martes, 24 de junio de 2014

Mi primera semana como eurodiputado (1/4)




Conocí a Guy Verhofstadt un lunes 2 de junio. Habían pasado las elecciones europeas hacía apenas 8 días y la expectación de los liberales de ALDE por UPyD iba aumentando por momentos. No era para menos, los diferentes partidos componentes de la coalición de liberales y demócratas se habían dejado unos cuantos escaños por el camino ante el auge de los populistas y el presidente —y candidato a presidente también de la Comisión Europea— no podía permitirse el lujo de perder el tiempo.
(Haré un inciso: es curioso como se produce una especie de efecto desplazamiento de las posiciones liberales a causa del avance de los populistas. Caen aquellos cuando crecen estos. Y el caso que lo pone de manifiesto más claramente es el del Reino Unido, donde loslib-dems se han quedado en uno, en tanto que el UKIP ha ganado las elecciones. El alma liberal, abierta, universalista y federalista es lo opuesto al populismo, cerrado, localista y nacionalista).
De modo que Paco Sosa y yo manteníamos una grata reunión con Guy Verhofstadt —entonces Monsieur Verhofstadt, ahora llámeme sólo Guy— en su despacho de vicepresidente del Parlamento Europeo.
Al interés de ALDE porque UPyD entrara en ese grupo le había contestado una carta de nuestro eurodiputado de la legislatura anterior —y de esta— en los términos en que UPyDvaloraba la presencia de nuestros representantes en ALDE, dada la previa asistencia de dos partidos nacionalistas en el mismo, CDC y PNV. De modo que ALDE debería salir de su convicción por la que el asunto catalán era sólo un problema interno de España para afirmar sin ambages que apoyaba la integridad territorial de nuestro país.
Esa carta tendría respuesta —nos aseguraría Verhofstadt— en breve. Será en los términos del artículo 4 del Tratado —le recordaría Sosa. En esos términos, desde luego —respondió el belga.
— Quiero decirle algo -añadía yo-. He militado en un partido liberal, el PDL, que presidía Antonio Garrigues Walker, en el que he tenido alguna responsabilidad. Nada me haría más ilusión que entrar en ALDE. Aunque debo decirle también que mis trabajos políticos se han desarrollado de manera principal en el País Vascodonde he sido amenazado por la banda terrorista. Pues bien, los compañeros de la señora que usted tiene sentada en su grupo,miraban hacia otro lado cuando nos mataban. Usted debe comprender esto y debe ayudarnos a hacer comprender a nuestros ciudadanos nuestra entrada en su grupo.
Verhofstadt me escucharía con atención y contestaría que sí, y que lo haría en los términos del Tratado.
Se trataría de una reunión breve aunque no insatisfactoria. El interés de ALDE era evidente. Aunque debíamos esperar a la contestación de la carta.
Esta llegaría, en efecto. Pero, para satisfacción de quienes seguramente no estaban dispuestos a que entráramos, y para insatisfacción nuestra, el texto sólo contenía vaguedades.
En todo caso, se trataba de una negociación -sindical, en palabras de Rosa Díez.
De modo que le metimos de manera cumplida el lápiz rojo: la corrección era, por supuesto, una propuesta de máximos, a la que no se haría esperar una respuesta que sería ya satisfactoria: en su último párrafo, ALDE decía comprometerse con la defensa de la integridad territorial de los Estados miembros.
Nuestra portavoz nos leía esta última carta en el Consejo de Dirección de UPyD que celebrábamos con carácter previo al Consejo Político del sábado 7 de junio: lo encontramos plenamente satisfactorio, lo mismo que haría el Consejo Político de ese día.
En rueda de prensa en que yo mismo acompañaba a Rosa Díez, esta daba cuenta de la decisión junto con una valoración de los resultados de las elecciones europeas.

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