Agotadas las papeletas para las primarias
Concluida la ronda matutina de visitas a los centros electorales el microbús nos deposita en la puerta de un restaurante de comida típica colombiana. Allí se confirman los rumores que habían llegado previamente al habitáculo del medio que nos transporta: había denuncias entre los seguidores de Gustavo Petro acerca de la carencia de papeletas para la consulta interpartidaria -las primarias.
Sentado junto a Alexander Vega, del CNE, observo cómo el runrún va creciendo. Ya no sólo es la gente de Petro la que se queja, sino la de Iván Duque, que además parece ser el principal perjudicado por la carencia de papeletas.
Alexander explica que se habían impreso 3,000.000 de papeletas para un total de 36 millones y medio de electores. Bien es cierto que el voto en la consulta interpartidaria había que rogarlo, pero tampoco era menos cierto que todos los votantes que acudieran a las mesas electorales tenían la opción de votar en esa elección. Los rostros de los responsables del CNE ponían en evidencia su disgusto ante la situación y la incomodidad ante un hecho que perjudicaría de manera notable el éxito de la jornada electoral
Entre pollos preparados con salsas picantes y otros condimentos menos duros para el paladar, las dudas se producen entre los comensales. ¿Sería bueno retrasar hasta las 6 de la tarde el cierre de los colegios? (En Colombia el voto se produce entre las 8 de la mañana y las 4 de la tarde, una población en su día mayoritariamente campesina realiza todas sus tareas con la luz del día). Para eso habría que encontrar el acuerdo de los dos candidatos (Duque y Petro), e incluso parece que éste se recaba sin éxito. Se dice que el principal valedor de la candidatura de Duque, Alvaro Uribe, no admite esa posibilidad. En todo caso, la diferencia entre estos dos contendientes y sus rivales es abrumadora. Finalmente se encuentra una solución que corresponde muy bien al realismo mágico colombiano: se permitirá votar con papeletas fotocopiadas.
Un tanto apesadumbrados también nosotros por el incidente, regresamos al autobús donde podemos observar dos vídeos de un cierto interés: en uno de ellos se observa cómo algunos votantes saltan una valla de seguridad para poder votar; en el otro, se ve a un grupo de personas con billetes en las manos saliendo de la sede de un partido (el presunto responsable de la compraventa de votos alegaría que se trataba de un vídeo anterior a la fecha de las elecciones y que lo que pagaban no eran votos sino viajes a lugares en que se celebraban actos electorales, una explicación poco creíble, desde luego). Luego me informaré desde la televisión que además del partido de la U -ex-uribista-, otro partido responsable detectado en el trasiego económico electorero es el partido liberal.
Queda ya poco tiempo más, de modo que nos acercamos a la zona de seguimiento de los resultados junto a la cual hay unas mesas de votación. Preguntamos por la participación obtenida durante la jornada y aún se nos cae un poco más el alma a los pies: ésta oscilaría entre el 10 y el 20% de votantes.
Descansamos un rato en la sala de prensa hasta que nos dirigimos a la zona desde la que se sigue el recuento de los votos. Pasado un tiempo regresamos al hotel desde el que -en la comodidad de mi habitación- sigo el recuento.
Lunes, 11 de marzo
La cita que tenía en el hotel no se consolida, de modo que acepto la invitación de Ángel Peccis para comer. En el coche que me llevará al restaurante viajo con Fran Pérez Esteban, concejal de IU en Alcalá de Henares y miembro de su secretariado internacional. En el consabido largo viaje se anuda una conversación en la que nos referimos a personas como Txiki Benegas o Eduardo Zaplana. Respecto de este último me cuenta Pérez Esteban que él is o actuaría de anfitrión en una reunión que el entonces presidente de la Comunidad Valenciana mantuvo con las FARC. “Me dijo que él era más atrevido que Aznar” -me cuenta Fran -. Estaba obsesionado por adquirir un perfil internacional y sustituir al que en esos tiempos era Presidente del Gobierno,
El almuerzo nos reúne a los dos con Ángel Peccis y Paco Salazar. Hacemos en él un análisis de las elecciones y las futuras coaliciones que las seguirán. Definidos los candidatos en la derecha y la izquierda -Duque y Petro- quedaría por ver cómo se situará el centro político colombiano.
Vargas Lleras doblaba prácticamente en estas elecciones sus resultados electorales y encaramaba al Centro Radical al puesto de segundo partido del país. Su estructura clientelar (la red de caciques varios que representa) le permitirían seguir contando para el futuro de Colombia.
El bogotano de 60 años Germán Vargas Lleras, ha sido Presidente del Senado y Ministro de de Interior y Justicia y de Vivienda. Fue elegido por el Presidente Santos como su sucesor.
