Comercio Exterior, y vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez, objeto de sanciones por la Unión Europea que prohibían su entrada en España.

Alguno pensaba -con Ortega- que buena parte de las contrariedades que arrastraba nuestro país verían su solución en un horizonte en el que Europa formara parte de nuestro proyecto de convivencia. “España es el problema, Europa la solución”, afirmaba el filósofo. Pero la peculiar idiosincrasia carpetovetónica, arraigada entre nosotros desde hace ya mucho tiempo, parece resistirse a abandonarnos. Lejos de importar algunos de los buenos modales que imperan en otros lares europeos, los españoles nos empeñamos en excavar nuestra propia fosa como en el celebrado chiste de Chumy Chúmez, en el que dos personas están perforando un agujero. “Hemos llegado al fondo”, anuncia uno de ellos. “¿Qué hacemos?” “Seguir cavando”, le contesta el otro.

De modo que el grito crepuscular de “Luces de Bohemia”, en el que se reclamaba, “¡Muera Maura! ¡Muera el Gran Fariseo!” Al que el coro de modernistas contestaba, ¡Muera! ¡Muera! ¡Muera!” Y que coronaba Max Estrella diciendo “Muera el judío y toda su execrable parentela”… venía a ser una palada de tierra más en las pocas cosas serias que en España se intentaron entonces y que por desgracia no se lograrían.

Ya se sabe: conviene seguir cavando…

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