Publicado originalmente en El Español, el 29 de octubre de 2015
El pasado jueves y bajo el patrocinio del Grupo Parlamentario ALDE -Alianza de Liberales y Demócratas Europeos- de la eurocámara, Guy Verhofstaat y Albert Rivera explicaban a su audiencia, compuesta por líderes y representantes de 17 partidos liberales y diputados electos en el Parlamento Europeo y en parlamentos nacionales, su ambición de una España más enraizada en Europa y una Europa más integrada que pueda superar sus actuales retos y convertirse en un actor global en el terreno internacional.
A puerta cerrada, tuvo lugar después un encuentro entre los diferentes invitados. La sorpresa de muchos de ellos ante el crecimiento que viene representando Ciudadanos no era cuestión menor entre los asistentes.
Es verdad que la Europa de los 28 cuenta con 7 primeros ministros liberales y que el ejercicio del poder no es cosa extraña para esta fuerza política. Pero es que España es aún la cuarta economía europea y uno de los países grandes de la Unión. De modo que los buenos resultados previsibles de Ciudadanos en las próximas elecciones generales servirán sin duda de balón de oxígeno para nuestros colegas en otros países de nuestro entorno.
No han sido además satisfactorios los resultados de los liberales en otros países grandes. En Italia, desaparecido el Partido Radical de Marco Pannella y Emma Bonino y a la espera de la evolución del M5S no hay liberales en las instituciones. En Reino Unido, tras la desastrosa experiencia gubernamental de los LibDems el liberalismo está emprendiendo el camino de su recuperación municipio a municipio. En Alemania, el FDP ha quedado sustituido de las coaliciones de gobierno y eclipsado por la Gran Coalición que une a cristianodemócratas y socialistas. En Francia, Bayrou y los suyos se dedican a la política municipal toda vez que el sistema electoral mayoritario de doble vuelta hace prácticamente imposible la emergencia de una tercera fuerza política a nivel nacional.
Así que Ciudadanos se está convirtiendo, además de en una esperanza para España, en una razonable expectativa para las posiciones de centro en Europa. Y de verdad que ese refuerzo es imprescindible. Porque Europa, como España va por el camino de convertirse en un proyecto estancado cuando no en retroceso. Schengen amenaza con extinguirse como consecuencia del flujo de la inmigración y la insolidaridad de algunos países europeos, Polonia parece unirse a Hungria en la apuesta por un conservadurismo a ultranza, algunos países del este aún no han alcanzado los estándares democráticos que deberían garantizar su presencia en la UE... Y la respuesta no puede llegar de las viejas políticas de socialistas y populares, aterrados por el auge de los populistas de izquierda y derecha y el efecto que tienen estos sobre sus electores.
Socialistas y populares en Europa se aferran a las políticas nacionales en el vano intento de no verse desbordados por los diversos referentes populistas. Sarkozy mira a Le Pen antes de plantear sus estrategias, un Front National que obtiene sus votos a derecha e izquierda del espectro político; como ocurre por lo general con todos los populismos. Le pasa mismo a sus gobiernos correspondientes con respecto al FPÖ de Haider o al UKIP de Farage, que son movimientos -más que partidos- transversales, tanto desde el punto de vista generacional como ideológico. Los votan los electores que lo fueron de los partidos de la derecha y de la izquierda, los jóvenes y los mayores.
Es grave, porque son organizaciones políticas que piden un retorno a las fronteras de los Estados y un desmantelamiento de la Europa de Schengen, del Erasmus, del euro... Y de la Europa que necesitamos, que se encuentra muy por delante de todo eso. Y es muy grave también porque los gobiernos de esos países -y de otros- les hacen un seguimiento político, siquiera en términos de acercarse a sus postulados, por aquello de no perder base electoral.
Se produce así un efecto de desquiciamiento político, que viene determinado por la locura de que los que deberían hacer otras políticas hacen las políticas de los antipolíticos con tal de no perder terreno.
Ocurre así en el caso de la crisis de los refugiados, que amenaza con llevarse por delante buena parte de lo obtenido en el proyecto europeo. El gesto de Merkel acogiendo a miles de personas procedentes de países en conflicto, no parece que se siga por todos sus socios, que prefieren simplemente decir que no a su integración.
Y sin embargo necesitamos más que nunca a Europa. En el interior, para consolidar un mercado que permita a las empresas europeas obtener el tamaño que necesitan para competir en el plano global, y para reforzar la Europa social también a escala europea; una Europa federal que se asiente sobre el concepto relativamente nuevo de la ciudadanía europea. En el exterior para contener los flujos migratorios en los países de origen y combatir el auge del DAESH, para lo que necesitamos una política exterior común, una sola política de defensa y una cooperación coordinada.
Europa necesita un nuevo impulso, el de una nueva generación de europeos que le aporten las ganas y la ambición.
En su Estudio de la Historia, decía Toynbee que los pueblos que saben superar sus retos cobran impulso para alcanzar otros aún mayores. Y ponía como ejemplo el de la España de 1492.
Ahora no se trata de descubrir Las Indias, desde luego, pero quizás sí de ayudar a que Europa recupere su rumbo. Los liberales europeos nos están esperando.
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