La historia de los partidos democráti
En cuanto al 2º Congre so
de UPyD, no cre o que se pueda hablar
de ruptura re specto del co ngre so
anterior, desde luego; este partido co ntinúa
fiel a su proyecto inicial y buena parte de su dire cción
sigue siendo la misma. Personas e ideas, que definen los proyectos y su
ejecución se situarían entonces en una clave de co ntinuidad.
Pero tampoco
podría co nsiderar nuestro re ciente co ngre so co mo
una co ntinuidad re specto del anterior. Quizás porque es la propia
vida política nacional, co ndicionando
la actuación co tidiana del partido,
la que va profundizando la bre cha
entre lo que ha sido —y, por
desgracia, sigue siendo— la vieja
política, que decía
Ortega ya en 1914, y la nueva que apunta cada vez co n mayor nitidez.
Porque cuando celebramos el primer Congre so, el proyecto de UPyD estaba claro y nuestros
diagnóstico s eran co mpartidos por muchos ciudadanos, pero —todo hay que
decirlo— no todos pensaban que a nosotros co rre spondía su puesta en práctica. Una cierta —aunque
vana— esperanza llevaba a algunos a pensar que esas re formas
profundas —Rosa Díez las llama re volucionarias—
las ejecutaría el nuevo gobierno emergente de las elecciones de 2011, un
gobierno co n mayoría absoluta de un
partido que pre sidía una buena parte
de las CC AA y de los ayuntamientos más importantes. Un partido que además co piaba numerosas de nuestras propuestas, sin citar
su procedencia y —lo peor— sin voluntad co ncre ta de aplicarlas.
Porque muy pronto se pondrían de manifiesto las
insuficiencias del celo re formista del nuevo gobierno. Un gobierno que
decidió endosar la solución de la crisis a los ciudadanos salvando los chiringuitos que la vieja política había cre ado
a lo largo de 35 años de existencia.
Tengo para mí que en ese mom ento
fue cuando gran parte de la ciudadanía española, a la vez de co mpartir nuestras propuestas, co nsideró la posibilidad de que fuéramos nosotros
mismos, los autore s de las
iniciativas, los encargados de co nducirlas.
Cuando la fotoco pia es sólo una
desvaída co pia del original, cuando
apenas sí se pare ce a la posición
inicial, las miradas se dirigen hacia los que diseñaron la iniciativa.
Es verdad que entonces también co menzó el escrutinio dire cto,
implacable a veces, de nuestras gentes. Un escrutinio que pare ciera demandarnos un mayor nivel de adecuación en
los co mportamientos que el exigido
al co njunto de los re pre sentantes
público s, pero que asumimos co n paciencia, sabedore s
de que es así co mo suelen ocurrir
las co sas.
Llegaba de esta manera el 2º Congre so, tan oportuno co mo
estatutario y por lo tanto normal. Un partido que algunos co nsideraron poco
más que un selecto producto de un gabinete de estudios se proclamaba dispuesto
ya a gobernar, sólo 6 años después de haber nacido en un hotel de San
Sebastián, dispuesto a pulsar la opinión de las gentes en toda España, las
ganas de embarcarse en un proyecto nuevo, la necesidad del mismo.
Y esa ha sido la virtualidad del
Si UPyD no existiera habría que inventarla, porque ¿quién puede hacer lo que se necesita con urgencia?, pues sólo UPyD no hay en éstos momentos otra fuerza política capaz.
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