Publicado originalmente en El Español, el día 29 de marzo de 2016
En una entrevista que publicaba el diario ABC este 27 de marzo, el exministro, Jaime Mayor Oreja, afirmaba que «La izquierda ha expulsado al PP del terreno de juego con el apoyo de Ciudadanos».
Lamento discrepar de la opinión de mi amigo Jaime Mayor, con quien tantas batallas he compartido en épocas tan difíciles como las que vivimos para las ideas del centro-derecha, en particular y de la democracia y España, en general. Pero debo disentir porque creo que la afirmación que hace es injusta en lo que se refiere a Ciudadanos.
No solo Ciudadanos no ayuda a expulsar al Partido Popular de terreno de juego alguno, sino que lo que precisamente pretende es generar una coalición de gobierno en la que estén presentes el PP y el PSOE, además de Ciudadanos (en este último caso por responsabilidad, ya que aritméticamente no sería necesario su concurso). Un esfuerzo que se une al ya realizado por Ciudadanos como mediador entre dos partidos —PP y PSOE— que ni siquiera se dirigían la palabra y que propició la elección de la Mesa del Congreso.
Lo que ocurre más bien es que Jaime Mayor, al igual que los actuales dirigentes del PP, se olvida del relato de lo ocurrido hasta ahora, desde que el Presidente del Gobierno en funciones rechazara el ofrecimiento de S.M. el Rey de asumir el encargo de la investidura. Quizás Rajoy considerara entonces que don Felipe esperaría a que la cuestión se pudriera para repetir la petición. Pero no fue así, y el que la recibió fue el candidato socialista. Y con él había que negociar, porque no otro era quien debería defender su investidura ante el Parlamento. Ese es el relato y no otro. Nunca hubo la posibilidad real de negociar con el PP, porque Rajoy, insisto, no aceptó el encargo.
Claro que Sánchez tenía otra posibilidad diferente a la del acuerdo con Ciudadanos: la de pactar con Podemos y con los separatistas (una posibilidad que, cuando se escriben estas líneas, aún no ha quedado definitivamente despejada, por cierto). Un pacto para un gobierno social-populista con el apoyo independentista, que pondría en marcha una serie de referendos de autodeterminación en buena parte de la España periférica, además de un programa económico inasumible para la recuperación de nuestro país e impresentable en la UE.
Evitar esta posibilidad ha sido la principal estrategia en la que se ha empleado Ciudadanos, logrando para ello un pacto escrito que contiene 200 propuestas para el cambio. Una estrategia que ha sido falseada por los dirigentes del PP, presentándola como el eje de un supuesto acuerdo entre el partido de Rivera con el PSOE y Podemos, al que en ningún caso Ciudadanos estaría dispuesto a sumar sus votos.
Más cercano a la realidad sería considerar que ha sido el propio PP quien se ha autoexpulsado de todo acuerdo, negándose a aceptar la petición del Rey. Jaime Mayor asegura en esa misma entrevista —justificando el rechazo de Rajoy— que «el escenario estaba predeterminado», y que era «el aislamiento del PP».
No existe, sin embargo, mayor predeterminación que situar las reflexiones propias de forma que coincidan con el diagnóstico que uno mismo ha realizado con carácter previo. ¿O no es que el PP, y no Ciudadanos, ha sido quien se está expulsando a sí mismo del juego político dada su tibia —por llamarla de alguna manera— respuesta a su propia corrupción? Mayor responde en la entrevista en relación con este asunto de forma un tanto enigmática: «La corrupción —asegura el exministro— está en la sociedad, la crisis está en la persona. Y tiene su reflejo en la política».
Mayor Oreja ha hecho desde —por lo menos— los finales de los 80 el discurso del error político consistente en el «vista a la izquierda» uno de sus paradigmas políticos más caracterizados. En ocasiones lo ha hecho desde el acierto, en otras no. Sin embargo, lo que está ocurriendo en España es que los viejos partidos creados durante la transición no están pasando el corte generacional. El partido en el que milita Jaime Mayor, por ejemplo, tiene una media de edad de votantes que se situaría en torno a los 65 años. Con el inconveniente adicional que, de los 200.000 fallecimientos anuales que se producen en España, una buena parte engrosa ese electorado del PP; un partido cada vez más rancio y con menores reflejos para entender a la sociedad española más joven que, con enormes dificultades, se va abriendo paso entre nosotros, y que quiere construir una segunda transición. Que no sea la recreación de las dos Españas —como también sugiere Mayor que está ocurriendo—, sino el paso de una democracia de partidos a otra de ciudadanos.
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