miércoles, 24 de noviembre de 2021

Fernando Maura: «El Parlamento en tiempos de mi bisabuelo era de respeto, palabra e ironía»

Entrevista de F. Conde a Fernando Maura, publicada en El Norte de Castilla, el 24 de noviembre de 2021


El Aula de Cultura de El Norte de Castilla repasa este miércoles la vida de Antonio Maura, cinco veces presidente del Gobierno

Hay quien cuenta que el 21 de octubre de 1909, tras los sucesos de la Semana Trágica en Barcelona, don Antonio Maura, presidente del consejo de Ministros, presentó su dimisión al rey Alfonso XIII de este modo: «majestad, por mí y por todos mis compañeros». Sin embargo, el político mallorquín no jugaba al escondite, sino que, muy al contrario que en nuestros tiempos, asumía con responsabilidad lo que el pueblo gritaba en las calles, culpándole: «Maura, no». Pero Maura era mucho Maura, en todo. Y lo demuestra bien el estoicismo con el que afrontó los varios atentados sufridos, heridas graves incluidas, a lo largo de su vida. Y sobre esa posibilidad, la de un atentado en Solórzano, la villa cántabra a la que solía retirarse, levanta ahora su bisnieto, el abogado y también político Fernando Maura, una novela que recorre toda una época de la historia de España, magistralmente, y sobre la que se hablará en la próxima sesión del aula, como siempre, con el patrocinio de Obra Social laCaixa y Fundación Vocento.

¿Quién fue Antonio Maura?

-Don Antonio Maura, cinco veces Presidente del Gobierno en el sistema regido por la Constitución canovista de 1876, fue un político y abogado nacido en Palma de Mallorca en el seno de una familia acomodada, pero sin excesivos recursos, Maura se asoció pronto a Germán Gamazo, también político y abogado, vallisoletano, jefe de una facción del partido liberal que Maura heredaría a la muerte de aquél. Aliado después de Francisco Silvela, jefe del partido conservador, adoptaría su ideario regeneracionista con su slogan «la revolución desde arriba», que intentó llevar a cabo en sus dos primeros gobiernos; el segundo de ellos (1907-1909), o «gobierno largo» de Maura concluyó con la Semana Trágica de Barcelona y la desafección de don Alfonso XIII. A partir de entonces, España viviría en uno de nuestros habituales «antis» con el lema del «¡Maura no!», aunque aún Maura pudo ensayar tres gobiernos en el final de la monarquía, en los que no pudo llevar adelante su programa de reformas.

Su vida, personal y política, sin embargo, está muy estudiada, ¿qué aporta entonces esta novela?

-Aporta -creo- una mirada integral al personaje: su vida política, desde luego, pero también los recuerdos de su infancia, las circunstancias familiares, su pasión por la pintura, por la abogacía… Y aporta el contrapunto de la historia del anarquista que quiso acabar con su vida.

Maura sufrió varios atentados e, incluso, amenazas de muerte en sede parlamentaria, como la lanzada, ¡en su primera intervención!, por Pablo Iglesias en 1910. Curioso parlamentarismo aquel, ¿no?

Creo que el referido episodio no representa afortunadamente la historia del parlamentarismo español de la época. Aunque fue aquel un parlamento vivo en sus debates, constituyó también un espacio de respeto y de uso de la palabra y la ironía. El de hoy resulta bastante más limitado y mucho más zafio.

La historia de España de finales del XIX y principios del XX parece la preparación perfecta para un gran fracaso, ¿hubiera sido evitable?

-Creo que, con todas sus limitaciones, la Restauración fue un periodo de gran estabilidad que, si hubiera adoptado las medidas preconizadas por algunos políticos y pensadores de la época -Maura entre ellos-, habría evolucionado hacia una democracia plena, evitando entonces la Dictadura de Primo de Rivera, la República, el deterioro revolucionario de ésta, la guerra civil y la dictadura de Franco. Ni siquiera los historiadores se han puesto de acuerdo en cuanto al momento en el que esa evolución se convirtió en imposible.

Como político: ¿ve usted a España como un país indestructible?

-Bismarck dijo que a España no había quien la destruyera, ni siquiera los españoles. Sin embargo, la idea de la España que definimos a lo largo de la Transición está claramente en peligro, como consecuencia del cambio de criterio que está adoptando la actual representación del partido socialista, uno de los principales actores de la esta etapa de nuestra historia reciente. Corresponde a unos partidos -que parecen en ocasiones más empeñados en preservar sus propias parcelas de poder y remisos a adoptar las medidas necesarias para revertir el actual estado de la situación- y a una sociedad civil, cuando no atomizada inexistente, la reconexión con el espíritu de diálogo y de pacto de la transición. Dicho lo cual, considero que los instrumentos de que disponemos para esa tarea son muy endebles y la obra de demolición nacional es sin duda muy peligrosa. La destrucción no es inevitable, pero deberíamos hacer algo más que dolernos y llorar en soledad.

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