Artículo publicado hoy, 21 de enero de 2015 en Vozpópuli
El debate interno que estamos viviendo en UPyD, y que las redes sociales están convirtiendo en público, empieza a cruzar alguna línea roja que lo convierte en lamentable.
Ya he denunciado en este mismo blog que la jefa de delegación de este partido en el Parlamento Europeo, Maite Pagazaurtundua, tuvo el pésimo gusto de concluir un intercambio epistolar de puntos de vista entre los dos —duro, pero correcto, al menos por mi parte— con el comentario: «Creo que estás enfermo». Expresión que motivaría, además de mi enfado, un replanteamiento de mi concesión a admitir que mi futuro asistente transversal —para el conjunto de la delegación—, responsable de prensa, estuviera en adelante bajo su mando.
No son estas las formas de actuar de un responsable de delegación, pese a que el debate pueda resultar a veces difícil. Pero es que, de vuelta a Madrid, un acto organizado por la asociación Unidad Ciudadana Europea —fundada por los diputados Nart, Girauta, Calvet y yo mismo—, a celebrarse en Valencia y en el que tomaremos parte la militante de Ciudadanos,Carolina Punset y el que suscribe este comentario, ha dado lugar a una encendida discusión en Facebook.
No deja de ser cierto que uno debe someterse a un muy variado tipo de comentarios. Soy representante público y mantengo además una actitud discrepante con la actual estrategia de la dirección de mi partido, empeñada en enterrarse con el mismo. Eso me hace, entiendo, acreedor de las críticas de quienes apoyan, por motivos generosos o espurios, la línea que yo denuncio. Otra cosa son las descalificaciones y los insultos. A estos y a los que los profieren simplemente los rechazo y los evito en adelante, como cualquiera hace con el cieno que se acumula en las cloacas.
La mujer del responsable de organización de UPyD, Arantza Aranzabal, me ha descalificado con las menciones de «sinvergüenza» y «traidor». Es afiliada —creo— y cofundadora —como yo también— de UPyD. Y se acoge a su parentesco con el presunto número 3 del partido para insultarme. ¿Hay alguna duda de que la esposa de Fabo no será sometida a una posible sanción en UPyD por atentar contra el código de buenas prácticas? No tengo ninguna. Por eso ella se ampara en su marido para insultarme.
Rotas quedan las escasas relaciones que mantenía yo con ella. Pero queda claro que la pérdida de las formas que, desde la sugerencia de Sosa Wagner de abrir un proceso para el acuerdo con Ciudadanos, se viene produciendo en UPyD —recuérdense la carta de Irene Lozano y el tuit de Carlos Martínez Gorriaran—, sólo expresan la preocupación porque la estrategia elegida lleva a este partido a la catástrofe. Una presunción de la que yo ya he advertido en este blog, pero que ahora se ve confirmada en las encuestas.
La realidad política define que, en cada espacio político, cabe un solo partido. En las primeras elecciones democráticas en España, por poner un ejemplo, contendieron una muy variada multiplicidad de partidos socialistas. Después, sólo quedaría el PSOE. El PSP de Tierno Galván se integraría en aquel y para Cataluña escogerían una relación de apoyo conjunto entre el PSC y el partido de González.
El mismo pronóstico es el que hago yo ahora con el espacio que ocupamos C’s y UPyD, lo que no quiso la dirección de mi partido lo harán ahora los electores. ¿A costa del segundo? Eso parecen manifestar las encuestas.
Cuando se toma una decisión —como la han tomado en la dirección de UPyD—, se va después con la cabeza bien alta y se está dispuesto a soportar sus consecuencias. Algunas profundamente indeseables, como que en el más íntimo círculo familiar se llegue a perder el escaño y con él el modus vivendi que este procura.
Es sabido que la vieja política española se ha distinguido siempre por actuar con saña contra los que ponen en riesgo los cargos de que uno dispone, porque se parte de la errónea idea de que les pertenecen a ellos y no a los electores —no diré que a los ciudadanos para no enervar aún más los ánimos. Pero que no se equivoquen también en esa apreciación: el resultado electoral será producto de su mejor o peor estrategia, no de la crítica interna, por importante que esta pueda llegar a ser.
Además que el nerviosismo que expresan esos comentarios constituye un síntoma de una enfermedad más grave, el miedo a la derrota. Una enfermedad a la que, sin duda, Pagazaurtundua podrá adjudicar un nombre más adecuado. Al fin y al cabo, yo no soy un experto en esa materia.
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