Octubre de 2015.
John Ashe, diplomático de Antigua y Barbuda y expresidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, fue detenido este martes en Nueva York acusado de aceptar sobornos de empresarios chinos.
La gravedad del caso (se habla de pagos de más de un millón de dólares a cambio de favores) y el perfil del protagonista (Ashe fue uno de los principales rostros de la ONU entre 2013 y 2014) suponen un duro golpe para la organización. De confirmarse el escándalo, este supondría "un ataque en el corazón de la integridad de las Naciones Unidas", tal y como reconoció el actual presidente de la Asamblea, Mogens Lykketoft.
El fiscal federal encargado del caso, el mediático Pret Bharara, fue más allá y aseguró que si las acusaciones son ciertas se confirmaría que "el cáncer de la corrupción que afecta a demasiados gobiernos locales y estatales infecta también a las Naciones Unidas".
La sospecha, sin embargo, no es algo nuevo para la ONU, que precisamente hace una década se enfrentó a uno de sus peores escándalos. Entonces, una investigación desveló que varios funcionarios de las Naciones Unidas estaban implicados en casos de fraude en el programa humanitario para Irak Petróleo por Alimentos, el mayor gestionado hasta entonces por la organización y que había movido unos 67.000 millones de dólares.
Aquel golpe, que marcó el 60 aniversario de la organización y dañó mucho su reputación, impulsó importantes reformas para reforzar la transparencia y el control.
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