jueves, 30 de julio de 2015

El Brexit: algunas reflexiones (elmundofinanciero.com)


Artículo publicado originalmente en ElMundoFinanciero.com, el 30 de julio de 2015

El reciente triunfo de David Cameron en las elecciones británicas ha vuelto a poner en el primer plano el importante asunto del referéndum en que se decidirá sobre la continuidad —o no— del Reino Unido en la Unión Europea y, en el primero de los casos, en qué condiciones quedaría esta. Los europeos —y los españoles, entre estos, que contamos con una cierta edad y no nos falla la memoria— sabemos que los referendos tienen su peligro: cualquiera que sea la complejidad de la elección que se someta al veredicto popular —y este es un caso paradigmático de cuestión complicada—, son las emociones las que priman en los electores, más que los criterios racionales que estos deberían analizar. Situados en un plano objetivo, parece claro que los ciudadanos británicos no podrían quejarse de las ventajas económicas que obtienen de su integración en la UE y que su salida de la misma se traduciría en una mayor pobreza. En cuanto al compromiso político de ese país en un programa ambicioso de impulso de las políticas concertadas en la Unión, su presencia se ha constituido casi siempre en un factor retardartario de esas políticas. No es propósito de este comentario realizar un reproche a ese país, solo el constatar que también es posible que todo un pueblo, en algunas ocasiones de su devenir histórico, puede cometer errores que luego carezcan de solución.

El asunto se ha presentado como una decisión británica. Y lo es sin duda. Pero afectará a los Tratados firmados también por los restantes 27 países miembros. De modo que nadie podría acusarnos a otros de aprovechar la eventual apertura del melón por parte del Reino Unido porque tengamos la pretensión de poner sobre la mesa algunas de nuestras viejas preocupaciones: una mayor transparencia, un mayor respeto de las libertades en determinados países, una mayor movilidad laboral...

Habría que recordar que hay muchos trabajadores procedentes de otros países de la Unión que están prestando sus servicios en el Reino Unido y que merecen el respeto y la consideración de los británicos, por lo mismo que muchos ciudadanos de este país trabajan y viven en otros países de la Unión y merecen el respeto y la consideración de sus convecinos: el espacio de integración humana y de valores que supone la Unión debería quedar en cualquier caso preservado.

En el caso de que hubiera que renegociar los Tratados, se trataría de encontrar el mayor beneficio para todos los ciudadanos de la UE, no sólo para los británicos.

Pero, no lo olvidemos, Lisboa y su Tratado constituía tal vez para un largo plazo de tiempo un escenario de complicada reforma, ya sea para producir una mayor integración o para reducirla: 28 decisiones, procedentes de 28 cuerpos políticos nacionales no auguran un fácil consenso.

Sin embargo, algunos gobiernos europeos —y entre ellos, algunos liberales— han aprovechado la coyuntura que les brinda el ejecutivo conservador británico, para apostar por una Europa más intergubernamental, por lo tanto alejada del paradigma de una Europa más federal e integrada que pretende ALDE, su grupo parlamentario y sus partidos.

La igualdad de trato para todos los europeos en todos los países de la Unión debería constituirse en un principio que no admita contradicción. Y esa es una de las acciones que el gobierno conservador pretende practicar y que para los Lib-Dems británicos supone un criterio insalvable.

Poner orden, inteligencia y moderación en todos los países y por todos los protagonistas sería un escenario exigible en este largo proceso que ahora apenas comienza.

lunes, 27 de julio de 2015

El busto retirado (El Español)




En el mes de abril de 1904, un entonces joven don Alfonso XIII visitaba por primera vez en su reinado la ciudad de Barcelona. A ella le llevaba su primer ministro, don Antonio Maura, que sufriría a continuación el primero de sus atentados, obra del anarquista Artal.

Fue recibido don Alfonso en aquella ocasión por la Corporación municipal en pleno. Y aun los historiadores de la época siguen haciéndose eco de las palabras que entonces pronunciara otro joven, un concejal catalanista, cuyo nombre era Francesc Cambó. Una intervención reivindicativa, aunque mesurada, en el más puro estilo del seny catalán; por la que, pese a la inicial abstención de los solidarios respecto del viaje real, confirmaba el éxito final del mismo.

Han tenido que pasar más de 110 años desde entonces, para que un alcalde de esa ciudad retire el busto de su nieto y diga que considerará la posibilidad de colocar el de su biznieto don Felipe.

Quien fuera uno de los fundadores de la idea democristiana en España, Ossorio y Gallardo, gobernador civil del Gobierno Largo de Maura (1907-9) en Barcelona, tenía la costumbre de despachar personalmente con su Primer Ministro. En sus cartas le decía que el problema en Cataluña era en un 20% de doctrina y en un 80% de política.

100 años después nadie puede poner en duda que haya existido política española en Cataluña; buena y mala, desde luego, pero política al cabo. Todavía en régimen monárquico, un gobierno Dato puso en marcha la Mancomunidad; en la República el primer estatuto de autonomía; la Constitución de 1978, en una nueva restauración monárquica, esta vez parlamentaria y plenamente democrática, el segundo y en el más reciente año 2006, el tercero de los estatutos de su historia.

Se ha hecho, sí, política. Quizás haya fallado más la doctrina: defender por ejemplo que España y los españoles no somos unos intrusos en esas tierras; que Cataluña -como todas las regiones de España son producto del mestizaje de los siglos; que el afecto, además de los intereses, cuenta en nuestra relación común; que Cataluña no se entiende sin España, lo mismo que esta sin aquella; que no hay robos ni atropellos, sino solo ciudadanos más ricos que pagan mayores impuestos; que no se produce en este caso ninguno de los supuestos que el Derecho Internacional exige para la autodeterminación,aunque la bauticen con la edulcorada mención de derecho a decidir.

Una carencia de doctrina que ha agravado el particular protagonismo que la vigente Ley Electoral ha proporcionado a los partidos nacionalistas, en particular a Convergencia I Unió, que obtenían de forma progresiva compensaciones territoriales a cambio de votos para la mayoría en el Congreso. Ninguno de los dos partidos establecía como línea roja infranqueable la unidad de España y la igualdad de los españoles en cuanto a la prestación de los servicios públicos se refiere, residan en la parte de nuestro territorio que deseen.

