viernes, 5 de mayo de 2023

Una pieza teatral en la Puerta del Sol



Publicado en El Imparcial, el 4 de mayo de 2023

El kilómetro cero de España no podía desmerecer en este pandemonio de la precampaña electoral, en la que el todos contra todos, a la búsqueda de un puñado de votos, se estrella ante la indiferencia de un país que prefiere que gobiernen sus días “las mantequillas y el pan tierno” gongorinos, en un puente que se diría más estival que primaveral.

La preferencia de las playas de Levante a los exabruptos de nuestros gobernantes no se debe sólo a este clima en el que el verano ya aparece en todo su esplendor o a la acogida de los hosteleros locales, dispuestos a sacarse la espina de tantos meses de pandemia; por el contrario, se diría que los ciudadanos asistimos con estupor a la desmedida utilización de las instituciones para la práctica del pin-pan-pum, donde los boxeadores son profesionales en esquivar los golpes y los “sparrings” -los que recibimos los mandobles- somos todos los demás.

Porque no existe detrás de los desplantes del ministro Bolaños a la presidenta Ayuso, o de la incorrección de ésta respecto de aquél, otra cosa que una escenificación teatral para el consumo de los telediarios de la noche y de los medios que a continuación se harán eco de la noticia; más allá, por supuesto, del coro de hooligans que desde una y otra parte de las tribus partidistas enfrentadas amplíen los ecos de las disputas, como si detrás de ellas hubiera algo más que una representación, por cierto, bastante desafortunada por parte de los actores y en su declamación.

Decía que somos los ciudadanos los que recibimos los golpes de verdad, porque somos nosotros los que tendremos que pagar en los próximos meses un IRPF que el gobierno ha sido incapaz de deflactar, los que pagamos una cesta de la compra en la que el IVA cero del pan no ha servido para nada, los que asistimos incrédulos a un debate sobre cómo se debe utilizar el agua existente mientras que nadie parece tomarse en serio la verdadera escasez hídrica que nos anuncian los nuevos tiempos del cambio climático, que además supone el peligro cierto de que nuestro paraíso turístico esté más que amenazado (¿quién vendrá en un futuro a pasar sus vacaciones a una España en la que las temperaturas asciendan a más de 45º en pleno verano?).

No se habla ni se hablará de todo esto, porque a ninguno de los dos contendientes, hábiles en la finta y en el juego de piernas y en evitar los golpes que de verdad les conduzcan al K.O., tienen soluciones para esos problemas ni les interesan esos debates. Tampoco el de la sostenibilidad del sistema de las pensiones, la grave crisis de atención que navega por todos los mares, ríos y charcas de nuestra Administración, el desempleo juvenil o la construcción de viviendas sociales. Mejor resulta sacarse de la manga leyes que a todas luces empeoran la situación de la violencia de género, de la oferta de pisos en alquiler o de practicar el mantra de que buena parte de los gastos incurridos los pagarán los ricos, cuando ya casi nadie ignora que los pudientes de verdad conocen muy bien cómo escaparse a los paraísos fiscales, en tanto que, una vez más, los impuestos los seguirá apoquinando la clase media, ya tan castigada por estas y otras medidas, que ya casi empieza a caer en la abrupta sima de la proletarización. Sólo le salvará -en el caso de que continúe sintiéndola- la autoestima que mantiene y la voluntad de salir adelante a través de su propio esfuerzo.

Y esa clase media, ese ‘Juan español’ que aún pelea todos los días por su dignidad y la de su familia -que al cabo es la de todos-, no parece que entiende demasiado de la nueva cultura ‘woke’ (algo así como la ideología de los que están más despiertos que otros) que ha inundado las universidades norteamericanas y que impregna los movimientos del ‘Me too’, del ‘Black lives matter’ y que nos ofrece el pintoresco resultado de una nueva versión de Heidi en la que los personajes de Johanna Spyri son actores (y actrices, perdón) de color negro, seguramente porque el cambio climático también ha llegado a los Alpes y ha tiznado de carbón a sus habitantes.

En este juego de falsedad, en este tinglado de la antigua farsa, la Puerta del Sol ha constituido una vez más la oportunidad perdida de recordar la gesta de ese pueblo de Madrid que, resistiendo al invasor, fue capaz de forjar una nación española construida desde el sufrimiento y la derrota.

Ya lo decía don Antonio Maura en la localidad cántabra de Beranga, en el año 1916: “Las naciones no mueren por débiles, sino por viles. España, hace siglos, no murió porque las bayonetas napoleónicas arrollaron a sus hijos, donde la mataron fue en Bayona y en Valencey, y donde resucitó fue en el Madrid del 2 de mayo, en Zaragoza y en Gerona. No importa que un enemigo entre, asuele, arrase, extermine y llegue a Cádiz. ¡Mientras el corazón español aliente firme y lealmente, la Patria vive y la Patria resurgirá!”.

No tengo mucha esperanza ni confianza en ese resurgimiento en los tiempos que corren, pero dicho queda por si existe alguien a quien esas cualidades -la confianza y la esperanza- aún le asistan.

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