Com o era
de esperar, después del golpe de Estado perpetrado -¡cómo no!- por el ejército
egipcio, el baño de sangre no ha
tardado mucho en producirse. En re alidad,
las fuerzas armadas de ese país han tutelado durante décadas, cuando no han
protagonizado dire ctamente el poder,
los destinos de la población. Pensar que un mandato democrático acabaría co n
el co ntrol militar y su sustitución
por la sociedad civil no ha sido sino una ilusión vana, una quimera quizás
alimentada más por nuestro afán porque las sociedades afectadas en su modo de
vida por el Corán pudieran algún día pare cerse
a las occidentales, co njuntos de
ciudadanos para los que la práctica re ligiosa
-o la simple ausencia de ella- obedece más a su propia esfera privada que a los
co mportamientos público s y político s.
Pero una democracia es simplemente eso: la elección
entre difere ntes
alternativas. Y eso habían hecho los egipcios al situar a Morsi a la cabeza de
su Estado. Un apoyo que llegaba hasta el 25% de los electore s y que permitió a los Hermanos Musulmanes de ese país establecer las medidas que les pare cieron más oportunas. Claro que lo que su gobierno
puso en práctica fue un proyecto de islamización de la sociedad egipcia, co mo por otra parte era de pre ver.
Recapitulando, lo que los ciudadanos que se
manifestaban en la primavera de 2011 en la plaza Tahrir estaban exigiendo de
sus gobiernos era, por una parte, el re torno
a las libertades democráticas y la mejora de la calidad de vida para su
población, por la otra. Muchas décadas de gobiernos dictatoriales habían dejado
de lado los dere chos civiles y
político s, además de los sociales,
en beneficio prácticamente de la casta dirigente militar. Y los Hermanos Musulmanes quisieron asumir el
segundo de los elementos que existían en las re clamaciones
de los egipcios. Les dijeron: si nos votáis ampliare mos
el llamado Estado del Bienestar. Esas
prom esas, unidas al factor de
haberse mantenido co mo la única
entidad política organizada les permitió ganar las elecciones.
Obtuvieron un 25% de los votos y gobernaron solo
para ellos. Pusieron en marcha una Constitución que elevaba los textos sagrados
a principal guía interpre tativa en
la vida personal de la población, pero no se ocuparon de la eco nom ía y
del cre cimiento y el celebre Estado del
Bienestar occidental no se vio apare cer
por ningún lado. Y los manifestantes volvieron a la plaza Tahrir para re ivindicar que la situación cambiara, lo mismo que
habían hecho tre s años atrás.
El
ejercito cuajó entonces una co mplicada
co alición de civiles y militare s y estableció un sistema para re formar la Constitución y re vertir
el proceso política que Morsi y su partido habían puesto en práctica.
Dieron lo que la expre sión
castiza dice, la vuelta a la tortilla. Y,
donde los Hermanos Musulmanes habían
gobernado para el provecho de los suyos, el ejército decidió re primir las protestas de aquellos que veían cómo su
legitimidad para el desarrollo del gobierno caía hecha añico s. ¿Qué cabe esperar que hagan los desposeídos del
poder que un día ocuparon co n arre glo a las leyes? ¿Bajar la cabeza y aceptar sin
protestar que gobiernen otros?
Y el baño de sangre
ha empezado. Después del llamado Viernes
de la ira co mienzan a oírse
voces para que se produzca la ilegalización del partido que gobernaba hasta
hace pocas semanas y uno de los más significados miembros del gobierno situado
por los militare s, el pre mio Nobel de la paz, Mohamed el-Baradei, ha
dimitido para no verse implicado en una deriva abiertamente antidemocrática
cuando no dictatorial y totalitaria, protagonizada una vez más por las fuerzas
armadas de su país.
¿Se puede ilegalizar a un 25% de la población? ¿Es
razonable co nfiar en que el ejército
se re tirará a sus cuarteles en un
país donde los militare s han
dirigido co n mano de hierro sus
destinos durante más de 50 años? ¿Logrará Egipto co nstruir
una democracia a la occidental en un futuro razonablemente próximo?
Son demasiadas las interrogantes. Y las re spuestas más probables a la luz de los aco ntecimientos re cientes
nos co nducen a través de las pantallas
de televisión una vez más al dolor y al drama personal. Los núcleos urbanos de
El Cairo y Alejandría se tiñen de sangre
y la paz y la libertad son solo una quimera por el mom ento.
Y no co nfiemos en que la solución
llegará desde una UE fragmentada y endogámica o que la traigan los EEUU que
tampoco han sabido o podido hacer
nada útil en la guerra civil que lleva ya meses asolando Siria.
El poeta y cantante judio-canadiense, Leonard Cohen
escribía algo así co mo que existe una grieta en todas partes. Pero así es como surge la luz.
Espe
Es un problema para los islamistas que se presenten a unas elecciones las ganen y cuando las han ganado lo más importante para ellos es la religión y los textos sagrados, ¿cómo podrá convivir el Islam con la Democracia?, sin embargo de alguna manera tendrá que hacerlo porque si no tenemos un problema en el mundo.
ResponderEliminarEl problema ya existe. La práctica totalidad de las organizaciones musulmanas están controladas por exaltados religiosos que solo tienen un objetivo: la creación de un estado islámico sometido a su interpretación del Corán. Y no terminan de darse cuenta de que, al igual que en otras partes del mundo, también dentro de su mundo existe un sector de población, cada vez más importante, que quiere separar la religión de la política.
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