Entrevista de Javier Cámara, publicada originalmente en El Imparcial el 14 de noviembre de 2020
El autor, familiar del político, se aprovecha de estos dos perfiles tan absolutamente diferentes y opuestos, el de un asesino y su víctima, en el verano de 1914, para describir minuciosamente el cuadro sociopolítico de la época.
Como conclusión, el Maura de hoy apuesta por intentar ver siempre que “la botella está medio llena y que no está medio vacía o tendente a agotarse” y se muestra partidario de “tener fe, ilusión y esperanza en que las cosas pueden cambiar a mejor”.
¿Por qué ‘Una acuarela en Solórzano’?
Me pareció muy sugerente. Durante una visita que hice a la casa que Antonio Maura tenía alquilada en el verano de 1913, donde pintó un fresco junto a su hermano Francisco y que aparece en la portada del libro, el propietario me cuenta que en uno de esos días estaba el político pintando una acuarela y se produce un conato de atentado por un terrorista.
Me pareció que podía ser una buena idea contar las dos vidas, la del político en primer plano y la del anarquista en segundo, para describir en la etapa de la Historia de España que se cuenta, finales del siglo XIX y principios del XX, qué era la política, qué era la vida y, sobre todo, qué era la política y la vida en dos personajes totalmente distintos que tienen realidades que no se tocan más que en el momento en el que se produce el atentado. De manera que hay un sin número de razones de tipo histórico, político y social que me parecían suficientemente interesantes como para plasmarlas en un libro.
¿Qué es lo que más va a gustar de esta novela histórica?
Algunas cosas, no solo una. Creo que puede gustar la narración de dos vidas diferentes en un mismo momento histórico y que ilustran sobre cómo en esa España de principios de siglo XX había gente que, aun viviendo en el mismo país, vivían realidades tan absolutamente diferentes y opuestas. Eso es algo que en este momento no se produce porque, querámoslo o no, los medios de comunicación tan omnipresentes como puede ser la televisión o redes sociales, acerca mucho a la gente en cuanto a la noticia o al hecho de que tenemos vivencias comunes.
Otra es que en aquella época había cosas que estaban planteadas y que estaban lejos de resolverse y que hoy vuelven a aparecer como cosas que tiene el sistema planteadas y siguen sin poder resolverse. En definitiva, vemos cómo han pasado más de cien años y todavía no hemos avanzado en todos los aspectos tal y como pensábamos.
Ahondar en la vida de Antonio Maura no es tan complicado como profundizar en la del anarquista…
El libro, como se puede ver en la bibliografía del final, está trabajado, con mucha lectura por detrás, y mucha anotación. Para lo que hace referencia al anarquista Andrés Cuevas, he contado con la ayuda inapreciable de Joan Francesc Pont, que me pone sobre la pista de un anarquista que se hacía llamar así mismo Abel Paz y que como se sitúa en la novela tiene una trayectoria más o menos similar. Nace en Almería en una familia muy humilde. Viaja a Barcelona donde tiene familia que estudia en la Escuela Moderna de Francisco Ferrer.
Participa en la Semana Trágica y la ejecución de Ferrer le parece algo extraordinariamente importante. Le afecta mucho anímicamente y cuando después de una serie de recorridos vuelve a España, su objetivo final acaba siendo atentar contra Maura.
De Antonio Maura, ¿qué es lo que más destaca de su trayectoria política en distintos momentos de la Historia de España, alguno de ellos especialmente convulsos?
Yo quiero subrayar en la novela la idea fundamentalmente reformista de su acción política, sobre todo en la primera etapa de su carrera. En Maura hay dos frases que ejemplifican bastante su trayectoria. La primera es “La revolución desde arriba”. Él quería cambiarlo todo, pero siguiendo el modelo de la Constitución de 1876, que según él solo había que abrirla para darle verdadero contenido.
Esta etapa reformista era muy importante y sobre todo se pone en práctica en el Gobierno Largo, entre los años 7 y 9, con medidas tanto en la Marina española (como consecuencia del desastre del 98 se queda una Marina totalmente desvencijada e incapaz de afrontar cualquier tipo de reto) como en el ámbito de la legislación municipal para descentralizar la vida política y acabar con el caciquismo, que era uno de los grandes vicios del sistema, y, por otra parte, todo lo que es la legislación social, donde cuento toda la historia de la Ley de descanso semanal y que apoyó, curiosamente, Pablo Iglesias, que tiempo después diría que si hay una llamada al atentado personal contra Maura porque este regresa al poder, no dudaría en pedirlo. Es algo que dijo públicamente en el Congreso.
Hay en Maura una perspectiva de gran ímpetu reformista que el propio sistema es incapaz de asumir y de aceptar.
Una novela histórica que recoge momentos convulsos de la Historia de España. ¿Más o menos convulsos que hoy?
Si se lee la novela con ojos de hoy, que es como siempre hacemos las cosas, se descubren muchísimas circunstancias que pueden ser similares en cuanto a lo que puede parecer un cierto desmoronamiento y agotamiento del sistema y de las personas que lo encarnan.
Esto es un poco lo que está pasando también ahora. Hay un sistema, que es en el caso nuestro el de la Constitución de 1978, que hay quien está empeñado en acabar con ella y, por otro lado, otros que deberían defenderla con muchísimo ahínco y parece que también están mirando hacia otro lado. Es una realidad como que los viejos demonios familiares españoles siempre están acechando y siempre parecen capaces de acabar con proyectos comunes de convivencia.
¿Qué podemos aprender de la Historia para aplicarlo a lo que pasa hoy?
Cuando nos encontramos ante situaciones como esta, habría que contraponer dos figuras políticas también de aquella época: la figura de Silvela, que tenía un carácter reformista también muy evidente (la frase ‘La revolución desde arriba’ es de Silvela, luego Maura la pone en práctica y la asume) y que era un hombre que teniendo una idea muy clara de hacia donde debía ir España, tenía una enorme desconfianza en el pueblo español.
Creía que en España era imposible una labor reformista porque el país, al final, no le iba a acompañar en ese trabajo. Al revés, Maura tiene más fe en la capacidad en que España sea capaz de afrontar su destino y poner en marcha las reformas.
En el peor de los casos y en la peor de las situaciones, hay que intentar ver siempre que la botella está medio llena y que no está medio vacía o tendente a agotarse. Creo que hay que intentar ubicarse en ese ámbito y tener fe, ilusión y esperanza en que las cosas pueden cambiar a mejor.
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