miércoles, 4 de noviembre de 2020

En busca del centro perdido




Tribuna original publicada en El Imparcial, el Martes 03 de noviembre de 2020 

El pasado jueves 29 de octubre se perpetró en la sede de la soberanía nacional uno de los más graves atentados que el supremo órgano representativo de una democracia puede producir contra ella misma. La aprobación, en violencia de la Constitución, de un estado de alarma sin la prevista sanción quincenal parlamentaria nos devuelve a otros ominosos tiempos históricos -españoles o extranjeros- en los que las mayorías, por el hecho de serlo, arrastran con la fuerza de su marea cualquier dique de contención que se le oponga.

Ya hay juristas prestigiosos, como lo es mi amigo y compañero en el Parlamento Europeo, Francisco Sosa Wagner -junto a Mercedes Fuertes-, que han analizado el atentado en su perspectiva legal, por lo que no haré más comentario al respecto. Lo que sí diré es que políticamente se trata de un daño corrosivo para la democracia. Seguramente, haciendo buenas las palabras de Fouché refiriéndose al asesinato del duque de Enghien, “es peor que un crimen, es un error”.

Se puede hasta comprender que en la extraña pareja formada por el tándem Sánchez-Iglesias exista una especie de deliberado propósito de subvertir el orden constitucional en lo que este nuevamente decretado estado de alarma pudiera constituir un pilar decisivo en la construcción de un nuevo edificio para-constitucional que desplazara la Carta Magna de 1978 al desván de los objetos inútiles. Gobernando sin control parlamentario, adjudicando toda la responsabilidad de la gestión de la pandemia a unas autonomías devenidas en nuevos estados confederados -léase taifas, si no fuera porque son repúblicas- y un presupuesto que más que para la recuperación nacional parece servir para su precipitación al vacío... la base angular del nuevo edificio estaría definida. Sólo falta añadir alguna que otra viga maestra e ir levantando cuantos pisos se pretenda.

¿Y cuál ha sido la respuesta del centro político nacional representado en el Parlamento? Un centro en el que se concentran ahora el nuevo PP emergente con vítores de propios y extraños después de la moción de censura; y el partido que nació en Cataluña para proporcionar voz -y ánimo- a una ciudadanía desconcertada, para después ofrecer una respuesta de regeneración política para el conjunto de España. Ya se ha visto: uno le amenaza con llevarle a la Comisión de Venecia y luego se abstiene, Cs simplemente vota a favor.

¿Qué es, en que consiste en realidad el centro? Creo que no es el acercamiento a las posiciones de la izquierda gobernante, como los ateridos por el frío se aproximan al calor de la chimenea. El centro es la posición que combina, en España, los valores europeos de las libertades cívicas con la solidaridad expresada en el estado del bienestar, y cuando se conculcan abiertamente las primeras y se pone en peligro el segundo -por la previsiblemente perversa respuesta que se dará a la crisis en términos de pérdida de puestos de trabajo y consiguiente pobreza-, el centro debería salir en defensa de esos valores y de la Constitución que los encarna. Porque el centro no es siempre moderación, a veces hay que defenderlo desde la radicalidad, que viene de raíz, de esencia, de principios.

En este contexto, no es de extrañar que algunos compañeros -amigos míos- hayan mostrado su desacuerdo: algunos han abandonado Ciudadanos por la decisión de este partido el 29 de octubre; y a una diputada se la obligó a votar esa resolución “por disciplina de partido”, por lo visto -una vez más el mandato imperativo se habría impuesto sobre el criterio propio del representante popular-. Son desde luego malos los tiempos para quienes acostumbramos tener la funesta costumbre de pensar...

Respeto esas decisiones. Sin embargo, yo no voy a entregar el carnet de afiliado de Cs. Sigo pensando en la necesidad de un centro político, liberal y progresista, para España. Creo que es muy difícil que este partido subsista en el cuadro de polarización política que se avecina, pero que -más pronto que tarde- llegará el momento en que la ciudadanía reclame de nuevo un espacio de estas características. Y cuando llegue ese momento en que -parafraseando el título de la novela de Proust- nos pongamos a buscar ese centro perdido, todos los apoyos serán imprescindibles.

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