Por suerte o por desgracia, en la vida me ha tocado -casi siempre- elegir las posiciones más incómodas. Y daré para eso algunos ejemplos: elegí, entre 1982 y el año 2007, optar por la militancia en el PP en aquellos tiempos del País Vasco en los que trabajar políticamente en el espacio del no nacionalismo suponía el riesgo indudable del atentado terrorista y la certeza de la posición de perfil de muchas gentes; elegí después dejar mi escaño en el Parlamento Vasco y fundar UPyD en 2007, cuando nadie daba un duro por este partido.
Y en el año 2014, en el mes de agosto, elegí no mirar hacia otro lado cuando el aparato de UPyD, con Rosa Díez a su cabeza, decidió linchar políticamente a mi amigo el profesor Sosa Wagner.
Es cierto. Podía haber elegido la comodidad del escaño europeo y la tranquila seguridad de cinco años bruselo-estrasburgueses, aunque se hundiera el partido, como se está hundiendo. Porque sus siglas ya no representan su proyecto político fundacional, porque sencillamente ya no está conectado con los votantes que le dan su razón de ser, porque ha preferido la “autonomía” que es, en suma, equivalente a la soledad y a la irrelevancia.
En lugar de eso, decidí ser coherente conmigo mismo y con las ideas de regeneración democrática de mi país desde el respeto a las instituciones, esas mismas ideas por las que fundamos UPyD en septiembre de 2007.
Quizás por eso me hayan suspendido, con carácter cautelar, de militancia en UPyD. Y digo lo de “quizás” porque, cuando escribo estas líneas, aún no he recibido comunicación oficial alguna por parte de la organización del partido.
No deja de resultar singular que un partido que enarbola con frenesí su sobresaliente en transparencia actúe de manera tan opaca respecto de dos de sus cargos públicos más relevantes (relevantes, todo sea dicho, por los puestos que ocupamos, no por lo importantes que seamos, al menos yo). Si un partido aspira de verdad a regenerar la democracia, no cabe que gestione de manera tan torticera sus asuntos internos. ¿Qué respeto tendría una eventual gobernante Rosa Díez con los ciudadanos que no están de acuerdo con ella cuando la dirigente de UPyD Rosa Díez se comporta como lo hace con sus críticos?
No les gusta la crítica, desde luego, tampoco asumen sus errores y además creen que los debemos pagar otros. De lo contrario, Rosa Díez, su equipo de dirección y el candidato De La Herrán deberían haber presentado su renuncia inmediatamente después de no haber alcanzado siquiera un exiguo 2% en las autonómicas de Andalucía. Pero no lo han hecho y, a cambio, se han inventado un nuevo enemigo público, la disidencia interna, a la espera de enseñar sus colmillos a los nuevos críticos que asoman en las nuevas trincheras abiertas después del 22M. Porque los Cantó, Lozano, Anchuelo, Velasco -sin perjuicio de su responsabilidad política a lo largo de estos meses de errores de UPyD- y otros ya saben que a algunos no les temblará el pulso… ¿Recuerdan ustedes quién utilizó esa misma expresión?
Y no tiene tampoco precedentes eso de suspender de militancia a un eurodiputado -o dos-. Ni siquiera la eurodiputada Rosa Díez cuando se prodigaba con virulentas descalificaciones al secretario general de su partido, José Luis Zapatero, en acusaciones que eran de auténtico juzgado de guardia, recibiría esa sanción, siquiera alguna leve admonición por parte de ese estandarte de la “vieja política” que es el PSOE. Podía haberse aplicado el cuento ahora pero, como decía don Antonio Maura, la memoria es una constante tránsfuga de la política.
Yo estoy cumpliendo con mi partido durante estos nueve meses de trabajos parlamentarios. Según la organización VoteWatch, mis votos nominales se corresponden en un 98% con el programa electoral de UPyD -en porcentaje similar a los otros diputados europeos de esta misma formación-. Y me cabe el honor de superar en el ranking del Parlamento en más de 40 puestos al siguiente representante de este partido, siempre según el VoteWatch de este pasado domingo.
Es verdad que eso no me impide, sino al contrario, defender públicamente mis opiniones. Mantener un discurso político, según el cual las siglas de UPyD ya no sirven al proyecto de regeneración democrática de España, sencillamente porque no obtienen representación parlamentaria -véase las recientes elecciones en Andalucía y las encuestas posteriores- y que este espacio lo representa ahora Ciudadanos. Me reprocharán que lo afirme, desde luego, ¿pero no es eso lo que dicen los electores?
En todo caso, lo ocurrido en la noche de Viernes Santo con mi suspensión de militancia, siquiera no comunicada aún la apertura de expediente, constituye en mi opinión un hecho muy grave que me obligará en los próximos días a tomar una decisión respecto de mi futuro político. Por el momento, todas las opciones están abiertas.
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