martes, 7 de enero de 2014

Enemigos de Europa


Sabido es que el nuevo fantasma que recorre Europa —el populismo— no parece que vaya a tener un efecto excesivo en las próximas elecciones en nuestro país. Quizás porque ya no es uno, sino diecisiete, quienes pretenden defender esencias e identidades (como lo hacen los UKIP en Reino Unido, Front National en Francia o Amanecer Dorado en Grecia), se dedican en España a desmontar lo poco que nos queda de Estado o se refugian directamente en la abstención y el silencio, estos últimos los peores remedios posibles para combatir las enfermedades de nuestro tiempo. 

Pero no por eso deja de constituirse el populismo en un problema para España, acaso el más grave que nos afecte en nuestra condición de europeos. 

Algunos medios de comunicación lo han denominado como el fenómeno Tea Party europeo, otros lo llaman la extrema derecha populista. Y tampoco todos se ponen de acuerdo en quiénes componen exactamente este grupo, contando con agregaciones de euroescépticos o sólo con los que se manifiestan contrarios a la existencia de la Unión Europea. 

Es un problema grave porque décadas de trabajos y de acuerdos entre los gobiernos y de actuaciones de la Comisión Europea han construido un espacio institucional muchas veces opaco o —al menos— incomprensible para los ciudadanos. Un ámbito al que se va, además, siempre para obtener algo o para culparle de algo: es el meritorio éxito de buena parte de los dirigentes nacionales en la defensa de Europa, podríamos decir en afirmación no exenta de ironía. 

Saco de todos los golpes, Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo —a propósito, ¿no son demasiadas sedes?— han sido condenados sumariamente y sufren su correspondiente ejecución en las elecciones europeas, en las que además de no debatir sobre proyectos europeos sirven para que los ciudadanos muestren su rechazo en forma de voto de castigo a los inevitables en otros procesos electorales partidos de gobierno. 

Y la resultante de esas circunstancias será que, en primer lugar, y de acuerdo con las encuestas que se manejan, es muy posible que en países que han sido clave en el proceso de construcción europea, ganen los antieuropeos o euroescépticos. Podría ser este el caso de Francia, donde el partido liderado por Marine Le Pen ha sido saludado nada menos que por Le Nouvel Observateur como «2014, el año de Marine». Y en otros países, que siempre han debatido su presencia en las instituciones europeas, como es el caso del Reino Unido, el UKIP de Nigel Farage cuenta con todos los ases en esta partida. 

Un Parlamento Europeo que a sus competencias de siempre añadirá la de la elección del Presidente de la Comisión, y que estará inevitablemente más escorado hacia el populismo de la extrema derecha y del antieuropeísmo. Y lo hará cuando más falta nos hace el avance hacia una Europa más integrada, más fuerte, más representativa... Es decir, una Europa Federal. 

Y dará también argumentos a quienes parecen no desear que la Unión avance en un sentido claramente federal. Una Europa que se haga a base de acuerdos entre Estados, que difumine el peso de la Comisión Europea y margine a ese Parlamento en el que se escondan personajes tan malignos como algunos de los indicados y muchos otros que forman parte de ese lamentablemente amplio abanico. 

La idea, el proyecto, el futuro de Europa sufriría una herida que seguramente no sería capaz de acabar con su vida, pero sí de ralentizar su necesario proceso. 

Eso no sólo no es bueno porque nos pueda gustar más o menos Europa, ente al que hemos convertido muchos españoles en nuestro mantra sagrado en los peores años de la dictadura franquista. No, porque la palabra y el concepto pueden no decir lo mismo a todos. Pero es que Europa es un espacio de libertad, de oportunidades. Y es la masa critica en la que se podrían encontrar las soluciones a los problemas que nos afectan: desde los que ya se están planteando, como la unión bancaria, a otros que no siquiera están todavía en la agenda -deuda pública, seguro de paro, pensiones...

El esfuerzo de estos próximos meses debería en mi opinión incorporar al debate esta cuestión y armarnos de argumentos que hagan posible el refuerzo de las ideas que permitan construir esta Europa de ambiciones.

5 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. En nuestras manos esta minimizarlo ; votando o elevando el debate, como en este buen texto. Confio también que fenómenos integradores imparables como Ryanair o Erasmus "arrinconen" al populismo

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  2. ¿Y no hay peligro "populista" de la extrema izquierda ? ¿O es que no son igual de "peligrosos" ?

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  3. Tenía que plantearse ya una designación de presidente electo para Europa Entera, osea, una unión política que sólo la monetaria mira dónde nos ha llevado a España y sus gobiernos despilfarradores.

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  4. Parece mentira que con la historia sangrienta y conflictiva que abarca El Nacionalismo vuelva a resurgir, los Europeos parece que somos de memoria frágil y eso nos puede hacer mucho daño.

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  5. No es lo mismo UKIP que Amanecer Dorado. Básicamente por que la tradición Británica (desde el Enlightenment) es cosa distinta al romanticismo alemán o las chapuzas griegas.
    Europa es una realidad --lamentablemente-- burocrática. Y no se moverá de ahí...

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