Estrasburgo, en el pleno inaugural
La sesión inaugural del Parlamento Europeo venía precedida por un acuerdo negociado entre PPE, S&D y ALDE que ya algunos han calificado como de reparto de prebendas.
Pero es rigurosamente falso. Como dice Sosa Wagner, se trata de cargos que no contienen —como en el caso español y otros— ningún beneficio de tipo económico. Quizás no haya sido del todo adecuada la elección de los mismos, desconectada del programa que se vaya a aplicar. Pero es que los tiempos en la política, antes y después de Maquiavelo, no son cosa menor. Junckeracudirá en breve a Estrasburgo a validar sus políticas y nosotros, los liberales y demócratas, deberíamos fijarlas de forma clara en la reunión del miércoles 2 de julio.
El debate en el grupo ALDE fue intenso y no hubo quien dejara de expresar su insatisfacción con los dos candidatos: Schulz —a presidente del parlamento— y Juncker —a presidente de la Comisión. Pero lo que no me dejaría de sorprender es que no escuché ninguna opinión que expresara un rechazo a dicha coalición. Una coalición, por otro lado, real aunque fuera bautizada de técnica.
Guy Verhofstaat insistió en la cuestión de los nombres que ejecutarían las políticas y que en ellos deberían contenerse las de egregios liberales. Pero también de fijar los criterios políticos a ser entregados a la coalición. Precisamente el sentido de mi intervención en el grupo pretendía incidir más en las políticas que en la nombres, sin por ello demeritar a estos. Y no habría sido malo que se hubiera aprovechado la reunión matinal del martes para definir un decálogo o cinco puntos que definieran con mayor concreción la actitud del grupo. Pero no ocurriría así. Verhofstaat daba por cerrado el asunto del programa hasta la tarde del miércoles, por lo que acudíamos al voto bien sermoneados por el presidente del grupo para que no falláramos en la elección. Sermones que desde luego no se producen en las votaciones del Congreso de los Diputados —por ejemplo—, donde al jefe de filas le basta con un movimiento del pulgar para comprometer al conjunto de su grupo.
El acto de inauguración solemne de la legislatura lo presidía la interpretación del pretendido himno de la Unión —aunque esa fuera una de las piezas que se extraía del Tratado Constitucional. Los diputados euroescépticos se volvieron de espaldas a la presidencia.Si una foto ilustra una actitud, esta es la más clara de todas: quieren mirar hacia atrás, no hacia el futuro, que es inevitablemente el de la construcción europea.
La defensa de los candidatos —4— se produjo a partir de las 10 de la mañana. Empezaría nuestro Iglesias celtíbero con un discurso que no podría sorprendernos a quienes ya le hemos escuchado en las televisiones españolas: casta, secuestro de la democracia, apelación a los eurodiputados más allá de los grupos en los que estamos incluidos… Su discurso no fue correcto con los tiempos, grave descortesía en un parlamento que sabe que, con 751 diputados, el mayor de los respetos es ajustarse a los 5 minutos que se reservan al orador en estos casos.
Intervinieron el resto de los candidatos y se pasó a la votación, por urna, en este caso. Martín Schulz ganaría con el apoyo de los tres grupos. A continuación expresaría sus convicciones en un discurso claramente institucional y europeísta. Un discurso que suscribo sin ninguna dificultad. No va a presidir la institución con equidistancia entre los diversos grupos parlamentarios, sino apostando por la construcción de Europa.
Fue bastante curioso el resto de la sesión. El voto a los primeros de los 14 vicepresidentes se celebraría por el procedimiento de la papeleta, lo que retrasaría el horario dada la necesidad de computar los sufragios emitidos. Pero los restantes vicepresidentes lo fueron gracias al voto electrónico. Más rápido, aunque no sin los despistes correspondientes para los nuevos llegados. Ni siquiera el procedimiento de prueba, destinado en este caso a elegir a los mejores cantantes europeos salvaría la situación (para la anécdota, ganaría un español, Plácido Domingo).
La mañana del miércoles estaba dedicada a la comparecencia de los presidentes del Consejo y de la Comisión Europea, Herman Van Rumpuy y José Manuel Durao Barroso. Para el primero, muchas de las cosas que antes pensábamos que las teníamos concedidas para siempre no se pueden dar por sentadas ahora. Están sometidas a una gran presión. El euro se ha salvado, sin embargo. Hay que trabajar por la estabilidad del futuro. Continuaría expresando las tareas para los próximos años. Aportar a la Union el impulso necesario para afrontar las prioridades del futuro.
Las prioridades definidas por el Consejo serán:
- Economías fuertes con más trabajo,
- Sociedades con poder para respetar a los ciudadanos. Identidad.
- Energía y cambio climático. Reducir la dependencia energética del gas ruso.
- Confianza y libertades fundamentales. Cuestiones transfronterizas. Migración.
- Maximizar nuestro ímpetu mundial. Socio firme con nuestros vecinos. Hacia el este, la firma de nuestro acuerdo con Ucrania, Georgia y Moldavia. Ucrania y su soberanía va a ser muy importante.
