Es sabido que la crisis económica ha producido un impacto muy grave en las políticas culturales de todos los países de Europa. Desde el año 2009, la financiación pública de la cultura, que es de manera tradicional la principal fuente de apoyo –y también de supervivencia– de los museos, bibliotecas, teatros, orquestas… ha sufrido y continúa sufriendo a causa de una política de reducción de las subvenciones públicas.
No en vano, la primera idea para reducir el déficit público ha sido la de recortar los fondos dedicados a la cultura. No le han dedicado un excesivo tiempo antes de poner en funcionamiento la tijera. Porque, según la Unión Europea, los sectores de la cultura y de la creación artística alcanzarían un 4,5% del PIB y contribuirían al mantenimiento de hasta ocho millones de empleos en el espacio europeo.
Por poner un ejemplo más preciso, según informaba el periódico Les Echos el pasado 7 de noviembre de 2013, “El mundo de la cultura tiene más peso que la industria del automóvil”. Un estudio de EY –antes Ernst&Young– descubría que las industrias culturales constituyen un vivero en términos de creación de riqueza y de empleo, y no son fácilmente deslocalizables. Las cifras que aporta el estudio son rotundas: 75.000 millones de euros –2,8% del PIB– y 1,2 millones de puestos de trabajo –o sea, el 5% del empleo en Francia–. Por lo tanto, la cultura es más importante que la industria del lujo, el automóvil o las telecomunicaciones, y se sitúa en el quinto puesto del ranking de los sectores de la economía francesa. Y el caso de España no es –como se sabe– una excepción a esa norma.
Casi todas las instituciones culturales han arrojado pérdidas en sus cuentas –y dejo el “casi” sólo para curarme en salud–. Por ejemplo, el Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, el Instituto Cervantes, el Museo Reina Sofía, el Teatro Real… Según el BOE, el Prado ha visto multiplicar sus pérdidas en relación con el año anterior en 6 millones de euros sobre 1,1 millones en 2012 –o sea, 6 veces más–, el Teatro Real también pierde más de 6 millones, el Instituto Cervantes ha multiplicado cuatro veces sus pérdidas…
Los datos destacan la doble causa de esa situación: la reducción de las aportaciones del Estado, por una parte, y el hundimiento de las visitas –en especial, en los museos– y las taquillas de los teatros, por otra. Tampoco las aportaciones privadas han ayudado.
Pero resulta que el caso de las instituciones privadas no arroja un mejor resultado, el Museo Thyssen ha perdido más de 5 millones en esa misma temporada.
Reducción de aportaciones del Estado y mala gestión se reparten las responsabilidades de esta situación. Pero hay que pensar que existen medios para mejorar las políticas culturales e impulsar el turismo cultural y la economía creativa en el país, sobre todo en la perspectiva de sostener el desarrollo económico del turismo, que es como ya sabemos un puntal de la economía española. La Encuesta de Gasto Turístico ha señalado que los turistas extranjeros han gastado entre enero y septiembre más de 50.000 millones de euros, un 7’3% más que en el año anterior. Y el turismo no sólo equivale a la playa. Y, en todo caso, deberían encontrarse alternativas a ese monocultivo turístico.
PATRIMONIO CULTURAL
En este mismo contexto, soy promotor de una iniciativa en la Comisión de Cultura del Parlamento Europeo para hacer que se conozca el patrimonio cultural de las ciudades y pueblos que todavía no se encuentran en los mapas del turismo internacional pero que conservan un patrimonio a veces impresionante y que, además, y de manera muy singular, demuestran que quieren hacer “vivir” este patrimonio a través de iniciativas como cursos, conferencias, exposiciones… Es el caso, entre otros, de Albarracín en Teruel, donde he propuesto realizar una misión de la Comisión de Cultura. Un pueblo que ha defendido, como seguramente ningún otro, conservar con orgullo y determinación su singularidad cultural.
La situación general de la cultura en España plantea una amenaza directa sobre el empleo en este ámbito, haciendo “culpable” y agente principal de la reducción del déficit, al mismo tiempo, a la cultura y a la creación artística. Existe una contradicción en la política del Gobierno de Mariano Rajoy en pretender defender la “Marca España” para promover a las grandes empresas españolas y los intereses del país en Europa y en el mundo sin querer incluir en ese punto a la cultura y a los artistas. El arte y la producción cultural constituyen, sin embargo, instrumentos potentes de influencia internacional, por no decir que vectores de influencia cultural –y económica– de un país que se puede apoyar con facilidad en un idioma hablado por 400 millones de personas en todo el mundo.
En resumen, hacer cultura es promover el desarrollo económico.
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