Publicado originalmente en Mundo Financiero, el 21 de mayo de 2015
El Parlamento Europeo abordó en su última sesión plenaria una cuestión extraordinariamente importante. Me refiero a la destrucción de enclaves de alto valor cultural y arqueológico en Siria y en Irak. Hace pocos días, además, supimos que el Estado Islámico había protagonizado unos ataques cuyo escenario se situaba muy cerca del antiguo enclave de Palmira, en el centro de Siria. Estas acciones pudieron suponer la destrucción de las ruinas allí ubicadas, consideradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. En esta ocasión, no se produjo ningún daño en la herencia cultural, como había sucedido en Mosul, Nimrud y Hatra, pero el número de muertos habría alcanzado —según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos— las 300 personas, cerca de 60 de ellas civiles.
En los vídeos difundidos por el ISIS —y que todos hemos tenido la oportunidad de conocer—, se muestra la destrucción intencionada de algunos de esos lugares. Por poner algún ejemplo, el de la ciudad de Hatra, que es patrimonio de la UNESCO; o el de algunos edificios históricos, como el palacio Nimrud en Irak o los museos de antigüedades, como ha ocurrido con el de Mosul y el de Nínive. Lugares que no conservan necesariamente obras de interés cultural concernientes a una época cristiana, pues en algunos casos suponen 3.000 o más años de antigüedad y que se han perdido de manera irremisible.
Un verdadero saqueo que ya ha llevado a la UNESCO a calificar estas actuaciones como una verdadera «limpieza cultural«, que tiene por objeto amenazar la diversidad y la identidad culturales en estos países. Y es que la destrucción del patrimonio constituye una verdadera emergencia y exige en consecuencia una respuesta adecuada a escala internacional.
Ya en febrero de este año, la Alta Representante Federica Mogherini reafirmó el importante papel de la Unión Europea en las negociaciones por la paz y la seguridad en Siria y en Irak, y subrayó la importancia de la salvaguardia del patrimonio cultural de la región. Asimismo, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó —y por unanimidad— esta destrucción, y pidió a los diferentes países que tomasen las medidas necesarias para combatir el tráfico ilícito de antigüedades y de objetos culturales de estos países.
Porque, de hecho, los objetos y las obras obtenidos mediante saqueos y robos perpetrados en los lugares culturales, religiosos y arqueológicos en Siria y en Irak están financiando el conflicto y, de una manera muy especial, al terrorismo del ISIS.
Sin embargo, está demostrado que el saqueo del patrimonio y el tráfico ilegal en Siria e Irak no se cometió únicamente por iniciativa del terrorismo islámico. No deja de ser cierto tampoco que estos vídeos de reivindicación de actos brutales en contra del patrimonio cultural, y que se unen a los que los mismos terroristas han hecho circular con relación a los asesinatos por ellos producidos, han provocado, por supuesto, indignación en el mundo entero. Es una práctica común desde el principio del conflicto, ya que el saqueo y el tráfico de objetos de arte han sido, durante más tiempo que el que tiene ISIS, una medida de financiación muy lucrativa para los rebeldes del Ejército Libre Sirio y los soldados del régimen de Bashar Assad.
En este mismo sentido, diversas revistas culturales como, por ejemplo, The Art Newspaper, han publicado varios reportajes e informes. También se han promovido conferencias por instituciones culturales junto con la UNESCO. Y también, la US International Trade Commission —lo que quiere decir, el servicio de aduanas de EE UU— ha informado que el incremento en la importación de antigüedades de Siria e Irak entre 2011 y 2013 se ha visto multiplicado por dos.
Como ponente alternativo del grupo ALDE, propuse enmiendas al texto original para que no solo se expresara una condena a la devastación del patrimonio y al terrorismo, sino también para solicitar a los Estados Miembros que se unieran en la cooperación y coordinación para establecer la seguridad y el control en las fronteras europeas. Es necesario redoblar los controles para bloquear este tráfico de arte que —es preciso decirlo— interesa sobre todo a coleccionistas de los países del Golfo, de EE UU y de Europa.
Sería el momento de formularnos las siguientes preguntas: ¿Quién compra? ¿Quién se beneficia realmente de los saqueos? No podemos responsabilizar de manera exclusiva en nuestras denuncias al terrorismo del ISIS y a los grupos en lucha en Siria e Irak, cuando una parte del mercado al que está destinado este tráfico ilegal se encuentra en Europa.
Por último, hemos pedido a la Comisión Europea que se una al trabajo de salvaguardia del patrimonio y prevención del tráfico ilícito de bienes culturales, con las organizaciones internacionales como la UNESCO e ICOM.
No podemos olvidar que el tráfico ilegal de obras de arte es uno de los delitos más lucrativos del mundo (estimado entre 6 y 8 mil millones de € de facturación anual). El más importante después del narcotráfico, el tráfico de armas y el blanqueo de dinero, y que aumenta drásticamente en los periodos de conflictos.
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