Más en retroceso, el partido liberal y el movimiento de Fajardo podrían eventualmente engrosar esa coalición de centro, o -en especial este último- dirigir sus preferencias hacia Petro. Sergio Fajardo, de 61 años, es un periodista y profesor universitario que fue alcalde de Medellin y gobernador de Antioquía. A pesar de su rivalidad electoral con el ex-alcalde de Bogotá, es considerado como un político de centro, el diario El País lo ha bautizado como “el independiente más independiente de todos”. Algunos analistas políticos han dicho de él que es una opción descontaminada y descontaminante”. Pese a todo, Fajardo está muy detrás en las encuestas y ninguno de mis interlocutores predice su victoria. Ni siquiera lo mencionan
Y en cuanto al episodio -lamentable- del agotamiento de las papeletas en la consulta interpartidaria, avanzamos la posibilidad de que los contrarios a Duque hayan intentado restarle voto popular, a él y también a Petro, con el fin de restarles posibilidades de cara a las presidenciales.
Pero todavía queda partido por recorrer
Aún, en el camino al aeropuerto, tengo la oportunidad de conversar durante unos minutos con Pérez Esteban. Parece claro que en política -como en la vida- la distancia ideológica no conlleva de manera irremediable una frontera en cuanto a la relación personal.
La siguiente ronda electoral en Colombia se producirá el 27 de mayo próximo: la primera vuelta de las presidenciales. Una oportunidad magnífica para seguir de cerca el proceso democrático de un nuevo país que asiste expectante a un proceso en el que el futuro no esté inevitablemente teñido de sombríos augurios.
Una conclusión, siempre provisional
Las primeras elecciones después del acuerdo de paz entre el gobierno del Presidente Santos y las FARC (un acuerdo que fue rechazado por la población en octubre de 2016 por un estrecho margen y una escasa participación admiten diferentes perspectivas. Pese a la percepción que se tiene en España respecto de la importancia política que establece Colombia respecto el acuerdo de paz, éste no supera el 1% de la preocupación ciudadana (o un 2’2%, según una encuesta reciente), muy por detrás de casi todos los demás asuntos.
La primera perspectiva concierne al acuerdo derrotado en el plebiscito, y al que por las razones que fueran y que no constituyen objeto de éste relato, el Gobierno Santos no fue capaz de integrar a la oposición de Alvaro Uribe, o debido a la responsabilidad de éste -seguramente más interesada en obtener réditos electorales a su desacuerdo-, quedaría al final convertido en un pacto de Gobierno y no de Estado, una naturaleza política deficiente que pesará para siempre en contra de la virtualidad del acuerdo y su continuidad. Quedan pendientes en el horizonte las conversaciones que se mantienen entre el Gobierno y los ELN en Quito y la ampliación de los pactos a los sectores de las FARC que no participaron en las negociaciones de La Habana. Es cierto que estas cuestiones no preocupan hoy por hoy en demasía a los colombianos, pero constituyen una verdadera espada de Damocles respecto del horizonte futuro de Colombia. La victoria de la derecha de Iván Duque no supondría una cancelación total de los acuerdos, pero sí pondría en peligro los pactos provenientes de unas ulteriores conversaciones, algunas de ellas ya en marcha.
La segunda se refiere al resultado de las dos consultas interpartidarias. Además de las elecciones propiamente legislativas, la derecha y la izquierda elegían a sus candidatos a Presidente de la República con una tercera papeleta.
En principio, las legislativas no generan gran entusiasmo en un país hastiado de los partidos y de la corrupción. La estructura política colombiana es clientelar (los diputados disponen de presupuesto propio para gastar en sus circunscripciones) y se mantiene la corrupción de la compra de votos. Un sistema que recuerda los viejos tiempos de la Restauración y la II República españolas.
Lo que sí han permitido estas elecciones es calcular el margen de gobernabilidad que tendrá el futuro presidente. «Las elecciones legislativas son para iniciados. Hasta mayo los colombianos no se van a sentar a definir su voto», comenta el historiador y catedrático Daniel García-Peña.
Las elecciones legislativas, sin embargo, produjeron otros resultados. El partido de Uribe-Duque retrocedería levemente sobre las anteriores (un senador) y no obtendría ni de lejos los resultados de su candidato en primarias; el Centro Radical de Vargas Lleras (centrista) sería el verdadero vencedor de las eleciones, doblando su número de escaños senatoriales. El partido Verde del también centrista Fajardo habría mejorado sus resultados y el partido liberal debería en adelante optar entre el centro de Vargas Lleras o la izquierda “chavista” de Petro. La participación ascendió a un importante (en términos colombianos) 50%.
