El chirriar de los grillos
Crónica de un viaje a Venezuela en 15 entregas
Noviembre de 2015
Nuestra espera de la siguiente cita fue larga. Avisaba que llegaría tarde, así que los componentes de la delegación parlamentaria nos sentábamos en el salón abierto al jardín de la embajada. La lluvia había parado, la noche caía súbita sobre la casa y el aullido de los grillos, por lo visto enormes, se apoderaba del ambiente.
Cuidadosa, la embajadora encendía progresivamente las luces de la estancia. Terminadas las conversaciones, unos y otros nos afanábamos en ver en qué ocupar nuestro tiempo, toda vez que no había wifi en la residencia. «Es carísima», explicaba Aude-Maio.
Unos ruidos procedentes de la entrada anunciaban su llegada. Poco después unas voces más altas de lo acostumbrado en un ámbito proclive a discreciones y susurros —que poco podían hacer contra el sonido de los insectos procedente del jardín.
Es Henrique Capriles.
Nos habían dicho que aparecería vestido de chándal. Poco menos que eso. Su atuendo de una chaqueta azulada, pantalones oscuros y calzado deportivo vistiendo todo a un personaje de envergadura reducida, altura no excesiva y rasgos relativamente comunes no permite advertir que estemos en presencia de un líder para un país convulsionado y al borde aparente de un enfrentamiento o de un cruce de hostilidades.
Pero Capriles es un tipo fibroso. Sus movimientos no cesan y demuestran una vida interior que le permite dominar esa distancia corta que constituye nuestro reducido grupo.
Saluda con simpatía, colocando los ojos como garfios sobre cada uno de nosotros. Unos ojos oscuros, enmarcados por unas cejas pobladas y negras, que se diría pretenden introducirse en lo más íntimo de tus pensamientos.
Ramón Jáuregui le fórmula la pregunta de rigor: ¿qué crees que pasará en las elecciones y qué el día después? Y Capriles desenvuelve su argumento basado en la experiencia de un hombre que, aunque ahora no sea candidato, no para de hacer campaña.
Él ya ganó a Maduro. Y lo hizo con el cadáver de Chávez prácticamente caliente. Entonces el petróleo estaba en 100$ y el presidente gozaba del prestigio del que cuentan los herederos. Hoy ya es otra cosa: el petróleo está en 40, la inflación en 200%. «Vayan ustedes a cualquiera de las colas que hay por Caracas y griten, ¡viva Maduro! Verán el abucheo que reciben».
Es tal el nivel de desaprobación del gobierno que si las elecciones fueran este domingo —el 7 de noviembre— ganaría la MUD las elecciones. Y por un amplio margen además. En cuanto a la posibilidad de que el PSUV revierta la situación, él no cree en eso.
La oposición ganará. De eso está convencido. Pero deberán actuar con prudencia. «No podemos romper nuestra victoria. Y si alguien pretende ir más allá de la prudencia les cortaremos el micrófono», asegura.
Entonces nos explica que él ha contendido electoralmente en primarias contra otros candidatos y ha ganado por 3 a 1. Es el líder, viene a decir.
En cuanto al día después, Henrique Capriles parece coincidir con las preocupaciones expresadas por Jáuregui, que son compartidas por Mato y por mí. Está de acuerdo en ofrecer una salida económica a un país que deberá abordar ese principal problema. «Pero eso depende de Maduro», advierte,
Están dispuestos —afirma— a aprobar un plan económico que ofrecer al gobierno. Pero quizás el gobierno no lo acepte. En ese caso piensa que se deberá comer el embutido a trozos. Con eso quiere decir que dejarán al gobierno cada vez un menor espacio político.
Jáuregui le expresa sus dudas acerca de si el gobierno podría reducir los poderes de la asamblea a través de algún decreto. Es posible, concede. Pero no cree en eso, no cree en un choque de trenes. Se encontraría -el gobierna- con otro país, su legitimidad estaría en entredicho.
Nos fórmula un ruego: hablen con alguien a quien el gobierno pueda escuchar. Especialmente de Brasil, o de Ecuador. Jáuregui le dice que acaba de volver de Brasil y que se ha visto con el Ministro de Exteriores de ese país y que suele hablar con su correspondiente venezolano. «Déjame que te ayude», le pide. Pero no recibe ninguna petición de consejo.
Para Capriles es muy importante no solo la política, o los derechos civiles. También lo son los derechos socioeconómicos: el derecho a poder obtener los productos básicos de la cesta de la compra, el derecho a la alimentación, a un tratamiento sanitario y farmacológico...
Y en esta última mención quiero ver en Capriles a una persona que es consciente de que el chavismo no ha sido producto de una sociedad alocada, sino de un pueblo que quiso confiar en ese líder para recuperar la esperanza en una mayor igualdad. El postchavismo, en ese sentido, no podría ser algo así como el cierre de un paréntesis. No, al menos si se pretende construir un país nuevo y reconciliado consigo mismo. Un país que cuente con el cimiento de unos consensos básicos.
Siempre tenemos prisa en nuestros contactos abigarrados de este viaje y la embajadora nos pide que cuidemos la puntualidad en nuestra agenda. Pero todavía hay tiempo para una pregunta. Y la formulo: ¿qué opinión tienes del papel que podrían desempeñar las fuerzas armadas en este proceso?
Para Capriles la cuestión es importante. Cree que el ejército está muy favorecido por el régimen, pero solo hasta el nivel de teniente-coronel. Por debajo, sufren igual que el resto de la población. Cuando vean que las cosas cambian se apuntarán al cambio.
Ahora sí. Henrique Capriles se despide de nosotros después de las inevitables fotografías y de un regalo especial: tres gorras de las que usa él con los colores de su país, un regalo del que se hace cargo Gabriel Mato, para perderlo en el coche.
Aún antes de salir, Capriles se afana en pedir el voto a nuestros escoltas. El hombre-campaña. ¿El hombre del futuro de Venezuela?
(PRÓXIMA ENTREGA: 13. Los medios de comunicación)
Aún antes de salir, Capriles se afana en pedir el voto a nuestros escoltas. El hombre-campaña. ¿El hombre del futuro de Venezuela?
(PRÓXIMA ENTREGA: 13. Los medios de comunicación)
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