Ali Lmrabet, periodista marroquí presente en la reunión (foto de alisinpapeles.blogspot.es) |
Publicación original: El Huffington Post, día 19 de noviembre de 2015
Mi última reunión —la despedida— en la Delegación del Magreb del Parlamento Europeo, de la que he sido vicepresidente durante este casi año y medio de mandato, solo podría ser calificada de tempestuosa.
Y eso, a pesar de que los finales de gestión acostumbran a verse acompañados de los inevitables parabienes y deseos de mejores éxitos para el futuro; a condición, por supuesto, de que ese buen resultado no se produzca a costa del retroceso electoral del otro. Mucho más, si se produce en esa cámara en la que la colaboración entre los diputados de los diferentes grupos constituye el procedimiento de trabajo habitual.
Esa cuestión ya me había procurado un rifirrafe con una diputada marroquí en Estrasburgo, por el cual, toda vez que yo criticaba la represión marroquí en los territorios saharauis ocupados por Marruecos, la representante popular de ese país me acusaría de «escupir contra las víctimas policiales», momentos antes de abandonar la sala de reuniones.
El anteproyecto en cuestión supone, en mi opinión, un evidente retroceso respecto de los buenos presagios esperados del desarrollo de la Constitución marroquí, producto esta de la Primavera Árabe. El mantenimiento de la pena de muerte, el delito de blasfemia, la criminalización del adulterio de la mujer o la penalización de la homosexualidad, constituyen motivos de preocupación cuando se refieren a un país fronterizo con la UE y con el que mantenemos, además, un acuerdo comercial.
No es inusual que el Parlamento Europeo dedique sus debates a este tipo de cuestiones. Por poner sólo un ejemplo, esa institución ha aprobado dos resoluciones —extraordinariamente críticas, por cierto— respecto de la deriva autoritaria/totalitaria que padece Venezuela. Hasta el punto de que ha enviado muy recientemente una misión a ese país caribeño para evaluar su situación. Y Venezuela no es, que se sepa, vecino de Europa, ni cuenta con acuerdo comercial alguno con nosotros. Yo mismo he formado parte de esa misión.
Por lo tanto, había yo sugerido al presidente de la Delegación del Magreb, Antonio Panzeri —del grupo S&D—, que organizáramos un debate sobre este controvertido asunto. Un debate al que no resultan ajenas, como es lógico, la sociedad civil marroquí ni algunas ONG internacionales que dedican su atención a la situación de los derechos humanos en el mundo.
Accedió a mi petición, y elaboramos la lista de los participantes. Yo sugerí la presencia en el debate de Amnistía Internacional y un miembro de Periodistas Sin Fronteras, Ali Lmrabet. Panzeri incluyó a una representación del Servicio Exterior de la UE y al propio ministro de Justicia marroquí. Me pareció un debate equilibrado, en consonancia con las exigencias del Parlamento Europeo, y di mi aquiescencia al mismo.
Como colofón del acto, se produciría a continuación de este asunto del código penal un intercambio de puntos de vista con diversos diputados marroquíes.
Llegado el momento de la reunión, el presidente Panzeri me anunció que abandonaría la moderación del acto apenas una hora después de iniciado, pues tomaba un vuelo para Italia.
En ese mismo momento, el secretario de la Delegación me informó de que los diputados marroquíes —convocados, y que habían sido vistos en las instalaciones del Parlamento esa misma mañana— decidían boicotear la sesión, en vista de la presencia de Amnistía Internacional y de Lmrabet. Cómo podrán comprender, tampoco se presentó el ministro de Justicia ni ninguna autoridad representativa de ese país.
Sin embargo, tras las intervenciones de los ponentes, pude observar que a los marroquíes no les faltarían portavoces en ese acto: se trataba de los diputados Pargneaux (S&D) y Preda (EPP). El primero me acusó de injerencia en los asuntos internos de otro país; curiosamente, la misma descalificación que había yo escuchado la semana pasada en Caracas del presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Diosdado Cabello. Pargneaux fue contestado por Panzeri en los términos que he expresado antes, y por mí mismo, una vez que éste abandonó la reunión.
Pero Pargneaux continuó protestando e interviniendo sin que le hubiera concedido la palabra hasta que abandonó la reunión. Momento en el que Preda tomaría el relevo, llegando a acusarme de indefensión, de organizar un debate del grupo ALDE, y de amenazar con quejarse al presidente de mi grupo.
Excuso decir que el debate no pudo producir conclusión alguna. Pero yo sí podría decir que Marruecos —sus representantes, al menos— no juega limpio, no está abierto al diálogo ni lo facilita en absoluto. Y que actitudes como estas ponen en cuestión la pretendida eficacia modernizadora y democratizadora de su Constitución.
Pero nada de eso, por desgracia, es nuevo.
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