Un titular de la edición en papel del diario El País, de 7 de noviembre, en el que se dice: «Una investigación sobre evasión de impuestos pone en aprietos a Juncker», ha elevado el dedo acusador en contra de los eurodiputados de UPyD que votamos al ahora presidente de la Comisión Europea.
Se apuntan quienes así actúan a una condena previa al juicio —en este caso al resultado de la investigación—, no admiten por lo tanto la presunción de inocencia y tapan sus vergüenzas en el asunto que siguiera a esa nuestra votación: la estigmatización y humillación pública de la persona —en este caso, el profesor Sosa Wagner— con la excusa del «ya lo decía yo».
Pero es que no lo dijeron entonces, sencillamente porque no lo sabían. Y ahora atacan la credibilidad política de quienes votamos al bipartidismo, siempre según ellos.
No, yo no voté al bipartidismo, como he explicado siempre que he tenido la oportunidad de hacerlo —no desde luego en la web de UPyD, donde por lo visto estoy vetado. Voté a Europa y voté a una Comisión en la que militan compañeros de mi grupo parlamentario ALDE y la voté porque es la única posibilidad que tenemos de sacar a Europa del atolladero en que la ha dejado la saliente Comisión Barroso.
Los comentarios que se vierten ahora nos están devolviendo a lo peor de la gestión de la crisis que hizo la dirección de UPyD en el verano pasado, aludiendo a una posible excusa para obtener algún tipo de prebenda… ¿Cuál ha sido esta? Porque no basta con sugerir, es preciso demostrar. Y en ese punto, como el que se refiere a mi credibilidad personal, estoy más que tranquilo.
No deberían ponerse nerviosos porque la investigación seguirá su curso y depurará las responsabilidades correspondientes, si las hubiera. Además que, por fortuna, este espacio político europeo es más serio que el español y la gente que la hace, efectivamente la paga. Aquí los políticos corruptos, los que lo son, no los que algunos afirman que lo son aunque sin demostrarlo, dimiten.
No, no he tenido ningún motivo para el bochorno. Me abochornan en todo caso las conductas de otros con quienes he podido compartir ilusiones, ideales y proyectos que luego han quedado enterrados en el fango de las indeseables ejecuciones de esos mismos proyectos. Porque no resulta creíble manifestar la necesidad de la regeneración con la boca pequeña cuando se practica justamente lo contrario en el interior de la organización. ¿O es que un partido no debería ser parecido a la realidad que dice pretender construir?
Pero el tiempo pone siempre las cosas en su sitio. Quienes ahora se apresuran a obtener ventaja de una investigación que sólo acaba de empezar, tendrán la oportunidad de confrontar sus políticas respecto del bipartidismo imperante según vayan pasando los meses. Entonces veremos si las escenas de sofá de hace poco, esconden las prebendas de hoy y las poltronas de mañana. Y de verdad que me gustaría equivocarme y comprobar que lo que advierto ahora en la inusual comparecencia televisiva de un partido en otro tiempo desaparecido sea sólo una confusión por mi parte. Al tiempo, ya digo.
«Algo huele a podrido en Dinamarca», decía el Hamlet de Shakespeare. «Algo huele a podrido en Luxemburgo», parecen resueltos a afirmar algunos ahora. Quizás así sea, aunque habrá que estar a lo que diga la investigación. ¿Pero sólo Juncker huele a podrido en Luxemburgo? Permítanme que lo dude.
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