Y ahora, don Juan Carlos en efigie abandona el salón de plenos de la Ciudad Condal, en tanto que el President Mas nos anuncia su muy cercano propósito del abandono de España. De esa manera, la imagen de la institución que simboliza como ninguna otra la unidad de nuestro país, anuncia un episodio de difícil solución desde la política, entendida esta como el diálogo y la negociación.

Urge entonces aceptar el desafío que los cantos de sirena de la independencia nos anuncian desde aquellas tierras, escoger la firmeza de nuestras convicciones democráticas —la principal, el imperio de la ley—, asumir el próximo proceso electoral en Cataluña como lo que es —unas elecciones autonómicas y no un plebiscito—, explicar a catalanes y resto de los españoles que no vamos a ceder al chantaje y a nuestros socios europeos que una Constitución no es una aproximación al Derecho, sino que es el Derecho mismo. Y, cuando llegue el momento, actuar, sin dudas ni temores.

Un largo ciclo parece concluir con esa imagen de unas manos que recogen el busto de don Juan Carlos para alojarlo en una caja de cartón que luego depositarán en alguna dependencia municipal. ¿La oficina en que se guardan los objetos perdidos, una suerte de baúl de los recuerdos? ¡Quién sabe! En todo caso, habrá que volver a empezar.

domingo, 26 de julio de 2015

El papel de la UE en el ámbito cultural de las Naciones Unidas



Publicado originalmente en El Huffington Post, el 27 de julio de 2015

En estas últimas semanas he sido encargado por la Comisión de Cultura del Parlamento Europeo de la redacción de una opinión sobre cómo debe plantearse la relación de la Unión Europea con las Naciones Unidas. Esta circunstancia nos permitirá abordar algunos asuntos esenciales para la acción inteligente de una verdadera política cultural exterior europea.

En el Parlamento Europeo, utilizamos a veces el término «diálogo intercultural», y también repetimos que el concepto mismo de Europa se basa en la comprensión de la diversidad cultural que caracteriza la multiplicidad de sus identidades.

Creo que este diálogo, esta relación mutua, puede ser la clave para una nueva visión de las relaciones entre Europa, sus Estados Miembros y los Terceros Países que hoy más que nunca tenemos que comprender para afrontar los desafíos que alteran el escenario mundial, como el terrorismo y la migración.

Diplomacia cultural no significa simplemente organizar conciertos de músicos europeos a lo largo de todo el mundo. Supone reflexionar sobre los aspectos culturales que nos unen como civilizaciones del mundo y trabajar de modo que la cultura pueda convertirse en un soft power en las relaciones diplomáticas. De este modo se pueden promover los valores democráticos y las libertades fundamentales, además de encontrar los medios para construir un nuevo relato de ciudadanía global.

Se trata de una misión de la Cultura con la C mayúscula, la construcción de puentes hacia el respeto recíproco de los derechos de los seres humanos.

En este contexto, las relaciones entre la Unión Europea y las agencias de las Naciones Unidas dedicadas a la cultura y la educación —en el documento de opinión abordamos especialmente la colaboración de la Unión Europea con la UNESCO— se pueden fortalecer a través de una mejor representatividad de la UE en los consejos de administración de estas agencias y la cooperación activa en áreas cruciales como la protección del patrimonio y el tráfico ilícito de obras de arte, las industrias creativas como motor de desarrollo duradero y el acceso a la educación en los campamentos de refugiados y en los escenarios de conflicto... muchas circunstancias diferentes, como se ve.

Entre las iniciativas que propongo, pido al Servicio Europeo de Acción Exterior que nombre en cada delegación europea en el exterior un responsable de la coordinación y promoción de los programas culturales de la UE, con el objetivo de promover el desarrollo conjunto entre los diversos países. Se precisa también la mejora de la movilidad de artistas y profesionales de la cultura a través de un conjunto de tratamientos preferenciales, en línea con la Convención de la UNESCO sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales de 2005.

Esta convención de la UNESCO, sobre la Diversidad Cultural, se aprobó unos años después de los acontecimientos del 11 Septiembre de 2001.

En su primer artículo se habla de la diversidad cultural como una «fuente de intercambios, de innovación y de creatividad», tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos. Continúa afirmando que la diversidad cultural «constituye el patrimonio común de la humanidad y, por lo tanto, debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras».

Estas palabras nos recuerdan la voluntad de reconocer, en un momento tan trágico de nuestra historia reciente, el valor esencial del diálogo entre las culturas para asegurar la paz mundial y la coexistencia pacífica y armoniosa entre los pueblos. O, por lo menos, para intentarlo.

Guinea Ecuatorial tiene derecho al futuro



El pasado mes de junio, con la colaboración del Grupo Parlamentario ALDE, organizaba mi oficina del PE un encuentro que servía para analizar la situación que se vive en Guinea Ecuatorial.

La antigua colonia española no ha tenido excesiva suerte en su desarrollo político y humano. Quizás sí pueda decirse que la ha tenido en el aspecto económico, toda vez que descubría importantes yacimientos petrolíferos que la convertían en uno de los países africanos más importantes en cuando a a producción del oro negro. Sin embargo, ya se ha escrito mucho sobre la llamada maldición de la materias primas, respecto de la cual el país ecuatoguineano no habría resultado inmune. Ahogados por el flujo de esa importante reserva de petróleo, ese país —según opinión general— no se ha abierto a otro desarrollo industrial, de modo que la mayoría de la población vive sometida a sus más tradicionales modos productivos.

Tampoco podría decirse que el desarrollo que ha conllevado esta riqueza haya llegado al conjunto de la población. Crecimiento no es lo mismo que distribución general de ese crecimiento. Y ello debido a un régimen que no ha abierto tampoco las posibilidades a una participación inclusiva del conjunto de la oposición. La ecuación autoritarismo-reparto de la riqueza entre unos pocos, resulta muchas veces equivalente a la que expresa que el Estado de Derecho conduce a una mayor igualdad respecto del acceso a las prestaciones públicas.

En aquella mesa se sentaba alguno de los más respetados líderes de la oposición, Severo Moto, sometido al exilio en Madrid, con causas pendientes con la justicia de su país y su partido, el Partido del Progreso, en la clandestinidad.

