Es difícil que un artista admita que ha copiado a otro, porque esa actitud requiere de grandes dosis de humildad -comentario este predicable de cualquiera, aunque no se trate de un artista, todo hay que decirlo. El que admite este hecho es el escultor y pintor vasco Agustín Ibarrola.
Visitamos a Agustín el pasado miércoles 29 de mayo. Formábamos parte de la comitiva, Felix Ortiz (empresario y entusiasta aficionado del mundo del arte), Martinho Soto (prometedor biólogo) y yo mismo. Siempre he admirado.a Ibarrola, su compromiso por la libertad ha sido una constante en su vida. No ha sido esta vocación objeto de atajos, como es frecuente observar en tantos artistas que --a la manera bíblica-- han vendido la primogenitura de sus convicciones a cambio del plato de lentejas de las ganancias económicas. Agustín no, él es un hombre insobornable, digno y un gran artista, además.
Le visitábamos en su caserío de Oma, a muy poca distancia de ese bosque pintado que los nacionalistas solo saben citar si se olvidan de su creador -nos recuerda el artista-. Nuestra embajada consiste en informarle acerca de un evento que se va a celebrar el próximo mes de septiembre, en Segovia: el "Hay Festival" en su edición correspondiente al año 2013. Félix Ortiz quiere organizar un panel que reconozca la obra de los tres escultores vascos más importantes de la posguerra: Chillida, Oteiza y el propio Ibarrola.
Mari Luz -la mujer de Agustín- nos recibe en la puerta de la casa, después de haber sido convenientemente advertida por los ladridos de su pequeño perro, que opera siempre como una especie de timbre avisador de las visitas más o menos intempestivas. "Agustín está atendiendo una entrevista", nos dice. Baja el artista junto con los periodistas y se funde en un abrazo con nosotros. Subimos al primer piso y allí nos instalamos para conversar unos minutos, antes de hacer un pequeño recorrido por su jardín, que el artista ha convertido en un pequeño museo de su obra.
Ibarrola se encuentra afectado emocional y físicamente por su reciente visita a Barcelona. Le han agasajado, han reconocido el mérito de su obra y de su persona y, a su regreso, en el aeropuerto de El Prat, sufría un mareo y un desajuste estomacal. Bebe breves sorbos de un vaso de manzanilla y nos refiere algunas de sus experiencias. Y surge, entre ellas, la de una de sus estancias en las cárceles franquistas.
"Imité a un artista francés que hacia "móviles", o esculturas en movimiento -recuerda-. Hice un cubo de papel plateado y cartón que sujeté al techo con unos hilos. En el interior del cubo, metí otros cubos más pequeños que se movían por el aire que corría en el interior de la celda y por los soplidos de los reclusos. Se pasaban las horas muertas viendo cómo se desplazaba el cubo grande y los cubitos. Incluso los guardianes soplaban a veces", comenta Agustín con ironía. "¿Y quién te hacia llegar esos materiales?", pregunta Félix. "Yo misma", asegura Mari Luz, muy segura. Porque Mari Luz ha sido -y aun sigue siendo- el anclaje más sólido que tiene Agustín con la realidad, siquiera tantas veces evanescente en los recovecos de la memoria de su mujer.
Surgen los recuerdos de Canogar, de Vazquez Díaz y el billete de 100 pesetas que entregó este a su mujer para que comprara a Agustín un cartón de Ducados... "¡Cómo debe de quererle el maestro a su marido para que le entregue semejante cantidad!", debió comentar alguien a Mari Luz. Surgen en el recuerdo Rosa Díez y Carlos Martínez Gorriaran -"El que mejor ha comprendido mi obra", asegura el artista.
Recorremos el jardín y nos volvemos a admirar por la riqueza y variedad de las obras del hombre que ha recuperado el arte en contacto con la naturaleza. Sus esculturas en acero cortén, sus traviesas de madera... Y regresamos, al caserío, de donde Agustín casi se diría que nos expulsa para que lleguemos a tiempo al restaurante para comer
Se te encoge un poco el corazón cuando abandonas su casa y dejas atrás a ese hombre bueno que sigue viviendo en libertad en el mismo corazón del nacionalismo vasco, que tantas veces se la ha negado, como antes hiciera el franquismo... mucho antes.
Un Gran artista Agustín Ibarrola consecuente siempre son su obra y su pensamiento, teniendo como meta la Libertad.
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