jueves, 20 de octubre de 2016

Intervención en la Comisión de Exteriores del Congreso


19 de octubre de 2016, con relación al Consejo Europeo de octubre 

El  presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en referencia a esta reunión de octubre, ha utilizado la expresión «efecto árbol de Navidad». Una dosis de realismo, la de Tusk, que no estaría de más, si pensamos en los asuntos que tiene que resolver la UE y la muy limitada capacidad que esta tiene en cuanto a su resolución. Pensar en este Consejo como quien cree que en la mañana de Navidad aparecerá el árbol repleto de regalos o que los Reyes Magos atenderán todas nuestras peticiones constituye una pretensión vana que sólo nos conducirá a la melancolía.

Pero, por lo que nos acaba de explicar el SEUE, de lo que se trata más bien es de reducir la importancia de este Consejo, llevando la carga decisiva a diciembre o a marzo, con la activación del Brexit por parte del RU.

A pesar de lo dicho, creo que se tratará de un Consejo para nada irrelevante.

Empezaré si les parece con lo que no está en el orden del día, aunque todos sabemos que será discutido, que es el acuerdo comercial Canadá-UE, llamado CETA, que responde a la denominación Comprehensive Economy and Trade Agreement.


Todos sabemos que, desde la fitración por Greenpeace Holanda de algunos documento secretos del TTIP (el acuerdo que se está negociando con EE UU), los convenios comerciales no gozan de buena salud. Tampoco el CETA, según las últimas informaciones.

Sin embargo, convendría precisar que no es lo mismo el CETA que el TTIP. Tanto en la forma de su discusión como en su contenido. La manifiesta opacidad del TTIP, si se piensa que sólo se puede recibir información en espacios de lectura en Bruselas, a los cuales pueden acceder únicamente los miembros del Parlamento de la UE, en un acceso que es disponible por dos horas, dos días cada semana. Y que pueden entrar sólo con un papel y un lápiz... ¿Exagero cuando digo que el TTIP se está negociando de una manera opaca?

Y no acaba en esto el asunto para su difícil adopción por la UE: el relativo a la protección sanitaria y fitosanitaria, la protección ambiental, la ausencia de prioridad en cuanto a la protección del clima, de la protección del medio rural y de los productos geográficamente determinados o la cooperación comercial en cuanto suponga una reordenación normativa en la UE.

No ocurre lo mismo con el CETA, en el que además de la mayor transparencia en la negociación, se ha aceptado el ACS (o tribunal ad hoc para dirimir los contenciosos, que por cierto había sido pedido por el grupo ALDE, en el que se incluyen los eurodiputados de C's en el Parlamento Europeo).

C's está a favor de los acuerdos comerciales. Creemos que, por lo general, benefician a los consumidores y dinamizan la economía, con lo cual tienen un impacto positivo sobre el empleo. Pero no todo acuerdo comercial es bueno. Como ha dicho Tusk, para que el comercio sea libre deberá ser justo. Y hay acuerdos comerciales que pueden llegar a perjudicar los estándares establecidos para la protección de esos mismos consumidores, de los derechos laborales o de la protección del medio ambiente. Esto no ocurre con el CETA.

Segundo asunto.

En cuanto al tratamiento que viene haciendo la UE, en general, y España en particular respecto del asunto de los refugiados, es necesario hacer notar que en los últimos meses, y aún semanas y días, han ocurrido cosas, aunque no todas positivas. El reciente referéndum celebrado en Hungría que, pese a no haber obtenido la participación necesaria del 50%, será llevado a la legislación de ese país, de acuerdo con las declaraciones de su presidente Orban, no debería dejarnos indiferentes. La protección de los DD HH y el cumplimiento de la ley que algunos países de la Unión parecen estar dispuestos a conculcar —o lo están haciendo ya de manera deliberada— nos debe llevar a exigir de nuestros gobiernos, como lo estoy haciendo yo ahora mismo, que los principios que inspiran a la UE también son el respeto a la democracia y a los derechos individuales, muy lejos de las democracias «iliberales» que algunos dirigentes políticos se jactan en poner en práctica.

Quizás sea el momento de analizar lo que ha pasado con el acuerdo UE-Turquía que la Comisión Mixta UE estudiaba y pactaba en la legislatura anterior y de cuya resolución creo que el gobierno no ha hecho el adecuado uso. Mucho menos en cuanto al compromiso previamente asumido en cuanto a reasentamiento y reubicación de los refugiados correspondientes al cupo aceptado por España.

En lo que se refiere al acuerdo con Turquía es preciso indicar que en tanto que el número de nuevos refugiados se ha reducido desde el principio de este año, la media mensual casi se ha triplicado desde el mes de mayo. No parece que estos datos nos puedan llevar a la complacencia.

Turquía, un tercer país seguro, de acuerdo con la consideración de Grecia, aunque bastante menos según otras opiniones, si tenemos en cuenta el respeto a los DDHH por parte del régimen de Erdogan, en especial después del abortado golpe de estado.

¿Queremos convertir a Grecia en un nuevo Nauru europeo? (Así se llama la isla del Pacífico donde los australianos depositan a los emigrantes y refugiados que expulsan).

Insisto. Se trata de un problema respecto del cual España debería tomar partido, en favor de la ley y de las soluciones positivas y solidarias.

Y para empezar por algo, debería España cumplir con los compromisos previamente acordados. Utilizando datos del Ministerio del Interior, a finales de septiembre, aunque nuestro gobierno se había comprometido en 2015 a reubicar a 6.647 personas en un periodo de dos años, sólo ha acogido a 344. Y sólo 379 personas han sido reasentadas respecto de las 1.449 comprometidas.

Tenemos poco más de dos meses para multiplicar por 10 el escaso esfuerzo realizado.

Estamos hablando de personas, concentradas en campos de refugiados, que tienen circunstancias familiares, económicas, sanitarias y alimentarias muy difíciles. Estamos hablando de personas a las que no estamos asistiendo  a pesar de que nos comprometimos a hacerlo. De modo que sólo debo insistir en que el gobierno —en funciones o no— ha fracasado de manera estrepitosa en acometer sus obligaciones. Han convertido ustedes a España en parte del problema ya que no han querido formar parte de la solución.

Y para terminar, permítanme hacer un comentario respecto de Rusia. Por lo general, las sanciones están funcionando y están justificadas. Habrá además que enviar un mensaje al régimen de Putin para que cesen los bombardeos indiscriminados que afectan a la población civil en Siria. Me gustaría dirigir desde esta comisión un saludo solidario a esa bella población que era Alepo y que hoy es sólo un amasijo de escombros donde algunos civiles procuran resistir a la desnutrición, la ausencia de asistencia sanitaria, evitando a la vez los bombardeos que están convirtiendo a su ciudad en un verdadero agujero negro del que les resulta imposible escapar a sus habitantes.

Esto es lo que quería decir en mi primera intervención. Árbol de Navidad o carta a los Reyes Magos, le pido que España se sitúe en el lado justo de la historia en cuanto a las decisiones a adoptar. Que es precisamente el de los DD HH y de las personas.

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