La llamada -a pesar de la hora- siempre amable de una señorita me despierta a las 4:53. Me advierte que el desayuno estará listo a las 5:00 y que a las 6:00 deberemos tomar el autobús. Me levanto, me arreglo y bajo al comedor, donde me encuentro con Carlos García que ya está tomando su desayuno.
Plaza Bolívar de Bogota en 1846. Acuarela de Edward Mark |
Me coloco el chaleco que la organización nos ha facilitado como distintivo y me doy una vuelta por el hall del hotel. No veo a ninguno de los componentes del grupo al que estoy asignado. Me siento en un sofá situado a la salida del restaurante y espero acontecimientos. Al poco rato aparece Joanna, una de nuestras responsables. Me saluda y vuelve a desaparecer en busca de algún otro miembro de nuestro grupo. «El 9», que es el número que nos corresponde.
En apenas 5 minutos aparece el infatigable Ángel Peccis, con quien me dirijo finalmente a la furgoneta. Poco a poco va llegando la delegación. Sus componentes son:
- Paco Rodríguez, de la ejecutiva del PSOE.
- Fran Pérez Esteban, de IU.
- Ángel Peccis.
- Alfredo Rodríguez, profesor de la Universidad Camilo José Cela.
- Sonia Alda Mejías, también profesora de la Camilo José Cela y colaboradora del Instituto Elcano.
- Y yo mismo.
Ya está dicho que el mundo es un pañuelo, y hay otro dato más que lo corrobora. Uno de los integrantes de nuestra delegación se refiere a mi amigo y antiguo -y presente- colaborador Antonio —Antuán— de Torre. Es cuñado suyo. Un militar retirado, con rango de coronel, del que ya me advierten que no es excesivamente liberal. Se trata de Alfredo Rodríguez.
Esperamos un buen rato. Parece que un componente del grupo, de nacionalidad brasileña, no llega. Finalmente, sobre las 7:00 nos ponemos en marcha. Hace una mañana espléndida, incluso calurosa, en este clima cambiante que ofrece una ciudad que se encuentra a más de 2300 metros de altura sobre el nivel del mar. Bogotá amanece en un día especial. Los ciudadanos acuden a las urnas, las FARC no amenazan el proceso electoral y los ELN —los elenos, según el amable apelativo de mi colega de IU— han prometido un alto el fuego.
El primer acto de la jornada no consiste en la apertura de ningún centro de votación, como sería de esperar. En lugar de eso, en el patio de armas, junto a la residencia del Presidente de la República —justo en el mismo sitio en el que el día anterior veía el cambio de guardia—, se produce el acto inaugural de las elecciones. Discursos de la directora de la Registraduría, del Ministro del Interior, alzada de bandera, interpretación del himno nacional... y después de eso, nueva espera a que algunos de los acompañantes hagan uso de su derecho al voto.
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