Pasados
los fastos de la Diada, el
catalanismo regionalista de sus
orígenes ha devenido de manera definitiva en el programa máximo que ya le
auguraban algunos, y que no es otra cosa
sino el independentismo. Parecen
fracasados, y de manera definitiva, todos los intentos que la historia y la
política españolas han tenido en la atracción del nacionalismo en aquella
tierra. Queda solo, a un lado, el independentismo, y al otro, las gentes
silenciosas, desmovilizadas y sumidas en la atonía. Y, oteando el horizonte y
sin voluntad ni capacidad de intervención, un gobierno silente -salvo quizás el
Ministro de Exteriores, que parece irónicamente prefigurar
en sus intervenciones su futura relación
con un nuevo país soberano, en un mundo en el que, por
supuesto, apenas si se contienen
verdaderos países soberanos.
Ossorio y Gallardo -un políti
co conservador español que tuvo la
responsabilidad del gobierno civil de Barcelona en
el
Gobierno Largo de Maura ent
re los años 1907 y 1909-, escribía
con f
recuencia
al p
residente del Consejo explicando
lo que veía en aquella provincia.
El problema -venía a decir Ossorio- es aquí
un 75% de conducta y un 25% de
doctrina.
Una y otra se han intentado durante muchos años y
con desigual fortuna
respecto
del
contencioso catalán. Una y otra
han estado sin embargo ausentes en la práctica política del actual gobierno. Y
cuando la política es más necesaria que nunca, porque España está más débil que
en buena parte de su historia,
como
justo después del
Desastre del 98 y la pérdida de las
colonias de ultramar, fue el m
omento
en el que vino en nacer
Lliga y
empezó a ganar elecciones
contra los
republicanos de Lerroux y las
fuerzas dinásticas -no olvidemos que los débiles se hacen siemp
re fuertes cuando los que un día fueron poderosos
manifiestan hoy fragilidad.
De modo que, ahora que tenemos una España rescatada -al menos desde el punto de vista
financiero-, con unas tasas de paro
insoportables, aplicando recortes sin cuento, atenazada por una corrupción que afecta a prácticamente todos los
sectores de la política y sin
voluntad para afrontar la imprescindible
racionalización de su estructura institucional, el gobierno de ese país tampoco ha tenido respuesta
al desafío independentista.
¿Dónde ha quedado el relato de lo que ha sido España en Cataluña? ¿Dónde las
respuestas a la falsa tesis de
Espanya ens roba? ¿Dónde la aseveración de la
realidad histórica f
rente
al mito de la soberanía originaria? En ningún lado. Solo ha existido en las
compa
recencias
del gobierno el silencio, que parafraseando al poeta Neruda, ha sido toda una
ausencia.
No ha habido relato, porque nadie ha gastado un euro en explicar a los catalanes
de qué iban las
cosas que nos
afectan a todos, las
consecuencias
de las decisiones -más allá de un vago... "
Fuera de España y de Europa se está condenado a la nada"-, las ventajas de sumar
respecto a las locuras de la división en un mundo en
el que la dimensión cuenta cada vez más o el artificio de la p
retendida excelencia de que disfrutarían los
catalanes
como
consecuencia de la independencia.
Pero tampoco
ha existido conducta. Ninguna política se ha planteado
respecto de la ofensiva
independentista. Aparte de una difusa y ambigua manifestación de que El gobierno cumplirá la Ley, que es
ambigua porque nadie sabe muy bien si este gobierno pusilánime y silente
estaría dispuesto a cumplir de verdad las previsiones
constitucionales en el caso de que
la ofensiva soberanista pretenda recorrer en toda su extensión su particular hoja de ruta.
Y tampo
co
se ha intentado movilizar a los
contrarios
al independentismo. Ca
rentes los
catalanes de organizaciones
como
¡Basta Ya! o
la Fundación para la Libertad, que agrupaban a sociedad civil y
gentes procedentes del ar
co políti
co constitucionalista,
nadie ha querido hacer nada de esto en este caso. Ninguna
conducta se ha puesto en marcha para enf
rentaste a la estrategia de los soberanistas.
¿Y ahora qué? ¿Quien
arregla el entuerto, si es que tiene
arreglo? No lo sé, sinceramente, y
casi nada espero de nuestros actuales gobernantes. Quizás nada más que una
oferta de pacto fiscal que ya se rechazó en su día y que los nacionalistas ya consideran insuficiente -y muchos constitucionalistas un nuevo agravio comparativo. Pero, aunque ya fuera tarde, habría
que volver a lo que proponía Ossorio hace más de 100 años. Quizás así las
gentes de la Cataluña dormida y expectante empezarían a desperezarse.
No le falta nada a éste escrito, todo queda expuesto, y ahora a esperar ¿acaso un gobierno puedo sólo esperar?¿para qué está un gobierno?.
ResponderEliminarEs una pena que en éstos momentos todo esté mal en España, en economía en política en dirigentes y claro a perro flaco todo son pulgas.
Excelente análisis.
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