viernes, 17 de marzo de 2023

El sueño de una moción surrealista


Publicado en El Imparcial, el jueves 16 de marzo de 2023

Los tiempos políticos que vivimos en España no carecen de interés ni de novedad. Acostumbrados como estamos a la tediosa dialéctica de la polarización, en la que los argumentos van siendo gradualmente sustituidos por la acusación partidista personal a propios y extraños (se trate, entre estos últimos, del presidente de Ferrovial, del de Mercadona o del de Zara…), a la dialéctica paupérrima del “y tú más”, o a la práctica desaforada del populismo más rancio, la moción de censura que el Congreso de los Diputados celebrará, pasado el fin de semana de San José, plantea alguna novedad que no cabe desdeñar.

Comenzando por la imagen que nos ofrecen los informativos a diario, y que se parece bastante a la del célebre cuadro de Goya, los dos personajes representados en él dándose de garrotazos, con sus pies hundidos en el suelo como mejor evidencia de que esa acción no podrá nunca detenerse; la panorámica de la moción de censura se parece más a una elaboración surrealista, por ejemplo, la de los relojes desvaídos que se escurren de las superficies en los que se asientan como una especie de producto aceitado y viscoso. Ese reloj que hace mucho tiempo que dejó de dar la hora, pero que se recupera para el recuerdo de quienes estuvieron por un tiempo acostumbrados a seguir en el movimiento de sus manecillas el ritmo de sus propias vidas. El profesor Tamames emergería ahora en el dibujo de un Dalí redivivo, como los viejos roqueros inmortales, para quienes el escenario es tan importante como la vida misma, de manera que alguno podría pensar que, si no se les ofrece la posibilidad de obsequiarnos con sus cánticos, la única salida que les queda es la de tatarear en el cementerio.

Sin embargo los relojes, aun en fase manifiesta de derretimiento, vienen a proclamar una idea que no es desdeñable, aunque no deje de situarse en el plano de lo que existe más allá de la realidad, y es que el tiempo y el espacio son instancias relativas, que el estrado de oradores, al que seguramente no se subirá el profesor Tamames, no es punto de referencia imprescindible para que ponga a escurrir a propios y extraños y que la edad tampoco puede suponer obstáculo para que los conocimientos y la experiencia del ilustre economista puedan arrojar algunas certezas y despejar no pocas dudas en un ambiente tan escasamente dotado de academicismo y conocimiento como los páramos intelectuales que se han hecho con el mando del edificio de la Carrera de San Jerónimo.

Porque si el surrealismo evoca los sueños, éstos trasladan una fracción de la realidad que a veces nuestra mente cotidiana, en apariencia lúcida, no nos permite advertir. Lo decía Freud, pero hay también otros sueños, los de la razón que producen monstruos, como vaticinaba uno de Los Caprichos del genial pintor de Fuendetodos. Y, procedente de pagos algo más lejanos, convendrá quizás recordar las palabras del coronel Lawrence -el de Arabia- cuando en su obra capital “Los siete pilares de la sabiduría” reclamaba la importancia de los sueños que se viven despierto, los únicos que pueden convertirse en realidad, siempre según el anglo-irlandés, que uniera a las tribus árabes en un objetivo común, si bien políticamente inalcanzable.

Planteado de cualquiera de esas maneras el sueño, éste sin embargo no se hará realidad. El resultado de la moción está ya descontado: la iniciativa fracasará y el profesor seguirá produciendo nuevas ediciones de su “Estructura económica de España” y observando la evolución de nuestra vida política y social desde sus oportunos comentarios... esperemos que por muchos años.

Pero como proclamaba Unamuno en la universidad salmantina -y recordaba yo mismo en la moción que presenté en nombre del PP en octubre del año 2000-,“Venceréis, pero no convenceréis”. Y es que la razón no siempre se compadece con los números, por más que éstos constituyen siempre elemento principal de la democracia. Por eso, las palabras que elija pronunciar el candidato a la presidencia, las ideas que decida desarrollar -lo mismo que las que piense dejar en el tintero- podrán convertirse en un instrumento de no desdeñable desgaste para un gobierno fabricado en la mentira y en la ocultación permanentes, de una coalición que sólo se sustenta en la idea de la ocupación del poder, de unos socios que lo apoyan nada más que para deshacer todos juntos lo que la gran mayoría de los españoles conseguimos con no pocos esfuerzos desde que falleció el viejo dictador y nos propusimos que sus tiempos quedarían desterrados definitivamente.

Situados en este trance de la política parlamentaria, comprendiendo que el hemiciclo del Congreso aporta escasas novedades ya para quienes algún día pensaban en la función representativa como mecanismo de solución de nuestros problemas más que como factor de creación de conflictos, en los recovecos de sus sueños, el profesor Tamames quizás pueda devolvernos la esperanza de que sea todavía posible cantar las verdades del barquero, aderezadas con el lenguaje que tienen las ideas cuando se expresan con corrección y pretenden colocar en el supuestamente sagrado palacio de la representación soberana alguna racionalidad y sentido común. Y que quienes le repliquen salgan, al menos por un momento, de su confortable atalaya y abandonen el vituperio y los insultos. Porque este país necesita urgentemente, siquiera un pequeño paréntesis de buena política.

martes, 7 de marzo de 2023

La corrupción, el rayo que no cesa

Columna publicada en El Imparcial, el lunes 6 de marzo de 2023

En su libro de poemas titulado “El rayo que no cesa”, escribió Miguel Hernández los versos que decían: “Un carnicero cuchillo/de ala dulce y homicida/sostiene un vuelo y un brillo/alrededor de mi vida”. El cuchillo que aletea las existencias de los distintos regímenes políticos puede sin duda atender al nombre de corrupción. Afecta, insisto, a cualesquiera sistemas de organización del gobierno, pero se nota más en las democracias, en las que el silencio de los medios de comunicación es más complicado y subsisten algunos de los procedimientos de control externos a las administraciones públicas, muchas veces a pesar de lo que desearían éstos.