Se trataba de poner el foco sobre uno de los asuntos que la política internacional española y europea ha desterrado al olvido. Como ocurría con esas causas perdidas que desenterrábamos en UPyD para devolverlas a la vida: la autodeterminación para el Sahara occidental; la democracia de Cuba, abandonada hasta por el PP... eso, por referirnos solo al plano internacional.

Pero se encontraba allí también el embajador de Guinea Ecuatorial ante la Unión Europea, que —todo hay que decirlo— aguantaría con entereza las críticas que se vertieron hacia el régimen de Obiang Nguema. Una presencia que contribuiría a que el encuentro no se convirtiera en una manifestación al uso para oposiciones recalcitrantes.

Hubo, como ya digo, posiciones divergentes; pero también situaciones de consenso. El embajador reconoció aspectos de no poca importancia, como la necesidad de un censo serio para la realización de unas elecciones correctas. Severo Moto, por su parte, demostró una altura de miras que no es habitual en personas condenadas por el solo delito de pensar distinto.

Mi conclusión es que Guinea Ecuatorial no debe tener miedo a las reformas. Ni el régimen de Obiang, ni la oposición. Situados ambos en un tránsito histórico, deberían acometer más pronto que tarde las decisiones adecuadas para afrontar un futuro en libertad. Y lo digo —lo dije en mis palabras finales— desde la posición de quien cree que también en España, en Europa, tenemos reformas que emprender. En nuestro país, agotada la primera transición y la Constitución de 1978, debemos trabajar por la conclusión de un sistema partitocrático que ha terminado por acallar la voluntad de los ciudadanos; en Hungría se produce un lamentable debate sobre la reinstauración de la pena de muerte y se estudia la construcción de un muro que contenga la entrada de inmigrantes. Nadie, tampoco las antiguas potencias colonizadoras, es perfecto. Por eso no podemos hablar desde la prepotencia, pero sí desde el consejo.

En España este año 2015 servirá para comenzar la redefinición del nuevo mapa político. Del conjunto de elecciones locales, autonómicas y generales surgirá con seguridad una nueva hoja de ruta para la reforma de nuestra democracia. ¿Por qué no en Guinea Ecuatorial para el próximo 2016? ¿Por qué no unas elecciones en las que participe toda la oposición, incluida la que ahora se encuentra en el exilio?

Como decía Ana Camacho, presente entre las oradoras en el acto, nada es imposible en política. Nada, si hay voluntad de hacerlo, añadiría yo.

sábado, 18 de julio de 2015

La 'pinza' del PP e IU deja a la oposición venezolana sin una visita del Parlamento Europeo (El Huffington Post)



Publicado originalmente en El Huffington Post, el 17 de julio de 2015

A finales del siglo XX, se producía en España un fenómeno singular: la ambición que tenía el presidente del Partido Popular, José María Aznar, por obtener el poder en el más corto plazo posible, se correspondía con el deseo por parte de la Izquierda Unida de Julio Anguita de desgastar a un PSOE que se debatía entre «morirse de éxito» —que decía Felipe González— o perder de manera definitiva las elecciones, debido al verdadero maremoto de corrupción que asolaba al viejo partido que un día fundara don Pablo Iglesias en un bar cercano a la madrileña Puerta del Sol. A esa operación se la bautizaría como «la pinza».

La nueva pinza se ha producido en los salones de la sede bruselense del Parlamento Europeo estos mismos días. La delegación aprobada por la Conferencia de Presidentes de la Cámara con destino a Venezuela, y que debía formarse por 12 miembros componentes de los diferentes grupos parlamentarios, se veía abortada —suspendida, según expresión de algunos— por el concurso de estas mismas dos fuerzas políticas que, a escala europea, se denominan EPP y GÜE.

El motivo de la misión parlamentaria a Venezuela no parece que precise de adicional justificación. El pleno de Estrasburgo ha aprobado ya en lo que va de esta legislatura —que acaba de cumplir un año este mismo mes de julio— hasta dos resoluciones de enorme exigencia, ante la deriva impulsada por el presidente Maduro en ese país latinoamericano: líderes políticos como Leopoldo López, Antonio Ledezma y Daniel Ceballos, y manifestantes encarcelados, representantes públicos que se ven privados de sus actas y luego se les impide presentarse a las elecciones —María Corina Machado—, la prisión preventiva que se alarga de modo indefinido por la ausencia del correspondiente juicio, los medios de comunicación silenciados y vendidos al Estado o a personas cercanas al régimen con el dinero del petróleo, la delación política rebautizada de «patriotismo», la modificación de los distritos electorales en exclusivo beneficio del partido del gobierno gerrymandering en su expresión inglesa— y el miedo instalado en el inconsciente colectivo: miedo a no recibir alimentos, miedo a no poder comprar medicamentos. Y, a todo esto, una economía en caída libre, la única libertad que por lo visto existe en Venezuela.

Salir al encuentro de la oposición democrática, de los familiares de los presos políticos, como Lilian Tintori o Mitzi Capriles, de la sociedad civil venezolana, era urgente y así lo pedía la segunda de las resoluciones aprobadas por el Parlamento. Pues bien, compuesta la delegación, se ponía en marcha el trámite habitual en estos casos: el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, remitía una carta a su homólogo venezolano, Diosdado Cabello, para anunciarle nuestro deseo de visitar el país, encareciéndole su apoyo. El resultado era previsible: no habría respuesta. Tampoco la embajada de ese país ante las instituciones europeas nos facilitaría visado diplomático alguno para este viaje.

«Un agravio al Parlamento», manifestarían con disgusto los representantes del EPP. «En estas condiciones no es aconsejable que vayamos», añadían. Quizás es que el sólo recuerdo de las recientes imágenes de unos senadores brasileños a quienes se les impedía el acceso a Caracas, apedreados por una turba de «espontáneos» manifestantes, o la proximidad de las vacaciones parlamentarias -el viaje tendría lugar el 16 de julio-, han pesado fuertemente en el ánimo de este grupo.

La izquierda radical —el otro brazo de la pinza— tenía, como es lógico, otros motivos para no viajar a Caracas. «Hay que dejar trabajar a la diplomacia», manifestaban ellos. Pero era evidente que, también en este caso, sus intenciones más ocultas eran otras: las de no incomodar al régimen de Maduro con una visita parlamentaria que no era otra cosa sino una bofetada en la cara del mismo gobierno.

