Artículo publicado en El Imparcial, el viernes 22 de abril de 2022
El actual gobernador de California, Gavin Newsom, que fue alcalde de San Francisco y es miembro del partido demócrata, promulgó recientemente 770 proyectos de ley que habían sido aprobados con anterioridad por la legislatura del Estado en Sacramento. La que más llama la atención, y con razón, es una ley que ampliará el número de unidades edificables en solares unifamiliares y permitirá, por lo tanto, un impulso muy necesario en lo que se refiere a la oferta de vivienda. Algún comentario lo ha calificado como “el proyecto de ley de vivienda más importante de la última década”.
No ha sido tan notoria -y ha pasado prácticamente desapercibida en ese amplio paquete legislativo- una disposición que regula el juego de los niños. Sí, lector, no le han engañado sus ojos: regula el juego de los niños. A partir de 2024, las grandes superficies con más de 500 empleados ya no podrán ofrecer sólo secciones para "niño" y "niña" en lo relativo a juguetes y otros artículos dirigidos al público infantil en sus tiendas, deberán incorporar también una sección de "género neutro". Los partidarios de esta norma aseguran que ayudará a combatir los estereotipos de género, mientras que los que se oponen la consideran como una extralimitación del gobierno en su incursión en el ámbito privado de la economía. Exponer muñecas Barbie solamente en la sección destinada a las niñas y camiones sólo en la de niños está pasado de moda, por lo visto. Pero, ¿debería ser el papel del gobierno decirles a las empresas cómo organizar la exhibición de sus productos en los grandes comercios?
El aviso californiano es evidente que no se reduce a sus límites geográficos. En España aprendemos pronto de las malas políticas, por lo mismo que adoptamos las buenas arrastrando desganados los pies; el Ministerio de Consumo, dirigido por Alberto Garzón, ha editado una “Guía para la elección de juguetes sin estereotipos sexistas”; de modo que el destacado militante del partido comunista no tendría que hacer demasiados esfuerzos para emular al gobernador demócrata norteamericano.
Otro ejemplo de la intromisión del Estado -de California, también- en la acción del sector privado, igualmente promulgada hace escasos meses como ley, prohíbe a los restaurantes distribuir condimentos, como el ketchup y la salsa de soja, a los clientes, a menos que lo soliciten. El gobernador Newsom también firmó una nueva ley que requiere que las universidades y escuelas públicas ofrezcan compresas y otros productos similares en el campus.
Dado que los demócratas tienen una gran mayoría en el parlamento del Estado y el control de todos los cargos electos en esa institución, no sorprenderá que ese partido en ese Estado esté usando su poder para situar en la agenda pública los asuntos que preocupan a su formación política, como ocurre con la igualdad de género. La explicación podría estar en que Newsom, que superó una reciente campaña para destituirlo de su cargo por un amplio margen, está más preocupado por las críticas de su ala izquierda que por las que eventualmente pueda recibir de los republicanos.
Sin embargo, si bien la nueva “ley de juguetes” podría parecer meramente simbólica, señala en realidad cómo California se está involucrando más en la vida diaria de las empresas y las personas. Este paso quizás sólo sea el comienzo de un recorrido más largo. Según Bruce Cain, profesor de Ciencias Politicas en Stanford, citado por el semanario británico The Economist, a medida que el Estado avanza en sus esfuerzos para combatir el cambio climático, "probablemente no haya una dimensión de la vida que no se vea afectada por la agenda de descarbonización de California”. Por ejemplo, Newsom promulgó recientemente una ley que prohíbe la venta de nuevos sopladores de hojas y cortadoras de césped a gasolina. Algunas ciudades incluso hablan de prohibir el uso de gas natural en nuevos hogares y negocios, una medida que, en efecto, eliminaría las estufas alimentadas con este combustible.
California puede estar tomando las medidas más draconianas posibles en contra del cambio climático, pero no es la única que usa leyes para avanzar en una agenda cultural. Se podría establecer una conexión entre la ley de juguetes y las actuaciones de los gobernadores de algunos otros Estados -en este caso dirigidos por miembros del partido republicano-, como son los gobernadores Greg Abbott en Texas y Ron DeSantis en Florida, que prohíben a las empresas exigir a los empleados que usen máscaras y se vacunen. Al hacerlo, Texas y Florida están interfiriendo con la libertad de las empresas para decidir sus propias políticas. Los esfuerzos recientes en Texas para detener los abortos sirven como otro ejemplo de la interferencia del gobierno en nombre de una pretendida agenda social. Son partidos diferentes en su ideología y la masa de sus votantes, pero no en cuanto a su afán por inmiscuirse en la vida privada de los ciudadanos y las empresas. En definitiva, no se trata de que una de las partes esté a favor de la libertad y la otra no; ambas partes están a favor de diferentes formas de intrusión.
California, Florida, Texas… aviso para navegantes precisados de información. Seguramente el mejor gobierno sea el que menos moleste a las personas, a las familias y a las empresas; pero eso no lo entienden muy bien “los socialistas de todos los partidos”, que señalara Hayek en su célebre obra “Camino de Servidumbre”.
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