Reseña de Juan Ángel Juristo, publicada en el semanal de La Vanguardia Cultura|s, el 9 de enero de 2021
Fernando Maura (Bilbao, 1955) es un conocido político que militó en el PSOE durante la transición y, luego, animado por su vocación liberal fue candidato al Partido Demócrata Liberal y, más tarde, junto a Mayor Oreja, participó en la fundación del Partido Popular en el País Vasco, para pasar a Unión Progreso y Democracia, el partido de Rosa Díez, y luego a Ciudadanos.Pero esta notable vocación política, como la de su bisabuelo, Antonio Maura, presidente del Consejo de Ministros con Alfonso XIII, no empece para que haya cultivado el artículo en diversos medios de comunicación y algunas novelas, con títulos como Últimos días de agosto o El doble viaje de Agustín Ceballos.
Ahora, y tengo para mí que esta novela es homenaje a su bisabuelo pero también una narración que le sirve para proyectar anhelos y cuitas que atañen a su eminente carácter liberal, el suyo, no el de su ancestro, Fernando Maura acaba de publicar Una acuarela en Solórzano, donde describe los recuerdos que asaltan a Antonio Maura mientras pinta una acuarela en el verano de 1914 en la localidad cántabra de Solórzano, refugio donde el político liberal se cree a salvo del mundo sin percatarse de Andrés Cuevas, anarcosindicalista educado en la escuela de Ferrer i Guàrdia y que está inspirado en Abel Paz, miembro de la CNT durante la II República.
Al modo de Víctor Hugo en sus novelas históricas, donde el contraste era condición necesaria para alumbrar nuevos caminos en el porvenir —acordémonos de las luchas intestinas entre los realistas de La Vendée y los republicanos en Noventa y tres—, Fernando Maura contrasta los recuerdos que acontecen en Maura mientras pinta en su retiro, como le pasó a Churchill, y los de Cuevas mientas va en su busca, donde da un repaso a su vida, desde su infancia en Almería a su educación anarquista en la Barcelona de Ferrer i Guàrdia, luego en la Stemana Tràgica, su huida a Francia... Dos modos distintos de abordar la política, la del revolucionario y la del liberal, palabra tan alterada que convendría cambiarla por aquella que empleó Raymond Carr para definir a Maura, socialconservador, y que su bisnieto acaba de exorcizar en esta novela que posee momentos reveladores y poco estudiados.
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