Unos y otros proponían que fuera septiembre el mes más indicado para la visita. Pero ninguno de ellos pudo objetar a que, llegadas esas fechas, la situación sería la misma o peor que la actual, dada la mayor cercanía de las elecciones, a celebrar a primeros de diciembre.

Socialistas y liberales hemos intentado en vano que la delegación del Parlamento Europeo viajara a Venezuela. Yo mismo anuncié mi propósito de desplazarme a Caracas con tal de que algún otro grupo estuviera presente. No ha sido posible.

Hemos dejado sólos a los opositores venezolanos. Nuestra solidaridad, por ahora carente de ambición y de valentía, cuando no una posición simplemente contraria a sus más legítimas aspiraciones, ha quedado en una proclamación de palabras que se pierden entre las miles que aprobamos todos los meses en la sede de Estrasburgo.

El compromiso de los liberales europeos y el mío personal quedan, por lo tanto, acreditados. Serán otros quienes deban ofrecer explicaciones. Si las tienen.


jueves, 16 de julio de 2015

Los socialistas europeos y los epígonos de ETA



  • TODOS LOS TERRORISTAS SON IGUALES
La carta que los componentes de la delegación parlamentaria "Ciudadanos Europeos" —cofirmada por el diputado independiente Enrique Calvet—, todos miembros del grupo ALDE, dirigíamos al presidente de la Asamblea francesa, en prevención de la visita de la organización vasca Bake Bidea a esa institución, el pasado 11 de junio, ha tenido respuesta por parte del grupo S&D, los socialistas europeos. No quiero aburrirles con los detalles de la contestación. Sólo hacerles notar que esta viene a ser la interpretación oficiosa de la posición oficial francesa —como se sabe, el socialista es el grupo mayoritario en el parlamento de ese país— y que contiene buena parte de los argumentos que son habituales en estas situaciones. Esto es, «los diputados franceses son libres, en el ejercido de su mandato, de organizar reuniones y conferencias en las salas que están a su disposición».

Nada que objetar a esta «libertad de acción de los diputados franceses», podríamos decir. Claro que sí, sólo por poner un ejemplo, en el ámbito parlamentario de las Cortes, algún diputado español —o vasco de los que no se reclaman españoles— hubiera incurrido en el mal gusto de recibir en esa sede a alguna organización que justificara el reciente atentado contra Charlie Hebdo o el más reciente de la fábrica de Lyon, habría que saber cómo se pondrían nuestros colegas, los eurodiputados franceses.

Claro que las varas de medir o las políticas del embudo no son cuestión pacífica en las relaciones humanas, tampoco en este caso. Sin embargo, me interesa más el último párrafo de la carta, debido a su carácter, que no sabría si calificar de ingenuo o malévolo. En fin, ustedes juzgaran por sí mismos:

«(...) le hago notar —me decía— que esta reunión se ha mantenido en un contexto en el que el Presidente de la República Francesa, en su discurso ante el Rey de España, ha recordado la movilización de nuestros dos países contra el terrorismo de ETA, contra el terrorismo en contra de nuestros propios territorios, en nuestras fronteras, y al hecho de que España paga desde hace mucho tiempo un pesado tributo».

Podría hasta resultar explicable la justificación habitual que reproducíamos en la primera parte de este comentario, la libertad de los diputados es sagrada. Lo comprendo porque eso mismo nos ocurre a nosotros, que soportamos con estoicismo digno de mejor causa los actos realizados por los diputados europeos independentistas catalanes con cargo al presupuesto del Parlamento y que a veces se ven presididos por el logo de nuestro propio grupo parlamentario. Nos dejaríamos matar —aunque no nos pongamos demasiado serios, que asesinos los hay por doquier— por defender la libertad de expresión y abogaremos siempre porque los diputados disfruten del considerable margen de actuación de que disponen. Pero no conviene hacerse trampas, cosa que tan frecuente resulta en política y en los restantes ámbitos de la vida ciudadana. Decir que el acto de Bake Bidea tenga que ver con la excelente recepción ofrecida al Rey por las instituciones francesas y que se inscribe en el discurso del sufrimiento por las consecuencias del terrorismo en suelo español —y francés—, no deja de parecerme una burla si no fuera porque prefiero considerarlo una ausencia de información sobre las pretensiones de estas gentes.

Las organizaciones terroristas, todas, sin excepción, pretenden objetivos políticos que no están dispuestas a obtener mediante el juego democrático. Y ese fue el objetivo de ETA: conseguir la autodeterminación y la independencia a través de las pistolas, las bombas y el chantaje sobre la sociedad vasca y española en su conjunto. Derrotada, aunque admitida, como consecuencia de esos gravísimos errores cometidos por el bipartidismo imperante en España en las instituciones, pretenden ahora lo que decía Von Clausewicz pero al revés, que la política es la continuación del terrorismo, pero por otros medios. Y a eso se apuntan ahora los socialistas franceses, practicando un buenismo que replica el de su compañero de ideología —si hubiera tenido tal cosa en alguna ocasión— Rodríguez Zapatero.

Pero antes había dicho que eran ustedes quienes debían juzgar. Por lo que no me adentraré más por este proceloso camino. Ustedes dirán.

sábado, 11 de julio de 2015

El pragmatismo político mal entendido (el Mundo Financiero)



¿EXISTE LA DEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA?

Publicado originalmente en ElMundoFinanciero.com

Convocados a puerta cerrada por el Comisario Lambrinidis, componentes de los diversos grupos del Parlamento Europeo nos situábamos junto al responsable de la Comisión para analizar el posible acuerdo comercial entre la Unión Europea y Cuba y su vinculación o no con el espinoso asunto de los Derechos Humanos. Lo cierto es que, como cabía esperar, las negociaciones abiertas entre el gobierno de los Estados Unidos y de la isla caían como una bomba de destrucción inmediata sobre la llamada posición común que en su día fue propuesta por el gobierno de José María Aznar y adoptada por la Unión Europea, y que vinculaba cualquier acuerdo comercial con Cuba a la apertura de ese régimen en materia de libertades civiles.

