Regresamos al autobús para iniciar nuestro cometido propiamente electoral. El ambiente que se vive en el interior del vehículo es enormemente grato. A ello contribuye la siempre simpática actitud del socialista andaluz, Paco Salazar, quien cuenta con una buena dosis de gramática parda política, atesorada desde su afiliación al PSOE en 1992, con experiencias diversas (alcalde de Montellano, Comisario de Memoria Histórica, gerente del Consorcio Vía Verde...) Ahora es responsable de acción electoral en la ejecutiva de su partido. Su expresión «atún o betún... me da igual», es una buena contribución semántica a eso que entre políticos se acostumbra expresar con otras palabras: «Sobre este tema... ¿Qué decimos?»
Aspecto de una cabina electoral |
Vemos a poca gente votando en el primero de los centros electorales. Quizás la hora aún sea temprana. Lo que me asombra en el curso de la jornada es la enorme afluencia de gente joven. Eso se explica porque, en la población de edades entre los 15 y los 24 años, hay más de un 17 % (en España no llega al 10 %).
Lo primero que salta a la vista es la deficiente estructura que se ofrece en los colegios electorales colombianos a la privacidad. Las cabinas de votación sólo podrían recibir ese nombre por casualidad: unas estructuras de cartón que apenas protegen de la vista de curiosos la ardua labor que supone rellenar la compleja papeleta de voto. Otro tanto puede afirmarse de las urnas (término aproximado para definir las cajas de cartón en las que se introduce el voto) cuyos precintos, en algunas ocasiones, sólo aguantan unas pocas horas.
Las urnas de votación |
Durante nuestros repetidos trayectos entre los diferentes locales nos referimos a la ausencia de información que recibimos sobre lo que está ocurriendo en el transcurso de la jornada electoral. La presencia del candidato Gustavo Petro en el hotel de nuestra concentración de observadores internacionales y la petición subsiguiente de mayor protección a su persona nos preocupaba y exigía de comunicación que, pese a ser requerida por nuestra parte, no se nos facilitaría.
A pesar de la posibilidad de la presencia de testigos electorales (interventores y apoderados) en los locales de votación, sólo nos encontramos a militantes del partido MIRA (Movimiento Independiente de Renovación Absoluta), brazo político de La Iglesia De Dios Ministerial de Jesucristo Internacional. Para ellos, su presencia en las urnas resulta de su creencias religiosas: en tanto que trabajan, rezan.
La emisión del voto es difícil en Colombia. A todos los electores se les registra antes de llegar a la mesa (hay muchas armas en el país), lo que provoca colas muy importantes. Después está la complejidad, ya comentada, de las papeletas. Y a todo eso se une que es preciso pedir la tercera papeleta, la de las primarias. En alguna ocasión nos encontramos con que los componentes de las mesas ponen estas ultimas boca abajo, porque, colocadas a la vista, consideran que se trata de propaganda electoral, lo que entiendo que es otro truco diseñado por quienes pretenden recortar el voto popular de alguno de los candidatos (¿Iván Duque?)
Me sorprende también que muchas mesas se encuentran instaladas al aire libre. En una temporada en la que las lluvias constituyen asunto recurrente no parece que esa sea la mejor solución. Y nos podríamos imaginar fácilmente la situación en la que quedarían las urnas y cabinas de votación de cartón después de uno de los acostumbrados aguaceros. Hay también colegios electorales situados en aparcamientos, como se puede observar en la fotografía anterior.
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