El año que viene, el año en el que apenas sí nos hemos instalado, viene cuajado de acontecimientos políticos. Tres elecciones se aproximan con la velocidad de los tiempos vertiginosos que estamos viviendo. Las gallegas confirmarán seguramente que el predio que dejó Feijóo sigue a buen recaudo, de lo contrario será la propia cabeza del líder la que temblará ante la guillotina -versallesca, pero no menos eficaz en el degüello- de las gentes de Génova; las vascas restablecerán al viejo PNV o pondrán en marcha una nueva era política dominada por Bildu y por sus gentes, nunca descontaminadas de su pasado violento y aún asesino, y lo harán -en uno u otro caso- con el apoyo del PSOE; las europeas se presentan como un paseo triunfal del PP, toda vez que los de Vox acuden a ellas junto con lo peor del populismo de extrema derecha europea; y lo que quedaba de centro político español habrá sido destruido por sus mismos titulares y ejecutado en plaza pública por los “populares”, y eso que bien necesitarían los del PP de ellos para que el grupo liberal del Parlamento Europeo no sea dirigido en lo que a la política española se refiere por los nacionalistas e independentistas del PNV y de Junts… y es que resulta preciso advertir que, acabadas las Navidades, terminó la temporada de regalos y comienza la de rebajas,
En cuanto a las cosas del gobierno, Sánchez seguirá jugando a dirigir su circo de tres -o cuatro- pistas, confiando en que lo que le nieguen los nacionalistas se lo darán los del PP. Más en concreto, el Real Decreto que considerarán las Cortes esta misma semana, incorpora a la Ley de Enjuiciamiento Civil un nuevo artículo, 43 bis, sobre la «cuestión prejudicial europea», que podría poner en cuarentena la aplicación de la ley de amnistía. Junts ya ha anunciado su rechazo, con lo que todas las miradas se dirigen ahora hacia el PP. Cualquiera de las posiciones que adopte éste se volverán en su contra, engordando, por débil, a Vox, o enajenándole el respeto de sus votantes, deseosos de que la injusticia que es la proposición de ley de amnistía disponga al menos de alguna dificultad en su ejecución.
Pero es que el laboratorio de ideas del presidente trabaja sin descanso en okupar (no es un error sintáctico) todos los espacios, aunque no le sean propios. Es poder -o mando- y es oposición de la oposición. Y si no le sale bien esta última jugada, aún podrá someterla al pudridero de las mercancías que, cuando el tiempo pasa, cada vez huelen peor. Una semana, dos, un mes… y luego azuzarán a los dóbermans de sus acólitos para advertirnos a todos de que es el PP el el problema, y si la descomposición del producto avanza, el hedor contaminará las ciudades y aldeas gallegas, lo mismo que la pésima gestión de los pactos autonómicos con Vox infectó a las generales de julio.
Entretanto, el presidente seguirá dirigiendo la particular carpa en la que está convirtiendo España, consciente de que, una vez investido, será más que difícil que prospere en su contra una moción de censura por mucho que Junts se le rebele totalmente -lo cuál resulta bastante improbable- y apoye la candidatura de Feijóo, lo que supondría el canto del cisne final del gallego.
Cuestión diferente será la de las elecciones vascas, en las que el apoyo del PSOE al PNV o a Bildu se convertirá en una decisión relevante. Si el partido de Ortuzar resulta agraciado, los de Otegi seguirán recibiendo dádivas que, como la de la Alcaldía de Pamplona, quedarán ocultas hasta el momento más propicio; si es Bildu quien consigue la Lehendakaritza, los jeltzales quedarán situados en un terreno incierto, obligados a regañadientes a seguir apoyando a Sánchez o a emigrar hacia el PP con su pacto de investidura como moneda de cambio -que es posible que Feijóo les conceda, lo cual sería peor que un crimen, un error, y además inconstitucional- y en compañía de Vox, por mucho que ambos partidos se detesten entre sí.
Así empieza el año del cubo de Rubik. Un juego en el que sólo el presidente del gobierno dispone de las piezas y su solución, y al que el resto de la clase política y los ciudadanos asistimos como meros convidados de piedra. Un buen argumento para una nueva serie de televisión que sería el anti-Borgen, porque apenas sí advertimos entre los actores principales y los del reparto algo más que un ansia desmedida de mando o un sálvese quien pueda. Un buen relato si no fuera porque no se trata de un libreto de ficción.
Pese a todo, les deseo el mejor de los años posible.
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