Publicado originalmente en El Mundo Financiero, día 23 de junio de 2015
La Unión Europea debería trabajar en la preservación de su calidad de vida, en ofrecer prosperidad a sus ciudadanos y en adquirir un papel clave en el escenario global. El acuerdo para un tratado transatlántico (TTIP) debería ser la oportunidad de llevar a la práctica estos puntos. Un acuerdo ambicioso, en la medida en que desarrolle nuestra asociación estratégica con los EEUU, con la condición de que cumpla algún requisito previo.
El TTIP es un eslabón en una más amplia cadena de la estrategia consistente en generar empleos y crecimiento y fortalecer el papel de Europa en el ámbito global. Se trataría, por lo tanto, de trabajar por un buen TTIP, un acuerdo integral.
1. Un buen TTIP debería permitir el acceso a la contratación pública y a otros mercados para las empresas europeas.
El mercado americano no permite el acceso a la contratación pública a las empresas europeas, un mercado que supone más del 10% de la economía americana. La entrada en ese mercado debería ser la principal prioridad para el TTIP.
También existen otros límites en su acceso a los mercados, en especial en el sector del transporte y el de la energía. Esta situación debería cambiar, porque las empresas americanas disponen de una mayor entrada en la contratación pública europea. Sin que se produzcan cambios significativos en este ámbito es muy difícil contemplar una conclusión positiva del TTIP. Habría que exigir compromisos a los EEUU para que abran sus sectores aéreos y marítimos a las empresas europeas, en tanto que los americanos ya pueden operar en nuestros mercados; lo que no solo supondría una oportunidad para las empresas europeas, también sería una ventaja para los consumidores americanos, a través de una mejora tanto en precios como en una mejor calidad en el servicio. Por otra parte, a menudo, las empresas europeas se enfrentan a problemas con la burocracia aduanera, lo que se convierte en especialmente problemático en el caso de nuevos productos o servicios y en el de bienes perecederos. Los empresarios europeos se enfrentan a la falta de movilidad y de reconocimiento profesional, toda vez que pretenden cruzar el Atlántico. El TTIP también podría conducir al fortalecimiento de la seguridad energética de la UE, venciendo las restricciones a la exportación de energía procedente de los EEUU. Lo que podría llevar a la diversificación y a la reducción de costes en este ámbito.
2. Un buen TTIP debería apostar por las pymes.
El 99% de los negocios europeos está basado en las pymes y todas ellas juntas son responsables de 2 de cada 3 puestos de trabajo en nuestro sector privado. En las próximas décadas, buena parte de su crecimiento se producirá fuera de la UE. Resulta por lo tanto crucial que las pymes encuentren su propio camino hacia los nuevos mercados, nuevos socios comerciales y nuevo capital.
El TTIP no sólo debería ayudar a reducir tarifas, aunque eso mejoraría también la situación de las pymes, sino al mismo tiempo a asegurar la cooperación en la regulación, de forma que el comercio transatlántico sea más fácil, más barato, y menos burocrático para estas empresas. Un movimiento hacia un marco común de reglas y el acceso más fácil a la información permitiría a las pymes operar en los dos mercados.
Los negociadores han anunciado que se creará un capítulo especial para las pymes. Este capítulo debería concentrarse en un principio en permitir su acceso a la información, porque muchas veces las pymes carecen de la experiencia y la capacidad de conocer las reglas y regulaciones que les permitan operar en ese mercado. La UE y los EEUU deberían trabajar conjuntamente para acercar estas empresas a posibles socios comerciales y en estimular su acceso al capital.
3. Un buen TTIP debería establecer reglas generales y no perjudicar los valores europeos.
Las reglas y valores de los que disfrutamos en la UE no deberían quedar sacrificados en beneficio del comercio global o reducidos como consecuencia de un acuerdo comercial, que no debería decidir que los organismos modificados o los animales clonados sean permitidos dentro del mercado europeo. Servicios públicos como los de salud, educación o el abastecimiento de agua, no deberían quedar comprendidos en el acuerdo, lo mismo que ocurre con otros convenios firmados por la UE.
Un buen TTIP debería asegurar que principios fundamentales como los derechos humanos, la protección del consumidor, los derechos laborales y la protección del medio ambiente no queden afectados. Cualquier acuerdo final debería contener un sólido capítulo dedicado al desarrollo sostenible, en el que ambas partes se comprometan con este principio.
Un buen TTIP debería hacer más. Un acuerdo comercial entre las dos economías más abiertas y democráticas del mundo ofrece la oportunidad de sentar reglas globales conjuntas. En un mundo que cambia a gran velocidad, las economías emergentes como es el caso de la china persiguen el crecimiento a cualquier coste. Se puede estar de acuerdo con el crecimiento de esas economías, pero este debería ir de la mano con la adopción de reglas comunes. La forma en que China opera en África nos proporciona un ejemplo exacto de lo que el comercio sin reglas ni valores podría llegar a ser. A través de un buen TTIP, la UE y los EEUU pueden asegurarse de que reconocemos nuestros valores y ponemos más alto el listón. O bien aprovechamos la oportunidad de situar ahora las reglas o nos arriesgamos a no seguirlas en el futuro. Las consecuencias de ello no sólo serían negativas en términos económicos, sino que también irían en detrimento de los valores fundamentales que la UE debería defender en el espacio global.
4. Un buen TTIP debería asumir reglas para la protección de la inversión.
La inversión debería formar parte del TTIP. La UE se encuentra en crisis y uno de sus principales problemas estriba en el acceso a los capitales. Una creciente inversión extranjera podría estimular el crecimiento y el empleo, sin la necesidad del recurso a la inversión pública, lo que resulta particularmente necesario para las pymes. En este capítulo, es necesario adoptar un sistema para la resolución de las diferencias como instrumento de último nivel. Sin embargo, y a pesar de que instrumentos de este tipo han sido establecidos por cerca de 1.400 acuerdos bilaterales de inversión que los Estados miembros europeos han pactado en el pasado sobre una base individual, estos han quedado obsoletos.
Un buen TTIP debería reformar de manera radical la protección a la inversión. Es preciso garantizar la transparencia, la rendición de cuentas y la legitimación del arbitraje internacional. Es crucial que el derecho y la libertad de los parlamentos para legislar en interés de la ciudadanía quede garantizado.
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