domingo, 15 de diciembre de 2013

Elecciones en Venezuela


Han tardado algún tiempo las autoridades electorales venezolanas en publicar los resultados de los últimos comicios celebrados en ese país hispanoamericano. Unos resultados que han producido sentimientos contrapuestos, de alegría y de congoja, ambos mezclados, en el gobierno de Maduro y en la oposición de la MUD. Planteadas por esta última como un plebiscito respecto de las medidas que —de manera específica en el ámbito económico, pero también en el político— había tomado Maduro, el resultado no ha sido todo lo magnífico que unos y otros esperaban. Los socialistas oficialistas han obtenido el 49% de las 335 municipalidades en juego y algo menos de 4.600.000 votos; la oposición de la Mesa consigue el 42% de las alcaldías y algo menos de 4.300.000 sufragios, pero también las más importantes ciudades.

Convendría hacer alguna reflexión sobre el asunto.

La primera tiene que ver con la participación, que no ha alcanzado el 60% por algo más de un punto. Lo que significa que la oposición no ha conseguido movilizar a su electorado, hecho de no poca importancia cuando las presentaron como elecciones plebiscitarias.

La segunda, con la naturaleza de estas elecciones. Las locales son convocatorias en las que la política desempeña un papel solo relativo, en especial la gran política, la nacional. Claro que habrá quien me recuerde que las municipales españolas de 1931 trajeron la república, pero no me negarán que, por lo común, este tipo de elecciones son las más despolitizadas de las que existen en los procesos democráticos. Hay un dicho español que afirma: en generales se vota a los partidos nacionales, en autonómicas a los regionales y en municipales a los candidatos a alcalde. Algo parecido ha ocurrido en estas.

Únase a la explicación anterior el hecho de que en las municipalidades más pequeñas, en especial las rurales, el chavismo ha dispuesto de mayor capacidad de control y de intimidación que en las grandes ciudades, en las que se ha producido un avance significativo de la MUD.

La cuarta idea es que la estrategia de Maduro, consistente en un saqueo controlado de los comercios, ha funcionado. Las medidas populistas pueden tener la desventaja de que no se asocian a planteamientos de ninguna ortodoxia en su dimensión económica o política, pero resultan inteligibles para los ciudadanos.

La última, que la oferta de medios de comunicación no es más libre en Venezuela con el paso del tiempo y del azote del bolivarismo, sino al contrario. Globovisión vendida al poder económico chavista, lo mismo que otros medios otrora libres. La contienda electoral no ha sido —no lo ha sido nunca en los tiempos actuales revolucionarios— igualitaria. Es muy difícil el ejercicio de la política en estas condiciones.

Sirva esto para explicar la apretada victoria o la corta derrota —según se vea— de Maduro y de la MUD. Lo cierto es que la tendencia del gobierno venezolano de olvidarse de las reglas de la economía de mercado deberá conducirle, más pronto que tarde, a la decisión definitiva: abolir la Constitución —que es, por cierto, el camino emprendido por Maduro con su famosa Ley Habilitante—, implantando un régimen de dictadura social-populista o rendirse ante la evidencia de que sus políticas económicas sólo llevan al empobrecimiento de un país desabastecido y desorientado en tanto hace largas colas frente a los supermercados. Una evidencia que le llevaría a la pérdida del poder y al restablecimiento de la democracia en ese país.

Con seguridad, la oposición sabrá obtener una lección de esta convocatoria; y pronto, pues la natural tendencia del régimen le lleva más a prescindir de elecciones que a convocarlas. Lo que sí está claro es que la deriva dictatorial del chavismo está también inficionada de corrupción. Las conexiones denunciadas por la periodista Emili Blasco entre el socialismo de Maduro y las FARC, convirtiendo a Venezuela en un inmenso almacén en el que entra y del que sale la droga con destino a Europa, nos muestra el verdadero rostro se un régimen que, amparándose en el populismo, sólo sabe enriquecerse y arruinar a sus conciudadanos. El capitalismo bolivariano está hecho de contrabando ilegal y de perversas compañías.

Una mafia más, una cosa nostra que no podemos por menos que denunciar.

1 comentario:

  1. Cuando la corrupción avanza la democracia retrocede, es el caso de Venezuela.

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