Hoy en día, los ejecutivos de los países miembros están practicando una alocada carrera para colocarse en la mejor posición en las oportunidades de negocio que se están abriendo en esa isla caribeña. Sean de derechas o de izquierdas, todos esos gobiernos sin excepción se han despojado de sus principios, como el corredor sudoroso de su ropa más incómoda, a fin de llegar antes a la suscripción de los acuerdos más ventajosos.



Dos serían las posiciones que se ponían sobre la mesa en la citada reunión: la que podríamos bautizar de pragmática, según la cual no debería la Unión Europea poner sobre la mesa la siempre irritante —para el gobierno de los Castro— cuestión de los Derechos Humanos, como si los acuerdos comerciales operaran una especie de efecto taumatúrgico, según el cual la simple liberalización económica conduciría de manera irremediable a la democratización política.

Acompañaría a esa tesis realista el hecho de la longevidad de los gobernantes de la revolución, de modo que, desaparecidos estos, el régimen creado por ellos en 1958 no tendría más remedio que su descomposición; caería del árbol como fruta madura, sin esfuerzo adicional alguno.

Sin embargo, hay casos que indican justamente lo contrario, como ocurre con la lógica un tanto irracional impuesta por los chinos sobre la antigua colonia británica de Hongo Kong, un país, dos sistemas; que es, en realidad, el procedimiento empleado en el conjunto de China: una dictadura totalitaria y un sistema económico de corte capitalista y abierto.

Nada indica que Cuba deba de manera imprescindible abrirse a una democracia normal. La pervivencia de la dictadura, si bien transformada en una democracia de pésima calidad, poco menos que un edificio dictatorial al que se le hayan practicado algunas grietas de tímido liberalismo. Y ello combinado con un capitalismo de casino, en el que los negocios sirvan para el rápido enriquecimiento de las elites burocráticas y las empresas afectas al sistema, en tanto que el milagro de la inmensa mayoría de los cubanos siga consistiendo en cómo llegar al final del día.

Porque la democracia es a la seguridad jurídica y a la igualdad de oportunidades de la población lo que la dictadura lo es a la arbitrariedad y a la desigualdad.

Y en esa posición pragmática se encontraban unidos el socialismo y la derecha, lo mismo que esa izquierda bienpensante que sigue considerando simpático al régimen fundado por los Castro y el Che Guevara, lo mismo que los mayores encuentran consuelo a sus deficiencias físicas en sus recuerdos de juventud.

Los liberales presentes en esa reunión pedimos, por el contrario, la incorporación de la disidencia, de la sociedad civil, a ese proceso de conversaciones desde el primer momento. En especial ahora que los demócratas cubanos observan cómo la ola de los acuerdos comerciales se convierte en un tsunami que se los llevaría a todos por delante.

No es posible una democracia sin demócratas, por muy generoso que se sea con los autócratas procedentes del viejo régimen. Y los disidentes merecen nuestro respeto, nuestro apoyo. Y deberían ser escuchados y acompañar este proceso desde el minuto primero.




martes, 7 de julio de 2015

DEBATE EN BRUSELAS SOBRE GUINEA ECUATORIAL



UN FRUCTÍFERO EJERCICIO  PARA VENCER EL MIEDO A LAS REFORMAS POLÍTICAS

Ana Camacho. Autora del informe.
Periodista y analista experta
en temas africanos
 (http://www.enarenasmovedizas.com/)
El encuentro "Guinea Ecuatorial: retos y oportunidades" organizado en la sede del Parlamento Europeo el pasado 25 de junio fue mucho más que una jornada sobre la evolución política en la ex colonia española del África Occidental. Por primera vez desde que hace un año el propio presidente de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang convocase una Mesa de Diálogo con las fuerzas de la oposición en el exilio con el objetivo puesto en la reconciliación nacional, diversos representantes de grupos políticos excluidos desde Malabo por sus supuestas posiciones radicales compartieron el debate con un representante del Gobierno, el Embajador de Guinea Ecuatorial ante la Unión Europea (UE), Carmelo Nvono Ncá.  La propia oposición ecuatoguineana ha subrayado esta primera experiencia de diálogo como un "hito histórico".

Como señaló el eurodiputado y vicepresidente de ALDE, Fernando Maura Barandiaran, organizador y moderador de la jornada, el  intercambio de opiniones se desarrolló en varios momentos desde posiciones muy alejadas pero, también, con una clara voluntad de trabajar hacia el consenso. Hubo por lo tanto una valoración satisfactoria aunque, todos los participantes coincidieron, el auténtico éxito queda condicionado por la voluntad del Gobierno de Obiang por seguir por este camino para que las elecciones presidenciales previstas para 2016, sean unos comicios con legitimidad democrática.
En la jornada en Bruselas, el embajador Carmelo Nvono Ncá se esforzó por mostrar un talante cordial y dialogante especialmente con el líder del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE), Severo Moto Nse al que, dijo, había tenido la suerte de conocer", en tiempos pasados. "La intervención de Moto es la que más me ha gustado", declaró Nvono Ncá al culminar el primer panel de intervenciones en la que tuvo su turno el líder del PPGE.

El Embajador no hizo ninguna alusión a las causas pendientes que Moto sigue teniendo en Guinea Ecuatorial por supuestas intentonas golpistas que, en teoría, excluyen al dirigente opositor de cualquier posibilidad de presentarse como candidato en cualquier proceso electoral y, peor aún, podrían justificar su ingreso en prisión en cuanto regresase al país.  Por el contrario, el Embajador puso de relieve su satisfacción porque el Parlamento Europeo hubiese sido el escenario que le había dado la oportunidad de saludar y estrechar la mano del opositor que es considerado como el más temido rival del presidente Obiang. Tampoco utilizó los epítetos –"golpista", "terrorista"– con los que desde Malabo se suele descalificar a Moto.