Con frecuencia se considera por el común de las gentes que los episodios de envilecimiento de las organizaciones institucionales deben tener por fuerza un componente económico. De esta manera, un “político corrupto” es el que saquea a la administración objeto de sus corruptelas con el fin de obtener un beneficio personal de la gestión realizada. No es el único de los escenarios posibles de este tipo de prácticas, aunque se trate del más común. El más generalizado, y además el más transversal de cuanto a las ideologías que dicen asumir los sujetos corrompidos. Se produce este fenómeno en todos los ámbitos del arco parlamentario, y como botón de muestra, ahí está la podredumbre situada en la derecha con el caso “Kitchen”, como en la izquierda con la reciente peripecia del asunto “Mediador”; lo están los nacionalistas vascos con el caso “De Miguel”, los independentistas catalanes malversadores de fondos o de Laura Borrás y su presunto troceamiento de contratos. Pero la corrupción no es sólo un problema que afecte a los políticos españoles, aunque en los últimos tiempos han demostrado éstos un consumado afán depredador; el caso Qatar o Moroccogate que ha afectado a la ex vicepresidenta del Parlamento Europeo, Eva Kaili, y al ex miembro de esa misma institución, Pier Antonio Panzeri, entre otros, está socavando los niveles de confianza institucional y de transparencia política de que presumía esta institución comunitaria.

Y la tosquedad -la cutrez- de los procedimientos empleados tampoco sabe de fronteras. Las maletas repletas de billetes de curso legal se unen sin solución de continuidad con las obscenas afirmaciones de quienes presumen de dolerles los dedos de tanto contarlos. Quizás tenga un componente más carpetovetónico de la singular ostentación española por el dinero mal ganado su uso en burdeles o en consumo de drogas en tanto que se disfrutan los servicios de las profesionales del oficio; cuesta imaginar que nos encontremos con ese tipo de individuos en una subasta en Sotheby’s para pujar por uno de los selectos muebles de la mansión Ashdown House, sólo por poner un ejemplo.

El “caso Mediador” ha arrojado un elemento de no pequeña importancia en cuanto al ámbito espacial en el que se producen este tipo de comportamientos. El atraco producido en una dependencia gubernamental o de un recinto de la administración pública de las numerosas que en nuestro país existen, hay sobrados precedentes, desde los tiempos del hermano de Alfonso Guerra y su ocupación de un despacho en la delegación andaluza del gobierno central. De ese procedimiento de actuación aprendieron otros, como ocurriera en la Comunidad Valenciana con Ricardo Blasco -que hoy cumple condena de cárcel por el “caso Cooperacion”-; pero no se recuerda, que se sepa, antecedente a la utilización del palacio de las Cortes, sede de la ya un tanto menguada en estos tiempos soberanía nacional, para asombrar a unos incautos empresarios ante el poderío que el diputado, agente corruptor de sus extraviadas conciencias, podría exhibir ante ellos. Cabe afirmar que el hábito hace a veces al monje, lo mismo que los aledaños al hemiciclo demuestran que quienes allí sientan sus reales lo son, diputados, y no personas comunes y corrientes.

En el momento en el que se escriben estas líneas todos los partidos están exhibiendo sus estrategias con las que -aseguran- podrá llegarse al fondo del asunto. Tengo para mí que la menos adecuada para ese fin es la que propone la creación de una comisión parlamentaria de investigación. Más allá de apuntarse al circo mediático que sus comparaciones deparan, no se pretende en ellas obtener resultado alguno que lleve al ciudadano afectado por el latrocinio a una idea clara de dónde han ido los dineros que pagó con sus impuestos, quiénes fueron los estafadores y si es plausible o no que devuelvan lo sustraído. Lenta, garantista y procelosa hasta acercarse al aburrimiento es la acción de los tribunales de justicia: pero con todos sus defectos es la única que podrá arrojar la luz que se pretende. Las investigaciones internas de las administraciones presuntamente estafadas no serán creíbles si sus gestores pertenecen al mismo redil que los sometidos a escrutinio: en esta proto-mafia en la que se ha convertido la política española nada resulta más increíble que un miembro de un partido se investigue a sí mismo, otra cosa es la eliminación del disidente y que tal hecho -como decía Don Vito Corleone en la película de Ford Coppola-, “parezca un accidente”.

Hay sin duda una excepción a lo afirmado. Es ésta la posible indagación de las administraciones europeas, también presuntamente estafadas. No llega hasta allí la larga mano de nuestros corruptos locales. Quizás a sus superiores designios, como en otros tantos supuestos de nuestras insuficiencias patrias, debamos acogernos. Eso sí, reconociendo que ese rayo -como decía el poeta- es incesante y revoloteará siempre sobre nuestras cabezas.


cookie solution