martes, 21 de enero de 2014

Apuntes de una conversación


Esto de la política tiene sus cosas. Unos días arrastran a otros con sus dificultades. A veces —por eso de no levantar la vista mucho más allá de los acontecimientos del día— crees que vives en el estancamiento. Pero basta con mirar hacia arriba y en perspectiva para darte cuenta que los proyectos avanzan y que en ese recorrido quizás hayas tenido tú mismo algo que ver.

Y entre estas cosas de la política —jamás una práctica anodina, desde luego— está la de conocer personas. Como es el caso de mi interlocutor de la pasada semana, cuyo nombre no citaré, por aquello de que las impresiones que suscitan en nosotros personas y hechos no siempre son las mismas para ellas.

Pues diré que mi interlocutor me hablaba de su trayectoria política, que le había llevado a fundar dos partidos políticos —los dos desaparecidos ya. Y a mi pregunta de si con eso ya había quedado satisfecho desde el punto de vista de su contribución a la innovación de la política en España, me contestaría: «De momento».

Y fue entonces cuando empezó a referir su nueva idea.

Para mi amigo, no sólo la relación de los partidos políticos con la sociedad, sino el mismo espacio público ha cambiado con la aparición de internet y las nuevas redes sociales. Las instituciones que hoy sirven para la representación de los ciudadanos, lo eran en función de los antiguos métodos de conexión sociales. La prensa se correspondía con un tipo de democracia representativa que centraba en el parlamento la esencia del sistema, y no se debe olvidar que los cronistas políticos comenzarían su andadura en las cámaras de representantes. Luego vino la radio y, en seguida, la televisión, modificando de manera radical el comportamiento electoral y los hábitos de los ciudadanos y sus representantes. Desde el ya célebre debate presidencial entre Kennedy y Nixon de septiembre de 1960, en que, según se dice, ganaría el segundo para quienes lo siguieron por la radio y el primero para quienes lo hicieron por televisión, ya la caja tonta sustituía al foro parlamentario como eje de la política nacional.

Hoy ni siquiera los artículos de opinión —como este mismo que leen ustedes— suscitan la misma capacidad de influencia que un tweet, que ha venido a modificar el ámbito de la comunicación pública y privada. Lo que no quepa en los conocidos 140 caracteres sobrepasa lo que se deba decir. Margaret Thatcher decía a sus colaboradores que lo que no cabía en una cuartilla no se podía leer y, por lo tanto, no servía para nada, de modo que sus colaboradores se pasaban los días y las noches podando sus informes de toda la hojarasca que se les pudiera haber colado. Hoy ya ni siquiera la cuartilla. Y ya veremos por donde va el mundo en el futuro.

Y volviendo a mi interlocutor, ya todas serían instituciones del pasado. Los parlamentos, solemnes pérdidas de tiempo; los partidos, unas estructuras creadas para que el poder sólo se pueda compartir entre un reducido grupo de amigos. De esa manera, únicamente lo que circula en la red cuenta para algo y se debería desterrar todo lo que no se sitúa en ella.

Un nuevo espacio público en la red que, a la manera de las bandadas de pájaros, forman un colectivo que se mueve en función de lo que le dicten su inteligencia y su instinto. Una especie de sentimiento colectivo que actúa en masa, pone y quita gobiernos y utiliza sus instrumentos para controlarlos.

Una idea sugestiva. Pero, le digo, ¿Dónde quedaría en ese esquema Popper y su huida de la tribu? ¿Dónde el concepto de ciudadano, de individuo? ¿O es que este diseño no nos lleva precisamente a las sociedades primitivas donde nada de lo que se mueve se produce sin el conocimiento y el consentimiento de los jefes de esas entidades?

«Viejo liberal, seguiremos hablando», me dice. Pero yo observo que mis palabras le han producido una cierta mella. Aunque yo no sepa tampoco muy bien si este mundo en el que vivimos ha condenado definitivamente a los arcanos de la historia a esos elementos que configuraban los ejes de nuestra representación. A nuestra generación —con mayor o menor dificultad— nos han servido ¿pero a las siguientes?

1 comentario:

  1. Hay una generación que ha vivido todos los cambios en todos los sectores, trabajo, familia, política, sociedad.... y sigue viviéndolos. Lástima que cuando llegamos a determinado límite de edad nuestras capacidades mermen y sea necesario dejar paso a los jóvenes. Nuestra obligación (la de todos) es dejar en buenas manos lo aprendido y experimentado.

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