Mediante el procedimiento parlamentario calificado como Opinión, la Comisión de Cultura del Parlamento Europeo ha pedido al servicio exterior de la Unión Europea que incorpore la dimensión cultural a la política exterior de la UE
Esta opinión, que firmada por mi persona, obtendría 20 votos favorables, 4 contrarios y 2 abstenciones; señalaba a modo de declaración de principios, que la cultura -junto con el diálogo intercultural e interreligioso- constituye un instrumento muy potente para la acción exterior, y plantea el diálogo con terceros países; además de la cohesión, la paz y la seguridad, al mismo tiempo que promueve los contactos entre los pueblos, el diálogo participativo con los actores culturales en los diferentes campos y el fortalecimiento de los ciudadanos y de la sociedad civil. Se trata de un valor a tutelar, ahora y en el futuro.
No cabe duda de que las agresiones sufridas por el patrimonio cultural, como consecuencia de la expansión del DAESH, unidas a otras tantas producidas en la historia de la humanidad, eran una excelente oportunidad para desarrollar esta opinión.
Y es que las políticas culturales están basadas en los valores fundamentales de Europa, la comprensión mutua y la cooperación. Y la idea de una ciudadanía global, de modo que deberían ser incorporadas de una manera estratégica en la acción exterior de la UE. Eso incluiría a la política de vecindad de una manera muy concreta.
No se trata de exportar los valores europeos a terceros países, como si practicáramos una suerte de segunda —o tercera— colonización. El propósito es el contrario, dialogar y poner en valor la cultura y el patrimonio cultural como recurso de la memoria de las generaciones que nos precedieron y que es nuestra obligación legar a las futuras.
Pero la Opinión iba más lejos, pedía también una cooperación más integrada y fructífera entre la Comisión Europea, el Servicio Exterior, el Parlamento Europeo y las Naciones Unidas en ámbitos tales como la promoción y preservación del patrimonio cultural en riesgo y del combate al tráfico ilegal de bienes culturales, la prevención de conflictos, la reconciliación de los procesos, la construcción de la paz y la mitigación posterior al conflicto, la utilización de instrumentos urgentes en situaciones de crisis, el desarrollo de industrias creativas, la movilidad de los profesionales de la cultura, de los bienes y servicios culturales, la educación para el desarrollo, los programas de intercambio de los estudiantes...
Reclamar la integración cooperativa de la UE con la UNESCO era una exigencia básica de la opinión que había presentado.
Más en concreto, subrayaba la necesidad de organizar intercambios y foros culturales, con el propósito de una mutua comprensión y de una cooperación a nivel bilateral y multilateral y de fortalecer un concepto de valores universales. Entre estos aspectos, incluía una especial atención a los proyectos apoyados por los países miembros y al desarrollo de las redes de organizaciones culturales y de ONG.
Solo el intercambio de reflexiones y la acción de las organizaciones podrá proveernos de una política cultural común y compartida.
Educación y formación son aspectos claves en la diplomacia cultural
En las situaciones de emergencia, derivadas de conflictos, en particular, la educación y la formación, que son siempre aspectos de máxima importancia, constituyen una dimensión que es necesario incluir en el ámbito de las actividades de acogida, apoyo y capacitación.
Destacaba también la importancia de la diplomacia cultural y el hecho de que una política exterior común europea en este ámbito aumentaría significativamente la visibilidad de la UE en organizaciones internacionales como las Naciones Unidas. Por lo tanto, pedía a la Comisión que consagre a la diplomacia cultural un capítulo específico en la estrategia global de política exterior y de seguridad que se ha de elaborar para la cumbre del Consejo Europeo de junio de 2016.
Una vez que se va a acometer la nueva estrategia europea de acción exterior, entendía que la dimensión cultural debía formar parte de ese documento.
