domingo, 15 de septiembre de 2013

El relato y la conducta


Pasados los fastos de la Diada, el catalanismo regionalista de sus orígenes ha devenido de manera definitiva en el programa máximo que ya le auguraban algunos, y que no es otra cosa sino el independentismo. Parecen fracasados, y de manera definitiva, todos los intentos que la historia y la política españolas han tenido en la atracción del nacionalismo en aquella tierra. Queda solo, a un lado, el independentismo, y al otro, las gentes silenciosas, desmovilizadas y sumidas en la atonía. Y, oteando el horizonte y sin voluntad ni capacidad de intervención, un gobierno silente -salvo quizás el Ministro de Exteriores, que parece irónicamente prefigurar en sus intervenciones su futura relación con un nuevo país soberano, en un mundo en el que, por supuesto, apenas si se contienen verdaderos países soberanos.

Ossorio y Gallardo -un político conservador español que tuvo la responsabilidad del gobierno civil de Barcelona en el Gobierno Largo de Maura entre los años 1907 y 1909-, escribía con frecuencia al presidente del Consejo explicando lo que veía en aquella provincia. El problema -venía a decir Ossorio- es aquí un 75% de conducta y un 25% de doctrina.

Una y otra se han intentado durante muchos años y con desigual fortuna respecto del contencioso catalán. Una y otra han estado sin embargo ausentes en la práctica política del actual gobierno. Y cuando la política es más necesaria que nunca, porque España está más débil que en buena parte de su historia, como justo después del Desastre del 98 y la pérdida de las colonias de ultramar, fue el momento en el que vino en nacer Lliga y empezó a ganar elecciones contra los republicanos de Lerroux y las fuerzas dinásticas -no olvidemos que los débiles se hacen siempre fuertes cuando los que un día fueron poderosos manifiestan hoy fragilidad. 

De modo que, ahora que tenemos una España rescatada -al menos desde el punto de vista financiero-, con unas tasas de paro insoportables, aplicando recortes sin cuento, atenazada por una corrupción que afecta a prácticamente todos los sectores de la política y sin voluntad para afrontar la imprescindible racionalización de su estructura institucional, el gobierno de ese país tampoco ha tenido respuesta al desafío independentista.

¿Dónde ha quedado el relato de lo que ha sido España en Cataluña? ¿Dónde las respuestas a la falsa tesis de Espanya ens roba? ¿Dónde la aseveración de la realidad histórica frente al mito de la soberanía originaria? En ningún lado. Solo ha existido en las comparecencias del gobierno el silencio, que parafraseando al poeta Neruda, ha sido toda una ausencia.

No ha habido relato, porque nadie ha gastado un euro en explicar a los catalanes de qué iban las cosas que nos afectan a todos, las consecuencias de las decisiones -más allá de un vago... "Fuera de España y de Europa se está condenado a la nada"-, las ventajas de sumar respecto a las locuras de la división en un mundo en el que la dimensión cuenta cada vez más o el artificio de la pretendida excelencia de que disfrutarían los catalanes como consecuencia de la independencia.

Pero tampoco ha existido conducta. Ninguna política se ha planteado respecto de la ofensiva independentista. Aparte de una difusa y ambigua manifestación de que El gobierno cumplirá la Ley, que es ambigua porque nadie sabe muy bien si este gobierno pusilánime y silente estaría dispuesto a cumplir de verdad las previsiones constitucionales en el caso de que la ofensiva soberanista pretenda recorrer en toda su extensión su particular hoja de ruta.

Y tampoco se ha intentado movilizar a los contrarios al independentismo. Carentes los catalanes de organizaciones como ¡Basta Ya! o la Fundación para la Libertad, que agrupaban a sociedad civil y gentes procedentes del arco político constitucionalista, nadie ha querido hacer nada de esto en este caso. Ninguna conducta se ha puesto en marcha para enfrentaste a la estrategia de los soberanistas.

¿Y ahora qué? ¿Quien arregla el entuerto, si es que tiene arreglo? No lo sé, sinceramente, y casi nada espero de nuestros actuales gobernantes. Quizás nada más que una oferta de pacto fiscal que ya se rechazó en su día y que los nacionalistas ya consideran insuficiente -y muchos constitucionalistas un nuevo agravio comparativo. Pero, aunque ya fuera tarde, habría que volver a lo que proponía Ossorio hace más de 100 años. Quizás así las gentes de la Cataluña dormida y expectante empezarían a desperezarse.

2 comentarios:

  1. No le falta nada a éste escrito, todo queda expuesto, y ahora a esperar ¿acaso un gobierno puedo sólo esperar?¿para qué está un gobierno?.
    Es una pena que en éstos momentos todo esté mal en España, en economía en política en dirigentes y claro a perro flaco todo son pulgas.

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