Por su parte, el presidente del Partido del Progreso evitó los graves adjetivos que las publicaciones de su partido suelen dirigir al régimen guineano – "dictador", "loco-fanático", "asesino"–,  para centrar su exposición en la urgente necesidad de que ese abrazo de reconciliación que acababa de compartir con el embajador se repitiese a nivel nacional. Subrayó además, la gran aportación que las instituciones europeas pueden dar al desarrollo de ese clima que tanto necesita "el fin del sufrimiento del pueblo guineano". Recordó cómo el proceso electoral de los años noventa condujo a una oportunidad fallida en la democratización de Guinea Ecuatorial e hizo un llamamiento para que las condiciones de la convocatoria presidencial de 2016, "puedan celebrarse en un ambiente de auténtica libertad y con un ejercicio verdaderamente democrático del derecho al voto". Planteó veladamente una hipótesis de trabajo para los eventuales apoyos europeos a este proceso: que el presidente Obiang esté listo para renunciar al poder pero, como ha ocurrido en otras transiciones, su entorno se oponga a que de el paso por temor a que su partida les exponga al castigo que exigen las numerosas víctimas de las violaciones de los derechos humanos. En esta exposición centrada más en el futuro que en el pasado, Moto remató con un firme compromiso de tender la mano al presidente para contribuir con el respaldo de su formación a las difíciles decisiones a las que se enfrenta Obiang a la hora de cambiar el rumbo frente a los sectores del poder que le exigen la continuidad del régimen ya sea con su permanencia o con la "abdicación" a favor de su hijo Teodorín.
Más dura fue la exposición sobre la situación guineana realizada por Salomón Abeso -Coordinador General de la Coalición de la Oposición por la Restauración de un Estado Democrático (Cored), creada en Francia y que engloba a 8 partidos de oposición repartidos por diferentes países. Abeso,  al que acompañaron a Bruselas la secretaria general Emely Nchama y el director de seguridad de esta organización Filiberto Ntutumu, no tuvo reparos en calificar al Gobierno de Obiang como de "brutal dictadura".  
Aludió a la Mesa de Diálogo convocada por el presidente ecuatoguineano como una farsa y también describió como un recurso del régimen para confundir a la comunidad internacional la presencia en el Parlamento ecuatoguineano de partidos opositores. En realidad, dijo, estos partidos de apariencia opositora actúan como "satélites" de la dictadura, legitimando su supuesta acción aperturista pero sin preocuparse realmente de los intereses del pueblo al que deberían representar.

Como condiciones para una auténtica reconciliación,Abeso exigió al Gobierno de Malabo la convocatoria de una "verdadera mesa de diálogo nacional con todas las fuerzas políticas" y "el retorno en libertad de todos los ecuatoguineanos".

Muy contundentes fueron también sus referencias a las violaciones de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial por el régimen que gobierna en Malabo desde el llamado "golpe de libertad" dado por Obiang contra su tío y antecesor Francisco Macías, en 1979. Citó como ejemplo el secuestro de opositores llevado a cabo recientemente por las fuerzas de Obiang en terceros países, algunos de ellos ejecutados tras ser sometidos a juicios sin garantías jurídicas. En especial, reivindicó una acción de la comunidad internacional para aclarar la suerte de Cipriano Nguema Mba, un antiguo teniente coronel de las Fuerzas Armadas de Guinea Ecuatorial que había obtenido el estatuto de refugiado en Bélgica en 2013 y que fue secuestrado en diciembre de 2014 en Nigeria por fuerzas de la seguridad ecuatoguineanas cuando se encontraba de visita en este país del África Occidental. Las principales organizaciones de derechos humanos y el departamento de Estado de los EEUU han confirmado que Cipriano Nguema Mba fue trasladado a la fuerza a Guinea Ecuatorial donde fue brutalmente torturado en un centro de detención secreta y juzgado sin que sus abogados pudiesen darle asistencia. Recientemente, han corrido rumores preocupantes sobre su suerte sin que se haya podido verificar su estado de salud.
La historiadora ecuatoguineana Rita Bosaho fue también muy rotunda al afirmar que en Guinea Ecuatorial no existe el estado de derecho desde hace 47 años y que por ello el pueblo guineano no puede hacer otra cosa que intentar "respirar bajo el yugo de la sinrazón, debido a una de las más férreas y longevas dictaduras del actual panorama internacional". Afirmó que "en un país en el que todo está sometido al dictador no existe posibilidad de abrirse a la democracia". "No es posible que existan elecciones libres cuando la Junta Electoral está formada por dirigentes del régimen".

Esther Moto, jefa de Gabinete del Partido del Progreso y gran activista a favor de la igualdad de género, los valores de la mujer y la erradicación del sexismo en África,  coincidió en esta línea al enumerar las características de un estado de derecho que no tiene actualmente el Estado ecuatoguineano para concluir con una descripción de lo que para ella debe ser la meta: "Una Guinea libre del rencor y del autoritarismo; libre de detenciones arbitrarias; libre de procesamientos sin garantías; libre para el ejercicio del periodismo y libre para que mi pueblo salga de la miseria: esa es la Guinea Ecuatorial a la que quiero volver".
Entre los ponentes procedentes del mundo académico, el linguïsta Justo Bolekia Boleká hizo referencia a las desastrosas consecuencias  del nepotismo y la cleptocracia. El politólogo congoleño Mbuyi Kabunda en especial subrayó la condición de "petroestado" de Guinea Ecuatorial, un país de enormes riquezas en hidrocarburos que han disparado su crecimiento económico pero que, debido a la confusión entre lo público y lo privado que padece su clase gobernante, mantiene en la pobreza a dos de cada tres ecuatoguineanos.
Ante este rosario de horrores y crímenes denunciado por los opositores cabía preguntarse sobre las posibilidades de éxito de una transición pacífica. La periodista Ana Camacho recordó que dictaduras muy criminales como fue la que tuvo durante 40 años la propia España o, dentro del continente africano, la del siniestro régimen de la Suráfrica del apartheid, lo lograron y son hoy prueba de que nada es imposible en política. Pero, eso sí, el camino de la reconciliación por la vía del diálogo exige gestos y concesiones de ambas partes para apuntalar la confianza de los portavoces políticos y, sobre todo, de la ciudadanía a la que representan.
En la misma línea se manifestó el catedrático de Economía Javier Morillas, que subrayó la necesidad de tender puentes con el régimen de Obiang propiciando puntos de encuentro entre los exiliados y la dictadura desde organizaciones sólidas –la Iglesia, los empresarios, los emprendedores, la cultura, el turismo...-. Otra receta sobre la que insistió Morillas consiste en evitar las "críticas excesivamente ácidas" que llevan al pasado para concentrarse en hallar soluciones para el futuro.

