Artículo publicado originalmente en El Mundo Financiero, el 10 de junio de 2016
ENTRE EURÓFOBOS Y EUROESCÉPTICOS
La entrada de Ciudadanos en el partido de los liberales y demócratas europeos (ALDE), cuya previsibilidad resultaba evidente, es más que significativa, sin embargo. Y no solo por lo que supone en sí misma, sino por los intentos que se han producido para evitarlo y por la importancia en el reforzamiento de las posiciones centristas en el sur de Europa donde es más necesario que nunca el discurso del liberalismo regenerador. Para Ciudadanos esta decisión nos permite definir la posición de nuestro partido en ese ámbito ideológico que apuesta por las soluciones federales en el marco de «una Unión cada vez más estrecha», según dicen los Tratados. Los estados europeos solos son incapaces de resolver los problemas que les afectan: la necesidad de una mayor integración viene a constituirse en la mejor respuesta frente a desafíos como la crisis de los refugiados, una situación económica aún no suficientemente resuelta o el regreso a los viejos nacionalismos o localismos a través del auge de los movimientos populistas... Problemas que asolan a nuestro viejo continente sin solución de continuidad.
Uniéndose a ALDE, Ciudadanos quiere emitir un mensaje claro: la respuesta está en fortalecer Europa y los instrumentos de que esta dispone o pueda disponer para convertirse en un actor global en el exterior y una potencia democrática y económica en su interior. Nos situamos, en el discurso y en la práctica política en el otro lado al que se sientan los populistas, los eurófobos, los euroescépticos y —también, ¿por qué no decirlo?— los pragmáticos a ultranza, cultivadores de la política real, que es solo la política de los intereses: Europa, y la crisis de los refugiados nos lo muestra, debería ser por encima de todo el escenario de los valores, la solidaridad y los derechos humanos.
Y no ha sido fácil nuestro ingreso en el partido ALDE, como no lo fue en su día nuestra entrada en el grupo del Parlamento Europeo que lleva el mismo nombre. Los nacionalistas catalanes —los separatistas de CDC—, que habían utilizado en contra de Ciudadanos las más arteras mentiras para dificultar nuestra entrada en el grupo intentaron ahora que no se produjera nuestro ingreso en el partido. Claro que los dos años vividos junto a los otros compañeros centristas en las instituciones habían demostrado con claridad que no éramos esa partida de sujetos xenófobos, contrarios a la riqueza cultural y lingüística de nuestras tradiciones, ni un proyecto reaccionario dispuesto a echar por tierra todo lo que con enorme dificultad habíamos construido entre todos los españoles. Ciudadanos ha demostrado con su trabajo y su contribución a las propuestas del grupo ALDE que nuestras posiciones son las mismas que las de los demás partidos que componen la familia liberal y demócrata europea.
Por eso mismo el trabajo sucio de los convergentes no se ha encontrado con el terreno abonado que pretendían. Una pequeña escaramuza en forma de preguntas pretendidamente incómodas encargadas a otros portavoces más o menos espurios fueron contestadas de modo convincente por Juan Carlos Girauta en la tarde del sábado. Y solo dos votos contrarios a la presencia de Ciudadanos en ALDE significaban no sólo la ausencia de altura de miras del nacionalismo convergente sino su estulticia y su incapacidad de entender los acontecimientos. Deberán revisar sus concepciones de la política internacional y europea a la que tanto habían fiado su éxito, ya convertido en el más rotundo de sus fracasos, no sólo en Cataluña o en el conjunto de España.
Pero conviene analizar el ingreso de Ciudadanos en ALDE más allá de la clave española, de este partido o del de los soberanistas catalanes, sino de las posiciones centristas en Europa. Me lo decía el eurodiputado sueco Frederick Federley —uno de los soportes más activos de nuestra entrada—. «Sois una esperanza en la reactivación de nuestras ideas en el sur de Europa». Y es que han pasado muchos años en los que el bipartidismo —la partitocracia de los dos partidos— había condenado a la práctica inexistencia a una formación de centro en España. El final de esa época nos sitúa ante una oportunidad magnífica para que Ciudadanos contribuya al fortalecimiento de un nuevo centrismo federalista europeo.
Queda pendiente que se produzcan réplicas similares en Francia, Italia o Portugal, donde la cultura política y las leyes electorales no lo hacen fácil. Sin embargo, la necesaria articulación de una política de regeneración europea podría llegar del sur, ya que el norte parece haberse olvidado del proyecto de esa Europa «cada vez más estrecha». Alguien debería ponerle ambición y alas.
Y mientras tanto, Ciudadanos, ya el partido más importante en ALDE concluye y da comienzo a una etapa. Una nueva etapa para luchar junto con otros compañeros por Europa y sus ciudadanos.
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