En la medida en que la educación desempeña un papel fundamental en el desarrollo humano, social y económico, es una herramienta esencial para alcanzar los objetivos principales de la política exterior de la UE, tales como la consolidación de la paz y la estabilidad en el mundo, el desarrollo duradero, el diálogo intercultural y la lucha contra la pobreza, tanto a escala europea como mundial; destacaba la importancia de una cooperación eficaz entre la UE y las Naciones Unidas con el fin de apoyar la iniciativa Educación para Todos, mejorar el acceso a la educación y su calidad, y reforzar los sistemas educativos en todo el mundo.
Como ya vengo señalando, la cultura es un aspecto central del desarrollo humano que desempeña un importante papel en la construcción de la sociedad, promueve la democracia y la inclusión social, y defiende con firmeza los derechos humanos y las libertades fundamentales. En ese sentido, pedía a la UE que, con arreglo a sus competencias y responsabilidades, incorpore la diversidad cultural y la promoción de los derechos humanos como uno de los elementos principales de las relaciones internacionales y, en particular, de la cooperación europea común al desarrollo, y que garantice el acceso a un recurso efectivo para toda persona que afirme que sus derechos culturales han sido infringidos.
Educación para el desarrollo como respuesta a los flujos migratorios
También —continuaba la Opinión— la educación para el desarrollo constituye una dimensión de necesario fortalecimiento en el marco de las relaciones internacionales. Una educación que permita fijar a los nacionales a sus países y que les haga contribuir a su desenvolvimiento económico, en especial en los tiempos de enormes flujos migratorios producidos por causas de subsistencia.
La UE y los Estados miembros deben trabajar para encontrar los puntos comunes de acción que les vinculen con terceros países, en una asociación entre iguales. Cualquier resabio a una nueva colonización deberá quedar desterrada.
La cooperación entre los agregados culturales de las embajadas de los países miembros resulta un requisito clave en este contexto.
También pedía a la Alta Representante que nombrara a un profesional de la cultura en todas las oficinas de representación en terceros países y que el personal del Servicio Exterior disponga de formación en este ámbito.
Habría que alentar a una mayor cooperación entre las instituciones culturales y la sociedad civil, a las asociaciones entre poblaciones y a la creación de «centros creativos» europeos en países terceros.
Propuestas novedosas para avanzar en este campo
Sería exigible una estrategia más coherente o, más bien, la existencia de una estrategia, para la protección y la promoción del patrimonio mundial, así como una cooperación internacional reforzada en las zonas en conflicto.
Recordaba asimismo que los proyectos culturales y las actuaciones de diplomacia cultural deben ser objeto de seguimiento y evaluación para asegurarse del correcto uso de los fondos y de la calidad y repercusión de dichas actuaciones.
La acción política, al contrario de la empresarial, promueve muchas cosas pero falla muchas veces en el análisis de su más correcta implementación.
Para reforzar esta acción de diplomacia cultural, es preciso también elaborar datos estadísticos sobre la cultura y las industrias culturales que permitan contribuir al debate sobre la política cultural, así como destacar aún más el potencial económico de las industrias culturales y creativas y su influencia en el bienestar social;
En la Opinión destacaba el papel que desempeña la cultura en el fomento de la democratización, la consolidación de la paz y el respeto de los derechos humanos; subrayaba el compromiso asumido por la UE de defender la libertad artística y la libertad de expresión cultural frente a la censura y la intimidación de artistas, investigadores, periodistas y organizaciones de la sociedad civil; abogaba por que dentro del Instrumento Europeo para la Democracia y los Derechos Humanos (IEDDH) se definan prioridades vinculadas a la dimensión cultural.
