martes, 5 de noviembre de 2013

Un partido para determinar las políticas


La historia de los partidos democráticos viene determinada por sus congresos, lo mismo que a la historia de las democracias son las elecciones quienes las definen. Un congreso, al igual que una elección, cierra y abre una etapa y lo hace siempre de forma distinta. En ocasiones, se tratará de la continuidad de un proyecto esbozado tiempo atrás; en otras, se podrá considerar como una ruptura. Cabe también, incluso, que partidos y democracias puedan celebrar cónclaves de liquidación. Episodios de lo referido los hay para narraciones de todos los gustos.
En cuanto al 2º Congreso de UPyD, no creo que se pueda hablar de ruptura respecto del congreso anterior, desde luego; este partido continúa fiel a su proyecto inicial y buena parte de su dirección sigue siendo la misma. Personas e ideas, que definen los proyectos y su ejecución se situarían entonces en una clave de continuidad.
Pero tampoco podría considerar nuestro reciente congreso como una continuidad respecto del anterior. Quizás porque es la propia vida política nacional, condicionando la actuación cotidiana del partido, la que va profundizando la brecha entre lo que ha sido —y, por desgracia, sigue siendo— la vieja política, que decía Ortega ya en 1914, y la nueva que apunta cada vez con mayor nitidez.
Porque cuando celebramos el primer Congreso, el proyecto de UPyD estaba claro y nuestros diagnósticos eran compartidos por muchos ciudadanos, pero —todo hay que decirlo— no todos pensaban que a nosotros correspondía su puesta en práctica. Una cierta —aunque vana— esperanza llevaba a algunos a pensar que esas reformas profundas —Rosa Díez las llama revolucionarias— las ejecutaría el nuevo gobierno emergente de las elecciones de 2011, un gobierno con mayoría absoluta de un partido que presidía una buena parte de las CC AA y de los ayuntamientos más importantes. Un partido que además copiaba numerosas de nuestras propuestas, sin citar su procedencia y —lo peor— sin voluntad concreta de aplicarlas.
Porque muy pronto se pondrían de manifiesto las insuficiencias del celo reformista del nuevo gobierno. Un gobierno que decidió endosar la solución de la crisis a los ciudadanos salvando los chiringuitos que la vieja política había creado a lo largo de 35 años de existencia.
Tengo para mí que en ese momento fue cuando gran parte de la ciudadanía española, a la vez de compartir nuestras propuestas, consideró la posibilidad de que fuéramos nosotros mismos, los autores de las iniciativas, los encargados de conducirlas. Cuando la fotocopia es sólo una desvaída copia del original, cuando apenas sí se parece a la posición inicial, las miradas se dirigen hacia los que diseñaron la iniciativa.
Es verdad que entonces también comenzó el escrutinio directo, implacable a veces, de nuestras gentes. Un escrutinio que pareciera demandarnos un mayor nivel de adecuación en los comportamientos que el exigido al conjunto de los representantes públicos, pero que asumimos con paciencia, sabedores de que es así como suelen ocurrir las cosas.
Llegaba de esta manera el 2º Congreso, tan oportuno como estatutario y por lo tanto normal. Un partido que algunos consideraron poco más que un selecto producto de un gabinete de estudios se proclamaba dispuesto ya a gobernar, sólo 6 años después de haber nacido en un hotel de San Sebastián, dispuesto a pulsar la opinión de las gentes en toda España, las ganas de embarcarse en un proyecto nuevo, la necesidad del mismo.
Y esa ha sido la virtualidad del congreso, desde mi punto de vista. Se ha presentado a la sociedad como una organización cuyas ambiciosas propuestas se dirigen hacia su cumplimiento. No tenemos vocación de club político que debate en las tertulias de los viejos casinos de pueblo o en las cafeterías de las ciudades acerca del futuro. A diferencia de ellos, el nuestro es un partido y tiene la voluntad de determinar las políticas y los gobiernos. Y, por eso mismo, de formar parte de estos últimos para que se puedan aplicar las primeras.

1 comentario:

  1. Si UPyD no existiera habría que inventarla, porque ¿quién puede hacer lo que se necesita con urgencia?, pues sólo UPyD no hay en éstos momentos otra fuerza política capaz.

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