El Parlamento Europeo ha adoptado tres importantes resoluciones sobre el conflicto israelo-árabe: la del 17 de diciembre de 2014, sobre el reconocimiento del Estado de Palestina —en la que yo mismo intervine como co-redactor—; la de 18 de septiembre de 2014, sobre la situación que arrojaba la guerra en Gaza y el papel de la Unión Europea a este respecto y la de julio de 2012, sobre la política europea en relación con la la ribera occidental y el este de Jerusalén.
Como he podido comprobar, se trata de resoluciones muy complicadas en su negociación, donde cada palabra se aquilata hasta el extremo de que permita a las diferentes posiciones encontrar una explicación que todas las partes puedan admitir sin forzar sus convicciones previas. Diría que se parecen bastante a lo que deben ser las negociaciones constitucionales, porque sólo pueden aspirar a crear un marco en el que el conjunto de las fuerzas políticas sean capaces de integrar sus posiciones en un único documento, de manera que luego sea el gobierno de turno el que concrete esas políticas.
Ahora el grupo S&D ha propuesto la aprobación de una nueva resolución sobre el papel de la UE en el proceso de paz en Oriente Medio. Una propuesta de este tipo, si se pretende que sea aprobada, sólo puede provenir de uno de los dos grupos mayoritarios de la cámara, dada su capacidad de presión sobre los otros grupos.
La primera cuestión consistiría en saber sí existe de verdad un proceso de paz en esa región. Las recientes elecciones en Israel y el nuevo gobierno formado en aquel país no permiten presagiar un cambio de políticas en ese sentido. No obstante lo cual, debo valorar positivamente cualquier esfuerzo realizado por Europa respecto de su compromiso con el desenvolvimiento y la solución de este conflicto. Como se sabe, la UE es el principal proveedor de ayuda para los palestinos y el principal socio comercial de Israel. por esas razones, su papel en este asunto no debería seguir siendo por mucho más tiempo accesorio.
La Unión Europea ha mantenido su apoyo a la idea de los dos Estados, con un Estado de Israel que disponga de fronteras seguras y reconocidas y un Estado de Palestina democrático y viable. Y sin otras separaciones diferentes de las anteriores a 1967, salvo acuerdo en contrario de las partes, y con Jerusalén como la capital de los dos Estados. Todo ello sobre la base del derecho de autodeterminación y el respeto a las resoluciones de la ONU.
Por otra parte, es necesario señalar que los asentamientos de colonos israelíes en Palestina son ilegales y constituyen un importante obstáculo para la paz. Por este motivo, la nueva resolución debería constituir una oportunidad para exigir el cumplimiento de la legislación europea y del actual acuerdo de cooperación entre la UE e Israel, de modo que no se permita que los productos procedentes de los asentamientos accedan al mercado europeo en los términos preferenciales que establece dicho acuerdo. No debemos amparar la ilegalidad inicial a través de una especie de “blanqueo” comercial; no, si queremos respetarnos a nosotros mismos,
Por otra parte, sería conveniente que el Parlamento Europeo llamara la atención al Gobierno de Israel en el sentido de que permita a una delegación de la cámara visitar la franja de Gaza, para así comprobar sobre el terreno los daños producidos en ese territorio a raíz del conflicto producido en verano de 2014. Como ya se ha dicho, la UE es el primer proveedor de ayuda humanitaria a Palestina y principal agente económico para la reconstrucción de de la franja. Pues bien, hace ya algunos meses que algunos diputados de ALDE —entre ellos, Javier Nart y yo mismo— hemos pedido al embajador de Israel ante las instituciones europeas que facilite esta gestión. A pesar de nuestros argumentos, esta petición ha sido rechazada, al menos por el momento.
La Unión Europea, que ya es un actor comercial de primer orden en la región y en el conjunto del mundo, debe convertirse también en una referencia política equivalente a su posición económica. Y no sólo no es siquiera un poder blando —soft power— en este contexto, sino que más bien resulta una instancia irrelevante.
La iniciativa que estamos ahora debatiendo es una buena oportunidad para el avance en el buen camino.
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