domingo, 22 de noviembre de 2015

2. De cómo finalmente conseguimos viajar a Venezuela (2/3)

El chirriar de los grillos
Crónica de un viaje a Venezuela en 15 entregas
Noviembre de 2015


Nicolás Maduro, Franklin Nieves y Leopoldo López. (Fotos: Reuters/La Patilla/Twitter)

La visita del grupo de parlamentarios, que ascendería al número de 12, se programó para la última semana de julio. Fechas incómodas para los diputados, pues ya estarían para entonces suspendidas las actividades parlamentarias ante la proximidad del descanso estival. Ese hecho, y el de la reciente y accidentada visita de un grupo de senadores brasileños, motivarían sin duda la postergación del viaje.
El EPP, que llevaría la voz cantante en este caso, no argumentó nunca —como es lógico— estas razones. Alegaron que la embajada venezolana en Bruselas no se ponía en contacto con nosotros, que, en consecuencia, carecíamos de visa diplomática y que nuestra visita no sería considerada grata por las autoridades venezolanas.
Resultarían inútiles mis argumentos en el sentido de que nunca este viaje sería saludado por las autoridades venezolanas y que, por tanto, deberíamos viajar a ese país asumiendo los riesgos correspondientes. Incluido el de no ser admitidos a entrar en el territorio.
La discusión se prolongaría durante diversas reuniones. El acuerdo final sería que la misión fuera exclusivamente de exploración y que el número de diputados se redujera a cuatro.
Aun así, el EPP rechazaría asistir y finalmente los socialistas le secundaron. Me quedaba solo, junto con un desabrido parlamentario no inscrito que mantenía posiciones manifiestamente predemocráticas y con el que nadie en su sano juicio podría organizar un viaje de estas características —ni de ninguna otra—, con seguridad.
No conseguí, por lo tanto, convencer a los socialistas de que me acompañaran.



Concluido el verano, la misión volvía a ponerse en marcha. Pero no se establecería el viaje para septiembre ni para octubre, sino para noviembre, a un mes escaso de las elecciones venezolanas.
La delegación, denominada ahora «exploratoria», estaría compuesta por Ramón Jáuregui —S&D—, Gabriel Mato —EPP— y yo mismo. El cuarto integrante, un conservador —ECR—, polaco de nacionalidad, se caería finalmente de la lista.
No obstante, los argumentos que se habían aportado en julio en contra de la visita volverían a producirse ahora, y con mayor ensañamiento, si cabía: la condena a más de 13 años de cárcel a Leopoldo López, nuevos encarcelamientos de opositores y la sorpresiva declaración del fiscal en el proceso contra el primero de haber recibido presiones de las autoridades del Estado, unido todo esto a la proximidad de las elecciones, hacía más difícil nuestra visita que en julio.
Por tanto, tuve que insistir nuevamente en la necesidad del viaje, y amagar también con la posibilidad de volver al esquema inicial de una delegación de nuestro grupo.
Finalmente, en una reunión celebrada en la sede de Estrasburgo el 26 de octubre, —con traducción simultánea y presencia de asesores de los grupos, reunión oficial, por tanto—, el Presidente de la Comisión AFET, el siempre vehemente alemán —bávaro por más señas—, Elmar Brok aludió a que no había hablado con la embajadora venezolana en la UE, que la situación era la misma que en julio y que había que ir.
El único diputado presente —además de Brok— sería yo, que subrayé las palabras del alemán además de señalar que el viaje debería haberse producido y que era ahora más necesario que nunca.
Ramón Jáuregui me llamaría para citarme a una reunión que celebraríamos el miércoles 28 los tres miembros de la delegación parlamentaria.
En ella, Jáuregui nos informaría de la entrevista que él había mantenido con la embajadora de Venezuela en la UE. Esta le habría insistido en la conveniencia de integrar nuestra delegación con un miembro de GUE —Izquierda Unida Europea—, que él se había puesto en contacto con Javier Couso, pero que este debía asistir a un Congreso de un frente revolucionario latinoamericano y que no le sería posible acompañarnos. Por otra parte, esta información nos confirmaría el permanente contacto de esta formación con el régimen bolivariano.
Además, el político socialista nos daría cuenta de las dificultades del viaje, de la carencia de visado diplomático para nosotros, de la proximidad de las elecciones y de la petición oficial del régimen de reprogramar nuestra visita después de celebrados los comicios.
Mi impresión fue que Jáuregui prefería no viajar y que esperaba una cobertura por nuestra parte para aplazar el viaje. Un aplazamiento que, teniendo en cuenta el grave y progresivo deterioro de la situación política venezolana, era previsible que dejara el viaje en situación de suspensión indefinida. Por otra parte, desde mi punto de vista, si la visita era importante lo era sobre todo en estos momentos en los que la oposición a Maduro nos necesitaba más que nunca.
Además, Ramón se referiría a la reunión que habíamos celebrado el lunes anterior, como una «charla» entre Brok y yo mismo.
De modo que no tuve más remedio que saltar. Dije que no fue una «charla», sino una reunión, que la delegación estaba aprobada y que si se pretendía suspenderla debería convocarse una reunión para hacerlo.
Mato diría no sentirse comprometido por la reunión del lunes y Jáuregui, que la decisión de viajar o no la tomaríamos los tres.
Así las cosas, después de la reunión del grupo ALDE de esa misma tarde hice saber a Itziar Munoa —asesora política de nuestro grupo— mi voluntad de efectuar el viaje. Aunque fuera en solitario.
Había sido preciso lanzar un órdago para obligar a que mis colegas parlamentarios aceptaran.

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