Las alusiones al carácter represivo del régimen ecuatoguineano y a su gestión de las riquezas petroleras marcaron los dos momentos de posiciones extremas entre los opositores y el representante del Gobierno de Obiang.  Como colofón a cada uno  de los dos paneles que integraron la jornada, el embajador Nvono Ncá negó de forma tajante que el Gobierno que él representa sea una dictadura o un petroestado.

"Si mi Gobierno fuese una dictadura y un régimen de opresión yo no estaría aquí sentado, no hubiera podido aceptar la invitación para participar a esta jornada", dijo al lamentar que no hubiesen sido invitados al evento miembros de los partidos de la oposición interior. Pasó   así por alto que entre los presentes se encontraban Justo Bolekia Boleká y Weja Chicampo, miembros del partido bubi del MAIB al que, como había recordado poco antes Salomón Abeso, el Gobierno había negado el pasado marzo el derecho a organizar una manifestación que, en teoría, debía de haber sido autorizada en virtud del art. 13 de la vigente Constitución ecuatoguineana. "No estamos tan lejos de Europa, no somo tan distintos", insistió el Embajador ecuatoguineano al asegurar que en la Unión Europea tenían una idea muy distinta del funcionamiento de las instituciones a la evocada por la oposición. Como prueba de ello, aseguró que con ocasión de las elecciones municipales del pasado 2013 había propuesto al Parlamento Europeo el envío de observadores para estos comicios pero en Bruselas le contestaron que no era necesario. "Me dijeron que Guinea Ecuatorial no es un problema para la Unión Europea", aseguró al concluir: "La oposición tiene que pelear en elecciones y no con mando a distancia. Es en Guinea Ecuatorial donde hay que hacer política".
Conscientes de que la prioridad correspondía a hacer todo lo posible para salvaguardar la continuidad del diálogo, los representantes de la oposición no respondieron a las sorprendentes declaraciones con que el embajador de Guinea Ecuatorial negó que la detención de Cipriano Nguema Mba se hubiese producido fuera de las fronteras del país: "No es responsabilidad de Guinea Ecuatorial, es problema de Bélgica. Me consta que es preso común", dijo. Tampoco respondieron los opositores a los argumentos con los que el embajador ensalzó los logros económicos del país, alcanzados en los últimos 15 años a partir de la explotación del petróleo, en especial la construcción de autopistas, el prestigio internacional logrado por la compañía aérea Ceiba en un país que, hasta el 2000, no tenía ni un avión de pasajeros, o la contribución ecuatoguineana a la investigación para hallar una vacuna contra el paludismo sobre cuyos resultados se mostró muy optimista.

Más tarde, en los pasillos adyacentes a la sala, ninguno de los representantes de la oposición ponía la mano en el fuego porque el esfuerzo con el que reconocían haberse "tragado algún sapo", asegure la continuidad del diálogo iniciado en Bruselas.  Pero, a la vez, todos coincidieron con el eurodiputado Fernando Maura, en que este encuentro puede haber marcado un "paso importante en el camino hacia la libertad de Guinea Ecuatorial".  Maura les prometió empeñarse a fondo para que así sea. Por el momento, para el eurodiputado la batalla por el cambio en Guinea Ecuatorial se ha marcado el pasado día 25 un valioso tanto: lograr que tanto al Gobierno de Obiang como la oposición ejecutasen el ejercicio que todo consenso requiere para "perder el miedo a las reformas políticas"

sábado, 4 de julio de 2015

El referéndum griego


Publicación original en El Mundo Financiero, el 2 de julio de 2015

Los responsables políticos europeos no han acabado de salir de su asombro. Cuando aún se estaban produciendo las negociaciones para el acuerdo definitivo con el gobierno griego, los representantes de este país aún sentados en la mesa, unos y otros recibían la noticia de la convocatoria del referéndum como el sistema para concluir con el veredicto del pueblo un acuerdo cuyo contenido técnico no se le escapa a nadie, menos aún al gobierno que lo convoca. Y ello, prescindiendo de los reparos que la Constitución de la nación helena oponen a este tipo de consultas.

Los españoles sabemos de referendos, especialmente los que ya hemos cumplido algunos años. Hemos conocido cómo el General Franco los convocaba para ratificar su autoridad, aunque lo que se aprobaran por ese sistema fueran textos complejos elaborados por unas Cortes elegidas por el dedo del dictador. Hemos asistido también a un referéndum criticado por muchos para la entrada de España en la OTAN -"de entrada, no", ¿se acuerdan?- y aún nos debatimos sobre el inexistente derecho de autodeterminación que supondría nuevos procedimientos referendarios en algunas de nuestras Comunidades Autónomas. Para muchos, desde luego, para el que firma estas líneas, este es un sistema a evitar, salvo para sancionar decisiones trascendentales ya adoptadas por un cuerpo legislativo democrático.

Los gobiernos no deben eludir sus responsabilidades, los parlamentos no podrían abdicar de sus funciones y los ciudadanos no podrían sino ejercer su control sobre los primeros a través de sus partidos y de las organizaciones de la sociedad civil y votando cuando les corresponda a las formaciones políticas por ellos deseadas. Y ahora, el gobierno griego pasa la "patata caliente" de su incompetencia a su pueblo, haciendo buena la definición que generalmente se hace del populismo: soluciones fáciles para problemas complejos. ¿Quién podría comprender el contenido de la cuestión que se plantea a los griegos el próximo 5 de julio? Con seguridad, los técnicos en la materia, y no todos.

Lo que ocurra el domingo tendrá desde luego importantes repercusiones. En el caso de que triunfe el "no", Grecia debería salir del euro. De lo contrario nos encontraríamos en presencia del fracaso del "método europeo" -la negociación como único instrumento para llegar a un acuerdo- y legitimaríamos en lugar de eso al chantaje como procedimiento para la solución de los problemas.

Sería entonces seguro el contagio económico, por el cual los países que están -¿estamos?- cumpliendo con los planes de austeridad, nos pondríamos en seguida en la cola para exigir las mismas condiciones "excepcionales " de los griegos. Eso dificultaría seguramente una salida sostenida y ordenada de la crisis, con presupuestos equilibrados que gestionen economías sanas.

