El final de ciclo que vive España ha visto cómo se añadía el pasado 21 de mayo un nuevo eslabón a la casi infinita cadena de problemas que nos afectan: el expresidente Aznar decidió romper su "silencio" (más que nada, defenderse de las acusaciones que se han vertido en relación con su persona); y lo hizo atacando a un medio de comunicación, para luego provocar un durísimo toque de atención a su sucesor en la presidencia de su partido.
No derrocharía Aznar toneladas de buen estilo, precisamente. La manera en que hizo el alegato de su inocencia resultó agresiva y acusatoria a la vez. Muchas veces se ha dicho -y se seguirá diciendo- eso de "matar al mensajero" y esto hizo ayer el expresidente. No gastaré desde luego una línea en defender a tal o cual grupo mediático, pero sí a defender la libertad de prensa, que es el derecho que tenemos los ciudadanos a estar informados.
Asoció Aznar a ese grupo con el también expresidente Berlusconi, mal socio económico, sin duda, pero también malo en el ámbito político, terreno en el cual Aznar podría tener que ofrecer alguna explicación seguramente; no en vano, el italiano ha sido su socio en algunos foros internacionales. Y hubo también chulería, y a raudales: eso de esperar que el grupo Prisa aguante para pagar las indemnizaciones que los jueces le impongan, no deja de resultar poco compadecible con el respeto a los procedimientos judiciales en marcha de que haría gala Aznar en otros momentos de la entrevista.
Me interesa más, sin embargo, lo que dijo respecto de los problemas del país y sus soluciones y, sobre todo, lo que vino a decir de Rajoy.
Aznar saltó a la yugular del presidente, le dijo que estaba destruyendo a la clase media, que permitía -¿profundizaba?- la falta de cohesión de España y que no actuaba políticamente.
Esas cosas han sido muchas veces dichas y mejor que las dijo Aznar, y sobre todo con mayor detalle -aunque una entrevista televisiva sea lo más contrario que existe a un programa de gobierno-; lo significativo es que las diga el padre putativo a su hijo sucesor. Además, que le mueva las aguas de un estanque tranquilo como lo son -aunque ya menos- las de los partidos tradicionales españoles.
Ha llegado la hora de la rectificación, le ha dicho a Rajoy y, si no lo haces, otros podrán venir a hacerla. Yo mismo estaría dispuesto, ha venido a contarle.
De cainitas y salvadores de la patria, está repleta la historia de nuestro país. Y de los "síndromes de la Moncloa" sabíamos que son profundos mientras uno sea inquilino de esa casa, pero no que su sombra fuera tan alargada. Aznar parecía dispuesto a volver, pero como dijo Oscar Wilde de uno de sus personajes, "tiene un largo futuro detrás de sí". Y también tiene un pasado. Aznar reivindicó su legado de 6.000.000 de puestos de trabajo creados durante su presidencia, pero no dijo que su modelo económico, un crecimiento basado en la construcción y en los créditos baratos ha sido principal causante de esta profunda crisis; tampoco dijo qué nuevo modelo tendría en mente para arreglar las cosas.
Pero es que además, Aznar fue el que puso a Blesa, que ha pasado una noche en la cárcel -no parece que no se le inculpe de nada, como dijo el expresidente-; puso a Rato al frente de la economía y este ha debido salir por la puerta de atrás en Bankia; puso a Mayor Oreja en interior, que ahora considera que todo lo que va mal en España lo produce ETA... Y puso, no lo olvidemos, a Rajoy, del que parece abomina ahora.
¿Es posible preparar algún cesto con estos mimbres? No lo sé. En todo caso, el toque recibido esa noche por el presidente a manos de su antecesor ha sido fuerte. Veremos si, a pesar de su inmutabilidad, el primero reacciona, y cómo. O se queda como un boxeador sonado en una esquina del cuadrilátero, esperando a que el arbitro pite el final del combate.
Los cementerios están llenos de personas imprescindibles.
ResponderEliminarAznar se cree imprescindible, se cree un poco Dios, es como un ser que está por encima del bien y del mal.
Sin embargo los sobres y pagos irregulares dentro del PP en su época de presidente le salpican directamente, incluida la superboda de su hija, plagada de imputados en delitos de financiación ilegal.
Hay, amigo Sake, para decir muchas cosas respecto de su gestión. Pero lo que dijo el expresidente el otro día suena más a toque de atención -no me pongáis en aprietos, que yo tambien puedo- que a otra cosa. De momento, Rajoy, fiel a su estilo, no ha movido ficha... Públicamente, se entiende.
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