Los 23 candidatos de las FARC obtuvieron el ridículo resultado de 52.532 votos para el Senado y 32.636 al Congreso.
El desarrollo de la jornada electoral, con todo, resultaría tranquilo. A reseñar especialmente, que se acabaran las papeletas de las primarias. El órgano rector (la Registraduría) alegaba que sólo había ocurrido en 26 mesas, pero las redes sociales estuvieron literalmente incendiadas
Y eso nos lleva a la tercera de las perspectivas, la relativa a las primarias. En la derecha –la «Coalición Colombia»–, el pulso lo librarían Martha Lucía Ramírez, del Partido Conservador y apoyada por Pastrana; Iván Duque, del Centro Democrático, apoyado por Álvaro Uribe; y el ultraconservador Alejandro Ordóñez. En la izquierda estaba el ex-alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, por Colombia Humana, y Carlos Caicedo.
La victoria de Duque y Petro resultó muy abultada: El primero alcanzaría el 75% de los votos de quienes participaron en su segmento partidario y Petro obtendría aún mayor ventaja sobre su rival. Petro es reputado por sus adversarios como chavista (el hecho de que en torno a 1,000.000 de venezolanos se hayan refugiado en Colombia y la .incipiente xenofobia que se está produciendo en este país no ayudará a su candidatura presidencial).
Al día siguiente de las elecciones parecía que no todo el partido se había
jugado todavía. Sobre el papel Duque y Petro encabezan las mayores expectativas, con ventaja para el primero. Pero los pretendidos outsiders (el central radical de Vargas Lleras, el centro-centro de Fajardo y el centro-izquierda liberal) podrían eventualmente unir fuerzas y bajo el liderazgo del primero convertirse en una alternativa de centro a la derecha uribista o a la izquierda de Petro, con opciones de disputar la segunda vuelta a cualquiera de los dos.
Según el medio Semana, la estrategia de campaña de Iván Duque le ha salido bien. Entre enero y marzo su intención de voto pasó de 9,2 por ciento a 45,9, un incremento poco común con el que se apoderó del liderato de la carrera. Se lo quitó a Gustavo Petro, a pesar de que éste también incrementó su votación, de 23,5 por ciento a 26,7. La alianza de la derecha, pactada hace más de un año por los expresidentes Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, acertó no solamente con la decisión de unir esfuerzos, sino con la de hacerlo a través de una consulta interpartidista, llevada a cabo en forma paralela a las elecciones legislativas.
Duque estaba en niveles bajos de reconocimiento y de apoyo electoral, incluso en enero, cuando ya el Centro Democrático lo había escogido como candidato único. Pero la exposición de la campaña para la consulta el 11-M, el número de votos alcanzado –más de 4 millones– y la rápida elección de Martha Lucía Ramírez, su antigua rival, como compañera de candidatura, le dieron todo lo necesario para lograr remontar en las encuestas hasta un nivel sólo comparable al de Álvaro Uribe en 2002.
En cuanto a Petro también le funcionó la jugada. La competencia con resultado previsible contra el ex-alcalde de Santa Marta Carlos Caicedo, en un escenario sin Germán Vargas Lleras ni Sergio Fajardo ni Humberto de la Calle (que ya habían definido sus candidaturas en sus partidos), resultó útil para consolidar su liderazgo en la izquierda y para arrebatarle a Fajardo la bandera contestataria de la antipolítica. Un Petro cercano al 30% en el nivel nacional era una hipótesis que pocos esperaban hace apenas unos meses.
Duque y Petro, los protagonistas del 11-M, se alejaron del lote de corredores. Se quedaron rezagados Fajardo, líder durante el segundo semestre de 2017; Vargas Lleras, el gran favorito hace un año; y Humberto de la Calle, el prestigioso jefe del equipo negociador del proceso de paz. Los dos primeros, sumados, alcanzan un 73 por ciento de la intención de voto, lo cual –si se mantuvieran estas cifras- equivaldría a adelantar la segunda vuelta al 27 de mayo, cuando se llevará a cabo la primera. Esto, de paso, significa que la posibilidad de que Iván Duque alcance la presidencia es más cercana de lo que parecía.
Cuando los ex-presidentes Uribe y Pastrana anunciaron su coalición, plantearon su objetivo de reconstruir la convergencia de fuerzas que hizo posible la victoria del “No” en el plebiscito por la paz, y de ese modo superar el 50% en la elección presidencial para evitar una segunda vuelta. Era aconsejable poner en marcha un plan para evitar un escenario, en el que todos los anti-uribistas se unieron en torno a Juan Manuel Santos y su proyecto de paz.
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