Publicado originalmente en elespañol.es
Los más antiguos del lugar, los que vivimos la refundación del Partido Popular en los finales de los años ochenta, pudimos comprobar que el viaje al centro protagonizado por su entonces presidente Aznar consistía de manera poco menos que exclusiva en expulsar al CDS de Adolfo Suárez desde la cuneta de la marginalidad hasta la sima de su irrelevancia política.
Consumada aquella operación, el PP consolidaría un abanico electoral por el que recogía votos procedentes de la extrema derecha hasta los del centro y aún del centro izquierda. Una horquilla ideológica que se mantendría hasta las elecciones europeas de 2014, resultado que confirmaron en 2015 las andaluzas, las municipales y autonómicas, y las generales, pues en todas el bipartidismo cedió su protagonismo a un espacio definido por la competencia entre cuatro formaciones políticas.
Ayuno de propuestas de cambio, el único relato del PP en la repetición de las elecciones ha sido el del miedo
Aznar mantuvo al menos un discurso de centro, reformista, integrador y de regeneración democrática, que se haría añicos en el momento de su gobierno en minoría en 1996 -cuando no se atrevió a desclasificar los papeles del CESID- y en su mayoría absoluta del año 2000 -cuando tampoco restableció la independencia del poder judicial-.
El PP de Rajoy no haría otra reforma que la económica, y aún ésta bastante mejorable, con 10.000 millones de déficit superior al comprometido y una financiación del mismo dificultada por una deuda pública que ya ha alcanzado el 100% del PIB. Ayuno definitivamente su discurso de propuestas de cambio, su único relato en la repetición de las elecciones ha sido el del miedo. "Vótenme a mí, que vienen los malos...", diría en su habitual y corta retórica.
El 'sorpasso' o se ha producido y Ciudadanos ha recibido uno de cada cuatro votos de los que ha cedido el PP
Pero "los malos", por fortuna, se quedaron igual que estaban en diciembre. Y ello como consecuencia de una contradictoria emisión de señales en la que conviven el comunismo y la socialdemocracia con el chavismo populista y la altanería de algunos de sus más conspicuos dirigentes. El sorpasso no se ha producido y Ciudadanos ha recibido uno de cada cuatro votos de los que ha cedido al partido presidido por Rajoy.
La apelación al coco es una manera poco razonable -además de peligrosa- de actuación en política, porque cuando no aparece "el malo" no se le puede volver a evocar, y cuando ese discurso es capaz de convocar al monstruo, éste puede llegar a devorarnos a todos. Ahí está el reciente caso del referéndum británico, cuya endemoniada gestión política ya está agrietando uno de los edificios más sólidos de las democracias occidentales.
C's tiene que reflexionar en torno a por qué se le han escapado votantes que en diciembre recibía del PP
La dinámica de segunda vuelta que ha tenido la elección del 26-J ha contribuido sin duda a la polarización, aunque ésta no se haya resuelto en el terreno del centro izquierda y la izquierda en los mismos términos que en la derecha y el centro. En todo caso, Ciudadanos deberá hacer una reflexión respecto de tres variables fundamentales.
La primera: ¿por qué se le han escapado votantes que en diciembre recibía del PP?, ¿es esta deserción atribuible solo al efecto de engordamiento del partido mayoritario en la derecha o existe alguna razón adicional que haya motivado esta respuesta?
La segunda: ¿han compensado los sufragios procedentes del PSOE los perdidos en la transferencia de votos con la derecha? A esta pregunta ya podemos contestar que no.
La tercera: ¿qué posición ideológica mantienen los votantes de Ciudadanos de diciembre que han engrosado ahora el mayor ejército de los abstencionistas que hemos conocido en este tipo de elecciones?
Hay que ofrecer a nuestros votantes lo que nos piden, sin producir guiños equívocos que induzcan a confusión
Mi opinión, absolutamente discutible, es que Ciudadanos es contemplado como el partido llamado a regenerar la vida política española desde un espacio de centro -o de centro-derecha, si lo prefieren-; un partido limpio y sin pasado reprochable, forjado en la lucha contra el separatismo y susceptible de convertirse en banderín de enganche de buena parte de los desencantados por el ejercicio de la mala política, los jóvenes, en particular. Un partido capaz de poner en marcha una agenda de reformas dirigida al conjunto de la población, en la que las oportunidades se vinculen al conocimiento y el mérito, no a las relaciones personales o al servilismo complaciente, tan habituales en nuestra historia. Un partido serio y europeo, que procure acercar nuestra actuación cotidiana a la normalidad imperante en otros países del centro y del norte de Europa. Un partido dispuesto al acuerdo y a la gestión del mismo. Un partido, en fin, llamado a reemplazar en el medio y largo plazo a un PP incapaz de renovarse a sí mismo y anclado en un conservadurismo rancio que tiene pavor a la reforma.
Los próximos años -sin otras elecciones que las autonómicas previstas en Galicia y el País Vasco- deberían servirnos para construir este relato centrista, reformista y regenerador, que ofrezca a nuestros votantes lo que nos piden, sin producir guiños equívocos que puedan inducir a confusión.