Como vicepresidente de la Delegación del Parlamento Europeo para el Magreb, he sido encargado, por su presidente, el demócrata italiano Antonio Panzeri, de coordinar las relaciones entre nuestra cámara y la argelina. Las encontradas relaciones entre algunos miembros de la delegación, muy cercanos a las tesis marroquíes, y mi conocida posición en favor de una solución al contencioso saharaui, siempre que se realice de acuerdo con el principio de autodeterminación, están, sin duda, detrás de esa responsabilidad.
Sin embargo, la cuestión no está resultando fácil, precisamente. La creación de un "binomio" entre los dos parlamentos se encuentra dificultada por la agenda política y los encuentros de alto nivel propiciados entre las partes. En todo caso, en el ambiente, está la pésima relación entre Marruecos y Argelia, que el contencioso saharaui relega hasta el definitivo -improbable- arreglo del mismo y, todo hay que decirlo, el potente "lobby" del reino alauita, que la república argelina no ha podido contrarrestar con la misma eficacia.
Quizás, por eso, las visitas del embajador Bel Ami a mi despacho sean tan frecuentes como gratas. Bel Ami es hombre tranquilo y cordial, pero firme cuando de defender las posiciones de su país se trata. Es un gran embajador. Un embajador que debió emplearse a fondo con respecto a una resolución de urgencia, promovida por un diputado del grupo ALDE respecto del aprisionamiento de trabajadores y activistas de derechos humanos en aquel país.
Y también debimos trabajar en el asunto desde mi despacho. Nada menos que en seis ocasiones analizamos el texto de esa propuesta hasta su votación definitiva en la tarde del jueves. Y es que el asunto que motivara la resolución, sin perjuicio de su seriedad, carecía de percha tan importante, en términos parlamentarios, como para motivar una resolución de urgencia, referida a casos de violación de derechos humanos, de la democracia y del imperio de la ley. Fenómenos, todos ellos, que se ven conculcados en muchos países de nuestro entorno, como es el caso de la Unión Europea, que viene a resultar el paradigma del respeto a las diferencias políticas y del imperio de la ley. Claro que hay gobernantes europeos -como Víctor Orban, en Hungría- que desafían los conceptos democráticos, insistiendo en que ellos no son partidarios de una "democracia liberal" y, no por eso, somos capaces de aplicarles más sanción que un leve murmullo de insatisfacción ante sus proclamas reaccionarías.
No voy ahora a defender que Argelia sea un país campeón de las libertades. No lo es tampoco Marruecos, pero los elogios respecto a la positiva evolución del segundo país en este campo son numerosos e increíbles en muchos casos. Yo mismo había propuesto, en la semana anterior, un caso para la urgencia, relativo al acoso por parte de las autoridades marroquíes a una delegación del Alto Comisionado de la ONU que visitaba los territorios ocupados del Sahara en abril de este mismo año. Una delegación que se veía rodeada por las fuerzas policiales y sin que la MINURSO pudiera rescatarles. Sin embargo, esa propuesta no prosperaría, ya que no gozaba del apoyo de los principales grupos de la cámara. También me reunía con el autor de la propuesta de urgencia. Le señalaba mi preocupación porque, en una región en desorden y con todos los conflictos situados en el rojo más vivo de su calentamiento, Argelia es un país serio, garante de la seguridad en la región, factor de contención del terrorismo islámico y de la emigración clandestina, además de importantísimo proveedor de recursos energéticos para Europa.
Su contestación: que llevábamos diez años sin una resolución sobre Argelia. No, no tuve éxito con mi propuesta sobre el Sahara. Tampoco lo tendría el de la urgencia sobre Argelia. El EPP no la firmaría, lo mismo que el ECR -conservador y tercer grupo, en importancia, en el parlamento-. Los socialistas estaban divididos en cuanto a su oportunidad y los liberales, tampoco demasiado unidos en su defensa.
Un parlamento diezmado -después de las votaciones de la mañana del jueves, la cámara de Estrasburgo se diría que se bate en general retirada-, aprobaba, después de incorporar al mismo las enmiendas del EPP, una versión bastante edulcorada del documento. El resultado de la votación sería de 35 votos a favor, 5 en contra y 30 abstenciones. Un corto triunfo para una escasa denuncia.
De modo que Bel Ami, a su regreso a Bruselas, bien podrá decir eso de "misión cumplida". Y que las conversaciones, así como las relaciones generales entre ambos parlamentos, tendrán continuidad; si es que alguien no pone alguna otra piedra en el camino, por supuesto.
¿Mi voto? Por si lo quieren saber, abstención.