lunes, 29 de junio de 2015

Traicionando la confianza (elperiodista.es)

Publicado originalmente en elperiodista.es, el día 29 de junio de 2015 

Era una noche cálida del verano apenas anunciado en Madrid. Ella prefería cenar en el interior, había pasado frío en una ocasión reciente, cuando caía la torrentera sobre las afueras de la ciudad y el ambiente se limpiaba, así como se rebajaban algunos grados las altas temperaturas de este junio en Madrid.

¿O se trataba de una friolera? No lo sabía muy bien. Apenas le había tratado en esos fines de manifestaciones pro-saharauis o actos públicos convocados por UPyD. Unas cañas en un bar cercano a la sede de Cedaceros -ahora cerrada, tras el desastre electoral- o en la tampoco lejana plaza de Santa Ana. “Soy de Bilbao, de Indauchu”, le decía, como para poner una cierta cercanía entre ellos. De Indauchu, ella; él de Abando: dos barrios limítrofes en la Villa, dos militantes por el Progreso y la Democracia.

Así que cuando su amigo y compañero en el Parlamento le decía que había hablado con ella, que su situación era económicamente muy comprometida después de la catástrofe electoral, él, le anunció que la llamaría. Y lo hizo: en una larga carrera entre el aeropuerto Charles De Gaulle de París hasta su hotelito en el centro de “la ciudad de la luz”, se produjo la comunicación. No hablaron mucho. Él le prometió que se encontrarían a su regreso a Madrid. Ella agradeció su prontitud y su promesa.

Y él cumplió. De modo que se veían en ese restaurante en el que cenaban, Asunción y Roldán, la noche anterior al día en que este realizaba una rocambolesca huida de España. Pero no se lo dijo. Ella decía no comer mucho y los nervios que se despertaban en ella ante su situación presente y futura reducían aún más su escaso apetito.

Vascos -bilbainos- al fin, cortos en palabras, fueron rápidamente al grano: ella pretendía alguna colocación en el partido emergente de la renovación en el centro político español. Él le preguntó sí en algún momento había ella participado en la reciente campaña de acoso y derribo orquestada por su partido en contra de aquel al que ahora ella pretendía encaramarse.

“No -contestó ella-. No he dicho nada”. Y agregaría: “Siempre he estado de acuerdo con un pacto con ese partido”.

Estaba claro. Se trataba de una de esas damnificadas por la mala gestión de una ejecutiva desnortada, que conducía a su partido a la irrelevancia y a sus gentes -algunas al menos- a la desesperación.

Aún así era un asunto difícil. A él le constaba que el partido emergente había planteado un ultimátum a los de UPyD: solo entrarían -y unos pocos- en las listas autonómicas y locales. Para esas procedencias habría en adelante una página que pasaba en su calendario político. Muy complicado, por lo tanto. Aunque a favor de ella quedaba su prudencia.

Se intercambiarían correos, definiendo posibilidades. Pero un comentario de él respecto de aquel encuentro produciría una investigación sumaria. De ella se pudo extraer una larga serie de tweets -¡Dios mío, que cantidad de escándalos provoca esa fábrica de gorjeos!

Eran muchos, tweets y retweets, pero bastaba un botón como muestra. Una basura que llevaba por título “Desmontando a Ciudadanos”. Una bazofia en que se contenían todos y cada uno de los argumentos -¿argumentos?- que UPyD había utilizado en contra de aquel partido. Un video, seguramente, realizado por el partido de los magentas.

No, no se trataba sólo de la campaña electoral y de las cosas que -con razón o sin ella- se decían en la contienda; era la mentira, el abuso de confianza, el hecho lamentable de jugar con su buena voluntad.

De modo que cuando le enviaba un sucinto correo con el enlace a su tweet y el anuncio de que el asunto quedaba cerrado para él, un gesto de contrariedad asqueada por lo peor de la condición humana viajaba con aquel mensaje.

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