Pero está también el riesgo de contagio político. Las organizaciones populistas verían reforzada su razón de ser y de existir. Avalando así la teoría del chantaje y poniendo en consecuencia en serio peligro la verdadera esencia de la idea europea, el pacto como vía para resolver las cuestiones y como sistema para una Unión más integrada.

Por el contrario, si ganara el "sí", el gobierno de Tsipras debería dimitir, eligiendo el Parlamento de Grecia un gobierno de gestión que negociara un acuerdo puntual hasta tanto unas nuevas elecciones pongan en las instituciones del país heleno a una nueva mayoría, susceptible de vincular su suerte al euro y al futuro de Europa.

El "sí" debería ganar en el referéndum. Europa entonces acudiría solidaria en la ayuda a los ciudadanos griegos, como lo haríamos sí hubieran sufrido un terremoto de consecuencias terribles. Pero para ello, al menos, deberían desaparecer del escenario de negociación los que no están dispuestos a negociar, no quieren establecer impuestos para las compañías navieras ni para la iglesia o no aceptan reducir su exagerado presupuesto de defensa.

En conclusión, hay un tiempo para la exigencia y otro para la solidaridad. Y no podríamos aplicar el segundo de los casos a quienes no quieren ser exigentes consigo mismos.

Las gruesas palabras de una diputada marroquí


Ocurrió en el Parlamento Europeo, en la sesión plenaria de Estrasburgo, en el mes de junio. La primavera europea se resuelve en días locos en los que alternan la claridad del cielo con las nubes pesadas que son por lo común portadoras de agua.

El miércoles 14 tendría lugar la reunión mixta entre las delegaciones del Parlamento Europeo y el de Marruecos, un encuentro en el que los pares parlamentarios de una y otra cámara, informan acerca de lo que en el argot de estas reuniones se denomina binomios. Y los hay para los diversos asuntos que las representaciones de ambas delegaciones consideran oportuno establecer. En este caso los hay que se refieren al desarrollo económico, la inmigración y otros aspectos, como el de los derechos humanos y la igualdad.

Este último aspecto, el de la igualdad y los derechos humanos, era el que yo había elegido dentro de mis preferencias. Soy consciente de que la situación al respecto en el régimen alauita deja bastante que desear por lo general; y en particular, me consta que el tratamiento recibido por la población saharaui en los territorios ocupados por Marruecos se agrava de manera cualitativa, en lo que supone una suerte de doble opresión: la que sufren el conjunto de los súbditos marroquíes y la específica a la que como pueblo se ven sometidos, porque no se les reconoce su derecho a la autodeterminación y además se les persigue por el solo hecho de reclamarlo. Y como resulta que soy vicepresidente de la Delegación del Magreb, no tuve impedimento para obtener esta responsabilidad en el binomio.

El miércoles anterior tuve la oportunidad de conocer a mi par marroquí en la materia. Se trata de una diputada de nombre Rachida Tahri, con la que tomaba un café en el bar de diputados del Parlamento en Bruselas. Le expuse mi preocupación ante el borrador de Código Penal marroquí que está circulando por ese país y por Europa y le hice ver que esa materia contendría buena parte de mis reflexiones en el comentario del binomio correspondiente. La señora Tahri me escucharía con atención y no pondría más reservas al respecto que la ya sabida de que el texto en cuestión es sólo un papel a discutir; por otra parte, me aseguró que ella compartía mi sensibilidad al respecto.

Al informe de que ya he dado cuenta en estas Crónicas le añadí un comentario respecto de la situación de los saharauis en los territorios ocupados —también evocada en otro de mis artículos—, de modo que ambas cuestiones serían el objeto de mi disertación en la reunión mixta que celebraríamos en Estrasburgo.

Atrapada por algún inconveniente en el transporte a Estrasburgo, la señora Tahri no pudo encontrarse en la sala, de modo que el informante principal en ese binomio seria yo mismo.

He de decir que todas las reflexiones anteriores discurrieron en un clima de manifiesta paz. Hasta que me correspondió tomar la palabra, momento en el que hice la exposición que ya ha formado parte de mis comentarios en este medio. Algunos murmullos de evidente desaprobación acompañarían a mis palabras. Concluida mi intervención, el presidente —el miembro del Partido Demócrata italiano, Antonio Panzeri— daba la palabra a una diputada marroquí que se encontraba sentada justo a mi izquierda.

Se refirió esta diputada a mis comentarios sobre el Sahara ocupado, negando la evidencia de este aserto. Y como yo me había referido a los 21 saharauis que sufren de largas condenas de cárcel por su presunta participación en los sucesos de Gdeim Izik, valorados por un tribunal militar y sus confesiones obtenidas presumiblemente por medio de la tortura, la diputada afirmaría que está probado que esos saharauis degollaron a policías marroquíes y que yo estaba orinando sobre esos cadáveres —cita textual. Concluida su intervención, esta señora abandonaría la sala para no regresar.

Preferí utilizar un tono tranquilo en mi réplica —era ella quien había mostrado un enfado monumental—, dije que ninguno de los términos utilizados por mi persona en la presentación de mi ponencia resultaba incontestable desde el punto de vista del Derecho Internacional y que yo jamás me atrevería a realizar tal tipo de práctica sobre cuerpos humanos sin vida. Alegué para ello mi condición de víctima del terrorismo y mi repudio más firme a la violencia. La diputada socialista portuguesa, Ana Gomes, se unió a mis reflexiones.

Sin embargo, concluido el debate, el máximo responsable del Parlamento marroquí leería las conclusiones de la jornada, todas ellas complacientes con su país, y sin tener en absoluto en cuenta el serio debate que habíamos tenido en materia de derechos humanos. Tuve que pedir de nuevo la palabra para manifestar que yo no podría suscribir en absoluto el texto de lo que pretendía constituirse en comunicado conjunto de prensa. Un oportuno quiebro de Panzeri, reenviando la cuestión a posteriores encuentros despejaría la cuestión.

Creo que la exigencia debe mantenerse con ese país en materia tan sensible como esta y que los representantes públicos marroquíes deben percibir que las actuaciones más inconfesables por parte de sus autoridades gubernativas no nos pasarán desapercibidas. Llueva o ilumine el sol más radiante en la primavera europea.
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