El derecho de voto de la UE en los ámbitos culturales de la ONU
En todo caso, constataba que se ha consolidado la cooperación entre la UE y la Unesco a raíz de la adopción del acuerdo marco financiero y administrativo entre la Unión Europea y las Naciones Unidas en 2003 y del Memorando de Entendimiento entre la Unesco y la UE de 2012, y gracias a la participación de la UE en la Asamblea General de las Naciones Unidas después de la resolución adoptada en 2011 por su Asamblea General. No obstante, reclamaba una representación más efectiva de la UE en el seno de las Naciones Unidas, en particular en los ámbitos de la cultura, la educación, la ciudadanía y los derechos de los niños y los jóvenes y en consonancia con el Tratado de Lisboa; destacando que podría conseguirse una verdadera asociación estratégica entre la UE y las Naciones Unidas incluyendo a representantes de la Unión, con derecho de voto, en los consejos de administración de las agencias de las Naciones Unidas en los ámbitos de la cultura, la educación, la ciudadanía y los derechos de los niños y los jóvenes y actuando de forma conjunta con la Unesco —así como con Unicef, el PNUD, el ACNUR, el OOPS y ONU Mujeres— de acuerdo con las modalidades de cooperación financiera y de gestión de proyectos en común y de forma concertada con los países socios beneficiarios.
Esta petición de derecho del voto de la UE produjo un intenso debate, pero como ya he dicho, quedaría felizmente adoptada.
Debía destacar —y así lo hacía— que el turismo cultural favorece los contactos personales en todo el mundo, y acogía también favorablemente los esfuerzos conjuntos de la Unesco y la UE destinados a reforzar el turismo basado en el patrimonio de la Unesco, que estimula la inversión en el sector cultural y propone una oferta sostenible de gran calidad para promover la diversidad de las expresiones culturales.
Especial atención a los creadores de la cultura
La cultura lo son también quienes la crean. En este sentido, subrayaba la necesidad de eliminar los obstáculos y mejorar la movilidad de los artistas y los profesionales de la cultura mediante un conjunto de tratos preferentes, como la concesión de visados con fines educativos y culturales, así como de facilitar los intercambios culturales, los proyectos de investigación, la creación de residencias para artistas y las becas para artistas creativos e interpretativos, en consonancia con el artículo 16 de la Convención de la Unesco de 2005 sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales, de la que la UE es signataria;
En la medida en que que la UE ha ratificado la Convención de la Unesco de 2005 sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales, pedía a los Estados miembros que aún no lo hayan hecho que ratifiquen la Convención de la Unesco de 1970 sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales y el Convenio de Unidroit de 1950 sobre los bienes culturales robados o exportados ilícitamente, que constituyen instrumentos importantes para reforzar la protección del patrimonio cultural mundial y de la diversidad cultural, así como la Convención de 1954 para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado y sus dos protocolos, y la Convención de la Unesco de 2001 sobre la protección del patrimonio cultural subacuático y la Convención de la Unesco de 2003 para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. Solicitaba asimismo la armonización de la legislación y los acuerdos internacionales sobre el patrimonio cultural y el tráfico ilícito.
Debemos acabar con el tráfico de bienes culturales
Es preciso recordar que una parte de la financiación de grupos terroristas —como sucede con DAESH— trae su causa de este comercio, que a la vez descapitaliza culturalmente a las poblaciones que cuentan con ese patrimonio.
Pedía también que se mejore la estrategia de comunicación en el desarrollo de la cooperación cultural mediante la utilización y el desarrollo de recursos digitales, como plataformas de información multilingües y recursos educativos en línea, con objeto de promover la accesibilidad, difundir información en las lenguas locales y fomentar los intercambios y la creación de redes entre artistas, profesionales de la cultura y organizaciones de la sociedad civil;
Finalmente y, desde luego, no lo menos importante, destacaba la representación simbólica del patrimonio cultural, que, como la reciente destrucción de sitios culturales en Siria y en Iraq se ha convertido en un objetivo político, y consideraba indispensable una mayor coordinación y sensibilización con miras a su protección. Exigía, a este respecto, el refuerzo de la lucha contra la destrucción del patrimonio cultural mundial en colaboración con la Unesco y los demás países miembros de las Naciones Unidas.
Una guía de actuación para la diplomacia cultural presentada por mi despacho parlamentario —en especial debido a mi asistente Valentina Cefalu—, que fue brillantemente asistida por el grupo de los liberales y demócratas europeos (ALDE) y que contaría con la colaboración de todos los grupos parlamentarios,incluidos los que votaron en contra o se abstuvieron.
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