La intervención de Barroso resultaría más gris y menos decisiva que la de su antecesor. Defendió una Europa unida en la diversidad. Que Yprès —en el acto recientemente celebrado por la Unión— nos recuerda que la paz es nuestro principal logro colectivo. No en todas partes es posible la paz, recordando el caso de Ucrania. Nos hemos congratulado por la derogación rusa de la ley del uso de la fuerza. Entienden que Ucrania haya suspendido el alto el fuego, pero llamamos a la paz. Apoyo político y económico a Ucrania, basado en el consenso de la reunión del G7. No aceptar la injerencia de Rusia y la decisión de apoyar una Ucrania independiente y próspera. Apoyo económico. Son parte de una política oriental de vecindad. Relevancia de la política energética. Mercado único de la energía. Se refiere a Juncker. Sus credenciales europeas están garantizadas, Para terminar, Barroso llamaba a centrarse en el crecimiento y los empleos. Actuar con más determinación. Se tomaron decisiones pero faltó la aplicación concreta —dirá Barroso, en lo que no dejaría de ser sino una posición bastante curiosa.
Y daba comienzo así a la intervención de los presidentes de los grupos parlamentarios. Guy Verhofstat, por ALDE, hizo un discurso de altura, europeísta y centrado. Seguramente el que hubiera hecho cualquier representante de UPyD. En cuanto a los demás poco tendría que añadir, ni siquiera Marine Le Pen me pareció extraordinaria en sus posiciones (quizás hasta es posible que se esté moderando, una vez que Sarkozy parece haber consumido sus últimas expectativas de reencarnación política, aunque de animales políticos como el expresidente francés cualquier cosa es esperable).
Punto y aparte fue la intervención del líder del UKIP, Nigel Farage. Faltón (hizo el juego de palabras, «Juncker-drunken», por la afición a la bebida que dicen tiene el presidente «in pectore» de la Comisión Europea), Farage hizo un contra-homenaje al parlamentarismo británico. Se puede estar en desacuerdo con la Unión, pero siempre desde la cortesía, la parlamentaria y la personal.
Nuestro cabeza de lista, Paco Sosa, intervino para pedir un debate entre los dos candidatos con el mayor número de votos en las elecciones. Un debate en el que se pusieran de manifiesto las posiciones de cada uno de ellos y los compromisos que adquirirían con la cámara.
El resto sería un debate de los eurodiputados entre sí, en el que los presidentes europeos asumirían un papel de espectadores. El tiempo dirá si esta va a ser la práctica común en el hemiciclo de Estrasburgo en los próximos 5 años. Pero debo señalar que si así fuera, esa sería una lamentable forma de actuar.
En el cierre del debate Van Rompuy señaló la importancia de los 5 años para consolidar el proyecto europeo. «No se nos va a juzgar por la calidad de nuestros discursos, sino por la importancia de nuestras decisiones».
Llegaría la tarde de ese miércoles y, con ella, los debates de rendición de cuentas del Primer ministro de Grecia, cuyo semestreconcluía en estas fechas, y de Italia, que da comienzo precisamente ahora.
Dedicaré algún comentario al discurso del segundo, pero debo manifestar mi sorpresa por el tono fundamentalmente nacional de las intervenciones de los diputados. Casi solo tomarían la palabra los del país correspondiente al del mandatario. Llegó incluso un colega dirigirse al presidente pidiendo excusas por tomar la palabra «aunque yo no sea griego». No debería insistir demasiado si digo que los debates girarían no en torno de la presidencia griega, sino respecto de la prosélitos interior de la República helénica. ¡Qué pena de Parlamento Europeo sin espíritu europeo!
Tenía mucho interés por escuchar la intervención de . Un estilo de político que parece haber cautivado a los italianos, pero que lo haría también en el caso del Parlamento Europeo.
Comenzaría diciendo el primer ministro italiano que si hoy día Europa se hiciera una foto de sí misma, saldría la cara del cansancio, de la resignación. Ilustró el relevo que recibía como el testigo entre Grecia e Italia, el ágora y el foro, el Partenón y el Coliseo. Pero no es así. Pensamos en la prima de riesgo, en las dificultades financieras. Sin embargo, el gran desafío es volver a encontrar el alma de Europa —verdadero leit motiv de su discurso—, el sentido de seguir juntos. Debemos seguir colaborando, de lo contrario perderemos. El PDI —su partido— ha conseguido sus votos diciendo la verdad: hay que cambiar las instituciones. No venimos a decir a Europa que cambie, nosotros cambiamos. Hemos firmado un pacto de estabilidad —diría después Renzi—, pero también de crecimiento. Somos una comunidad, no una localidad. Una Europa sin el RU sería menos Europa. Es preciso reconducir la diferencia a la unidad. Hablaría de las fronteras, de Libia, del Mediterráneo. De valores, de la cárcel de una ciudadana en Pakistán por ser cristiana, o las mujeres violadas en Nigeria. Somos una frontera. No podemos permanecer ciegos frente a Oriente Próximo. No tenemos miedo a decir que la política tiene su dignidad. El fruto que se nos entrega —dijo para terminar— debe ser un compromiso. Se lo debemos a nuestros hijos y a quienes nos precedieron.
Un discurso repleto de ideas felices, brillante. Pero muy pococoncreto. Veremos en qué queda esta presidencia.
Quedaría para más tarde la foto de los componentes del grupo ALDE, a la que seguiría la correspondiente reunión. En ella abordaríamos los planteamientos que haremos a Juncker con carácter previo al voto que el pleno del Parlamento en Estrasburgo dará la tercera semana de julio. Fueron muchas las intervenciones que se produjeron, además de la posibilidad de formular alguna pregunta al candidato en la reunión de grupo a la que se presentará Juncker la semana que viene.
En todo caso, el europeo es un Parlamento vivo, que parece tener incluso menos burocracia y más inmediatez en las intervenciones de los diputados que otros parlamentos que —debido a su composición bastante más corta— permitirían.
Pero ya lo veremos. Y ya se lo contaré a ustedes.
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