viernes, 27 de noviembre de 2015

7. El nuncio

El chirriar de los grillos
Crónica de un viaje a Venezuela en 15 entregas
Noviembre de 2015

Aldo Giordano, nuncio del Vaticano en Venezuela

La comitiva nos conduce ahora a visitar al nuncio de Su Santidad en Venezuela. Una cita siempre importante, pero más en un país en el que prácticamente todos —gobierno y oposición— son fervientes católicos.

Esperamos la llegada de Monseñor Aldo Giordano, que fuera en su nombramiento anterior prelado de Estrasburgo, y distribuimos nuestros lugares en los asientos con protocolo eclesiástico: a la derecha del Nuncio, Jáuregui y Aude-Maio Coliche, en un sillón de dos plazas. A su izquierda, Gabriel Mato —«Ponte tú ahí, que eres confesional», le digo— y luego yo. Salafranca y Peñalver se ubican a continuación.

Entra Monseñor Giordano. Un hombre bajito y afable, que besa a la embajadora a la venezolana —en un carrillo— y estrecha las manos de los hombres.

Sentados todos, pide a la embajadora discreción diplomática de lo que tratemos en esa entrevista. Una precaución innecesaria, entiendo, porque no habrá nada en las palabras del Nuncio que den pie a indiscreción posible. Pero es que la Iglesia —y sus hombres— conforman una institución permanente en la que el halo de misterio está siempre presente. Un misterio que como la bruma de algunas mañanas envuelve los asuntos más triviales en una suerte de extraño metafórico. Sin embargo, lo que no resulta para nada trivial es la situación que acontece en este país.

Aude-Maio Coliche,
jefa de la delegación de la UE en Venezuela
Hace su presentación Ramón Jáuregui. En efecto, es su presentación. Informa a Giordano acerca de su condición de exministro del Gobierno de España y de la organización que hizo con Monseñor Rouco de la semana de la juventud, por la que recibiría una condecoración vaticana que él lleva con mucho cariño —advierte ufano.

El Nuncio se hace eco del aquel importante evento antes de que el presidente de nuestra delegación le explique el motivo de nuestra visita: hablar con todos, dice.

Giordano se extraña de que no nos hayan querido recibir, «Hoy he almorzado con la canciller Delcy Rodríguez y le he preguntado por qué no habla con vosotros». Y luego el Nuncio hace un gesto con la cabeza subrayando su extrañeza.

El resto de la entrevista se nos va entre preguntas que formulamos nosotros a las que Giordano anudará otras en una interminable sucesión: ¿ganará la MUD las elecciones?, ¿qué hará el gobierno, en ese caso?, ¿cómo administrará la oposición su presumible victoria?, ¿por cuánto tiempo podrá soportar el país el pavoroso cuadro de crisis económica?, ¿qué podría hacer la iglesia?

Entre pregunta y pregunta se nos iba el Santo al Cielo.

Nos despedimos después de visitar la capilla de la Nunciatura. Cuando salimos de allí, Jáuregui le pide a Giordano que la iglesia ofrezca un mayor papel a la mujer. El Nuncio le asegura que el Papa está en esa idea, como también en otras, «pero sin llegar a lo que hizo Zapatero».

Los gays deberán tomarse su tiempo antes de que el Vaticano legalice el matrimonio homosexual, pienso. Claro que, si el tiempo es asunto relativo donde los haya, ¿qué decir de ese poder no-temporal que ejerce la iglesia?

(PRÓXIMA ENTREGA: 8. Observadores electorales)

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