martes, 20 de octubre de 2020

Estado de emergencia nacional


Tribuna original publicada en El Imparcial, el Martes 20 de octubre de 2020 

Es muy difícil sustraerse al estado de asedio colectivo y personal que nos embarga a los ciudadanos para componer una reflexión que eleve la mirada por encima de la enfangada batalla política. España va mal, y lo dice hasta el CIS que es un instituto que sólo sirve ahora para presentar los resultados de las encuestas en favor del gobierno.

Va mal. El gobierno de coalición está empeñado en la demolición del régimen del ‘78 —al que, de no variar mucho las cosas empezaremos a calificar de “antiguo régimen”, tan pasado de moda como los de épocas feudales del que esa expresión deriva su nombre— y también parece abonado a la creencia de que un estado subsidiado es la mejor de las opciones para crear un rebaño de personas en lugar de lo que un día fuera proyecto de ciudadanía.

Y la oposición, aun observando el derrotero de los acontecimientos, sigue jugando al tacticismo y al regate corto, como si éstos fueran los tiempos de la política de siempre, la de la alternancia, o la de la búsqueda de un espacio propio en el que actuar, desplazando del mismo a los rivales cercanos.

“Por el bien de España”, proclaman; por el bien de sus partidos, deberían decir, porque éste no es un momento ni siquiera en apariencia normal. A la crisis política y el empeño por deconstruir el ámbito de convivencia entre los españoles de nuestra Constitución, le está siguiendo una profunda crisis económica que se traducirá muy pronto —en cuanto los ERTE se transformen en ERE— en la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo, en una economía dependiente del turismo que es el sector por antonomasia más afectado por una crisis sanitaria que provoca una extremadamente alta tasa de contagios.

Nos encontramos en un momento de emergencia nacional, seguramente nunca observado en nuestros tiempos recientes, y descontadas todas las crisis que nos han afectado hasta ahora desde nuestra última guerra civil. Porque la situación se parece, no sólo a la tormenta perfecta de la célebre película de Wolfgang Petersen, sino a un escenario aún peor, el de una tormenta pluscuamperfecta. El edificio constitucional se veía soportado por dos grandes partidos: UCD, AP o PP —en el lado de la derecha— y el PSOE en el de la izquierda. Hoy, en puridad, habiendo abandonado el socialismo su esencial papel de sostenedor constitucional, solamente serían los partidos del centro y de la derecha quienes soportaran el régimen del ‘78. La sociedad civil española sigue siendo débil, fragmentaria y atomizada, y es incapaz de generar un movimiento que pueda de hacer frente a la pertinaz labor de acoso y derribo del gobierno de coalición y de sus socios. Y una ciudadanía atemorizada por el virus y asustada ante la perspectiva de perder su empleo, está sólo a salvar los muebles del desastre que ya se encuentra entre nosotros.

Por eso es urgente que los partidos del centro y la derecha españoles tomen nota de lo que está ocurriendo y consideren que tendrá que ser Europa quién nos saque del entuerto. Porque no lo hará. Europa, la Unión Europea, no dirá apenas nada si España decide suicidarse y crear una Confederación Republicana de Estados Asociados, en lo que sería una decisión interna y soberana de un estado miembro. Tampoco será capaz de impedir que España renuncie a los últimos vestigios de un poder judicial independiente —no lo consigue con Polonia o con Hungría—. Europa sólo actuará, interviniendo la economía española seguramente, si la más que presumible mala gestión económica contagia al euro poniendo en peligro a los demás países miembros de este club.

¿Habrá que esperar a eso, a que la situación sea tan desesperada como para que vengan desde Europa a rescatarnos? ¿No se darán cuenta los partidos constitucionalistas que aún quedan de que no existen atajos, ni defensas del terreno propio de juego o del ataque al contrario? ¿No se enterarán de que a la emergencia se le responde desde la unidad, cualquiera que sea el coste en término de siglas y de dirigentes?

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