viernes, 2 de agosto de 2013

El camino hacia el Gólgota


Antes de dar comienzo a mi relato particular de la sesión parlamentaria del 1 de agosto, permítanme que les cuente una anécdota. Era un día a finales de la década de los 80, en esos tiempos, la  refundación de Alianza Popular en Partido Popular emprendida por Fraga, enfrentaba a la «vieja guardia» aliancista con quienes pretendíamos renovar ideas y equipos. 

Jaime Mayor, que había sido encargado por el «patrón» de dirigir esa tarea, volvía al País Vasco después de pasar un fin de semana en la localidad de la autonomía madrileña de su residencia. Me confesaría entonces:

- Estuve en misa y el sacerdote dio la comunión con el pan y el vino. Cuando yo llegué a recibirla, estaba a punto de consumirse este último y el cura me dijo: «Apura tú el cáliz».

Se trataba, para Mayor Oreja, de una especie de anuncio de las penurias que debería afrontar en el futuro del partido refundado: los vizcainos enfrentados a los guipuzcoanos, y los alaveses dispuestos a crear un nuevo partido —Unidad Alavesa— que rompiera la difícil unidad del centro derecha vasco. Y ahí estaba él, intentando componer las piezas de un mosaico roto: apurando el cáliz.

Quizás Mariano Rajoy se haya encontrado el pasado 1 de agosto en unas circunstancias similares. Creería tal vez que su célebre dominio de los tiempos —que no es otra cosa en realidad que no hacer nada, esperando a que la resistencia basta hasta que alguien te ayude— sería suficiente para alejarse de las malas consecuencias de su atávica práctica de esta política.

No otra cosa había hecho Rajoy en su tiempo de responsable político: confiar, pero —si me permiten esta reflexión— no confiar porque en realidad piense el ahora Presidente del Gobierno que esa confianza se deposita en su equipo por los méritos de ese mismo equipo, sino por la ausencia de la elección por su parte, por no asumir su responsabilidad de elegir o de cesar a su gente.

Decía Michel Rocard —que fuera Presidente del Gobierno de Francia— que son tres las responsabilidades de un político: trazar la estrategia, elegir a su equipo y gestionar las crisis. Seguramente que ninguna de las tres responsabilidades están entre los cumplimientos de Rajoy: carece de programa —salvo el de no irritar a los eurócratas y a Merkel—, no ha elegido bien a sus equipos —o no los ha vigilado adecuadamente— y no sabe gestionar las crisis —como bien estamos percibiendo con el caso Bárcenas.

Y ha elegido en este caso no decir la verdad, lo que resulta lo mismo que mentir. No ha aclarado si el PP disponía o no de una contabilidad b, no ha dicho si los sobresueldos que cobraba eran o no contrarios a la ley de incompatibilidades... En suma, no contestó ni a una sola de las preguntas que le planteara Rosa Díez. No dijo toda la verdad, porque apenas si explicó nada.

Y encerrado en su negativa y en la excusa de su honradez y de su condición de registrador de la propiedad, amarraba Rajoy su destino político al de Bárcenas, como los viejos forzados de las naves romanas a sus cadenas y a sus remos. Es su sino, por elección o por no haber querido elegir la dación de cuentas y la transparencia antes que la ocultación. Rajoy ha decidido apurar su propio cáliz y emprender el ascenso hacia su Gólgota particular.

La negativa de Rajoy me recordaba poderosamente a las sucesivas negativas del otrora Presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, cuando quiso evitar el procedimiento del caso «Watergate», seguido por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, a base de negativas, destrucción de pruebas y mentiras. Claro que Rajoy no es Nixon, me dirán seguramente ustedes. Y no les faltará razón. 

No, Rajoy no es un político forjado en la trampa y en la mentira como el famoso Dirty Dick. Pero hay una cosa que les une: su elección de la mentira como defensa. Y eso es el principio de una fatal cuenta atrás, es el cáliz que se apura en la cena de Pascua y que termina en el Gólgota.

Claro que Nixon no se llevaría por delante al viejo gran partido americano. Apenas cuatro años después de que Gerald Ford consumiera su mandato en sustitución del dimitido antecesor llegaría Reagan a la presidencia. El demócrata Jimmy Cárter consumió un solo mandato.

Puede ser diferente el caso del Partido Popular. Les narraba una anécdota al principio de este post. Ocurría, hace ahora, unos 25 años. El PP encaraba una refundación, porque la «vieja guardia» de AP sonaba demasiado a franquista y debía ser marginada al baúl de los recuerdos. Hoy, con toda su cúpula salpicada por el «caso Bárcenas», carente de ideas y de energías políticas, ha llegado, pienso, la hora de que el PP afronte su segunda refundación, lo mismo que en el principal partido de la oposición, desde luego.

El contador ha empezado a funcionar el 1 de agosto. El tiempo que tarden en ser conscientes y en poner en marcha la operación es cosa suya; pero cuanto más tarde empiecen, peor para ellos.

Y, si me permiten una última confesión: no tengo ninguna sensación de que vayan a hacerlo. Ya no está el «patrón» y nadie hay con autoridad moral y capacidad de influencia —Aznar tampoco, como es lógico— para indicar que haya llegado la hora.

4 comentarios:

  1. Parece ser que rodeados por los escándalos los dos grandes partidos PP y PSOE están en sus horas más bajas y según las encuestas los beneficiados son IU y UPyD .

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  2. Tricky Dicky entonces y la Ticking Bomb ahora

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  3. Pues sí, se trata de una bomba de relojería. Lo malo de esas cosas es que nos estallaran a todos.

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