«Venimos, una vez más, convocados
por la UAM a debatir entre
los diferentes partidos políticos con representación
parlamentaria la situación del Sáhara. Para empezar, diré que se trata
de un debate muy oportuno, entre
otras cosas porque un asunto tan
importante como el del Sáhara para
nuestra acción exterior –y en alguna medida, también para completar nuestras responsabilidades
como antigua Potencia Colonial, porque
estas no concluirían hasta la
celebración del referéndum de
autodeterminación-, no se encuentra en los últimos tiempos en el debate público en España, más allá de acontecimientos
de importancia puntual, y hasta cierto punto de vista fugaz, como la huelga de hambre
de Aminetu Haidar en el aeropuerto de Lanzarote, la devastación por
Marruecos del campamento de Gdeim
Izik en el Aaiún, o el reciente
fiasco que se ha producido por
la resolución de Naciones Unidas con ocasión de la propuesta de incluir en el mandato
de la Minurso la observación del estado de los DDHH en su ámbito de actuación.
Pero estas son situaciones que, lejos de situar
bajo los focos una cuestión tan
importante como es la del Sáhara y
el cumplimiento del compromiso de España y del conjunto
de la comunidad internacional con su población, arrojan solamente pequeños flashes
que se podría decir se agotan por sí mismos en un totum revolutum del diario y constante
fluir de noticias, en el que solo terminan destacando los cuantiosos casos de corrupción, la crisis económica,
los desafíos soberanistas o, para salir de nuestras fronteras, la definición de
una UE sumida en una profunda crisis de legitimidad, la guerra civil en Siria o
si ha estallado una nueva primavera árabe, esta vez en Turquía, solo por poner
algún ejemplo.
Lo hemos dicho muchas veces a nuestros compañeros y amigos del POLISARIO: a pesar de la
gravedad de la cuestión, de la implicación que tiene respecto
del Sáhara España, de lo que significa nuestra afectación por lo que
ocurre y pueda ocurrir en el Magreb, se trata de un asunto que no está en el debate
público y, por supuesto, tampoco en el publicado.
Se trata de una responsabilidad
que compartimos, desde luego. El
interés, primero, de las autoridades políticas de los diferentes gobiernos que se han venido sucediendo, porque
este posible debate público
permanente en España sobre el Sáhara
pondría en serios aprietos la política de acercamiento que ha venido siguiendo
nuestro país hacia los intereses
de Marruecos (o de Francia, que
viene a ser lo mismo); la dependencia que generalmente tienen los medios de comunicación respecto
de los poderes públicos; la secular indiferencia
que tenemos los españoles respecto
de las cuestiones de la política exterior...
Todo eso es cierto, es el escenario del viejo
asunto de los intereses creados, donde eso de la realpolitik
(que a veces es la más pobre expresión de los intereses
de un país, muchas veces confundidos
con los intereses
de ciertas personas concretas o de determinadas empresas),
eso del realismo político, condiciona
actitudes y determina las consecuencias
de la política española. Es cierto; pero los intereses
creados no siempre lo son tales sobre
lo que podríamos definir como los
intereses verdaderos o
verdaderamente reales de los países concernidos.
Está claro, pero me gustaría también aprovechar
esta ocasión para salir del ámbito general del aparente
consenso básico
que generalmente se produce en estas jornadas, un consenso
que viene a decir algo así como que
todos constatamos que las cosas del Sáhara están mal, que los gobiernos no
cambian de actitud, que los saharauis lo están pasando mal (especialmente ahora,
como consecuencia
de la reducción de ayudas correspondientes
a la cooperación internacional, lógica
aunque solo hasta cierto punto dada la crisis económica
que nos afecta), pero que, frente a
esa actitud, los que nos sentamos aquí no participamos de esa forma de
actuación, y que nuestras acciones las preside
un espíritu muy contrario a lo que
se viene imponiendo por los gobiernos en el transcurso de los años.
Ese sería el consenso
habitual en estas jornadas. Pero, ya digo, me gustaría aprovechar la
oportunidad que me conceden y la
altísima representación
saharaui que aquí se congrega para formular una tesis que yo llamaría la del
doble compromiso.
Y me explico: el Frente POLISARIO y el gobierno de la RASD, una vez
acabada la guerra entre Marruecos y el Frente
POLISARIO, a partir de 1991, y en cumplimiento de los acuerdos que llevaron al
alto el fuego, concentraron su
actuación en el marco diplomático. Más
de dos décadas han transcurrido desde entonces, de una apuesta que apenas si ha
obtenido resultados significativos.
Junto a ello, Marruecos,
conocedor de que el tiempo juega a
su favor, se emplea en ese particular tablero de juego en dejar pasar reuniones y convocatorias,
y mientras tanto, continuar con su acción represiva sobre
los ciudadanos saharauis en los territorios ocupados, a la vez que anuncia su
intención de plantear una autonomía
para el Sáhara. Una represión que es efectiva, y una autonomía que no lo es, y seguramente no lo será, porque
solo se pone sobre la mesa como la propuesta marroquí en el referéndum, que ya no sería de autodeterminación, sino
de autonomía... o nada.
Poco ha
cambiado, salvo la represión en los territorios ocupados y la penuria que
se extiende entre los refugiados en Tinduf, una penuria que crece -lo decía antes- como
consecuencia de la crisis que afecta
a los países occidentales, especialmente a los europeos y más en particular a
España.
Y casi 25 años después de la guerra, está creciendo una nueva generación en los territorios
ocupados y en los campamentos. Una generación que ya no entiende demasiado de
una estrategia que no ofrece salidas,
porque apenas consigue nada, y que
llama a la insurrección, a una nueva
intifada, ahora en versión saharaui.
Urge, por lo tanto, un cambio de actitud. Y no me refiero a regresar a la guerra, tampoco
a provocar una intifada saharaui. Nadie habrá más distante de esa posibilidad
que quien les habla. No me refiero a
eso, pero sí a una estrategia que ponga a cada uno (a los gobiernos, a los
partidos, a las instituciones internacionales) frente
al espejo de sus propias responsabilidades.
Una actitud que señale la existencia de una especie
de semáforo ámbar, que diga que la luz roja de la frustración y la ira está ya
cerca, y nuestro deber es conjurarla
mediante una nueva proactividad que genere
esperanza y alternativas reales
que conduzcan al Pueblo Saharaui, y
sobre todo a los Jóvenes, a un nuevo
horizonte de futuro.
Pero no solo se trata, desde luego, de un compromiso
del Frente POLISARIO y del gobierno
de la RASD. También se trata de la transformación del compromiso por parte de los partidos que apoyamos la
causa saharaui, acompañando de
manera nítida a los saharauis en sus exigencias. En lo que nos pidan. Sin
ambigüedades, ni dobleces, ni subterfugios.
Un doble compromiso que debe nacer de la valentía y de la
necesidad. De la valentía de quien sabe reconocer que cualquier recorrido tiene un límite, y de la necesidad de ofrecer respuestas
a las jóvenes generaciones, que tienen derecho
a un futuro sin privaciones innecesarias y, sobre
todo, en libertad. Un compromiso doble que afecta -desde nuestro punto de vista-
al POLISARIO y al gobierno de la RASD, pero también nos afecta a nosotros, a
quienes debemos apoyarles sin reservas.
Y en la parte que nos corresponda -y nos corresponde- en ese compromiso, Unión, Progreso
y Democracia, se lo aseguro a todos ustedes, sabrá estar a la altura de lo que
se le exija.»